17. Solo somos Leo y yo...corriendo ¡Qué romántico!

180 20 7
                                    

- ¡Leo! – grité- Veo una luz titilante allá adelante ¡Quizá sea ella!

Leo y yo corrimos hacia el pequeño brillo, tan débil que podría haber sido una simple luciérnaga. Pero ambos sabíamos que no lo era. A pesar de ser tan poca cosa, irradiaba algo más que luz: candor, un calorcillo acogedor difícil de explicar, pero muy similar al que sientes cuando estás en casa. Ese sentimiento que nunca sentí en la casa de mis tíos y que estaba siempre presente con May y su padre. El calor del hogar y de la familia.

Los animales ya no eran un problema. Los había olvidado. De todas formas, estaban tranquilos gracias a la canción que había cantado hace poco, y poco me hubiera importado si no lo hubiera estado. La única motivación que me hacía caminar hacia adelante (y también a Leo) era encontrarme con la fuente del candor mismo, con Hestia en persona.

Y allí estaba ella, varios metros más allá, en una linda jaula de pájaro dorada. Colgando del techo, como un trofeo de caza. Estaba en la forma de una pequeña niña, tal como se les había presentado a Percy y Nico mucho tiempo atrás, con su pelo castaño liso desordenado sobre los hombros, un vestido sencillo, nada de joyas. Sus ojos rojizos estaban opacos por el miedo y la angustia. Unas pequeñas brazas les daban calor junto a sus pies sucios, con las sandalias raídas. Para mí era difícil imaginar un dios o diosa prisionero de esa forma. Sabía que Tánatos había estado en una situación similar e incluso Hera, pero seguía siendo una imagen difícil de procesar.

En cuanto nos vio, las llamas en sus ojos se encendieron levemente, pero lo único que dijo, con una vocecilla casi imperceptible fue "Cuidado".

Y claro. Bajo su jaula había una serpiente demasiado gigante... realmente grande, con pinchos y ... era un drakon etíope.

- ¡Mierda! – gritamos con Leo al unísono en cuanto los dos ojos de la criatura se fijaron irremediablemente en nosotros dos.

- ¿No sería un buen momento para cantar una canción de cuna? – me preguntó Leo, tratando de mantenerse tranquilo.

- Las serpientes no tienen oídos externos, Leo- lamenté- Escuchan notas bajas, pero muy pocas. Además, para su tamaño, necesitaría un micrófono y no tienes uno en tu batcinturón ¿Verdad?

Leo negó con la cabeza. Pedirle al cinturón un micrófono con su amplificador funcional sería un trabajo difícil y requeriría tiempo, cosa que no teníamos. Estábamos demasiado lejos para pedir ayuda así que era solo nosotros y el drakon. Tomé la lanza y la agrandé, preparándome para pelear como fuera. Leo metió las manos al cinturón y sacó un martillo de hierro de mango alargado, como el que Miley usó en Wrecking Ball. Maldita sea. Me sentía como la herramienta de Google que reconoce canciones y videos. Y ni siquiera soy fanática de esa música.

En cuanto el drakon se alzó hacia nosotros, Leo le lanzó dos llamas enormes de fuego a la cara para luego correr hacia él y darle un par de golpes con el martillo. Hice lo propio con la lanza, pero las escamas eran tan duras que el daño que podía hacerle era mínimo. El chillido de dolor aún así fue agudísimo y asustó al resto de los animales, que comenzaron a intranquilizarse y tratar de huir.

Afortunadamente el drakon no era muy grande, por lo que estuvimos varios minutos peleando sin morir. Sin embargo, noté por el rabillo del ojo que cada momento que pasaba significaba muerte para Hestia.

- ¡Leo! Hay que sacar a Hestia pronto- le grité justo antes de asestarle un golpe con todas mis fuerzas en una parte descubierta del vientre del monstruo y causarle otro chillido infeliz- ¡Hazlo!

- ¿Recuerdas la profecía? Si – lanzó una bola de fuego- May es- golpe con el martillo- la que tiene la magia y eso- otra bola de fuego- nosotros- golpe, golpe, golpe- nosotros tenemos que- bola de fuego- liberarla con ¡Ahhhhh! – esquiva una mordida- ¡SANGREEE! – terminó de gritar parándose del suelo.

Hijos del Sol y el Fuego [COMPLETA]Where stories live. Discover now