31 De Octubre

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Albus al leer la carta sonrió alegre. Volver a ver a su pequeño Harry lo emocionaba, amaba al chico como si de su hijo se tratara.

Aún recordaba cuanto se enfureció al enterarse que su pequeño Harry no asistiría a Hogwarts junto con Ren. Se mantuvo de mal humor durante todo el primer día de clases, algo muy raro en él.

Guardó la carta en uno de sus cajones y sacó un pergamino junto con una pluma, dispuesto a responder afirmativamente al pedido. Luego, la colocó en un sobre con el sello de Hogwarts y mandó a su lechuza a llevarla donde la directora de Beauxbatons, emocionado por ver al menor y esperando impaciente a que el 31 de octubre llegara.

Cuando Halloween llegó, Dumbledore estaba inquieto, esperando emocionado al menor de los Potter. Todos los profesores lo miraban con una ceja alzada en curiosidad, pues, él siempre suele estar tranquilo.

Estaban todos almorzando en el Gran Comedor cuando las grandes puertas se abrieron. Todos voltearon a ver hacia estas con curiosidad, mientras que Dumbledore se puso de pie con una sonrisa y bajó los escalones que daban a la mesa de maestros. Por estas apareció una hermosa joven de cabello hasta un poco debajo de los hombros de color azabache, ojos verdes y carnosos labios rojos en forma de corazón. Esta vestía el uniforme de Beauxbatons. Al verla, Albus y Ren la reconocieron a la perfección.

—¡Hermanito!— Gritó feliz el pequeño Gryffindor sorprendiendo a los presentes, pues, se trataba claramente de una mujer.

—Ren— Sonrió la bella chica dejando embelesados a todos. Ren se acercó corriendo a los brazos de la más baja que los tenía extendidos a su dirección. Sin dudarlo, el alfa se tiró a estos, ambos cayéndose al suelo ante la atenta mirada de todos y la suave sonrisa del director.

—Te extrañé— Susurró el alfa ocultando su cara en el cuello de la chica aspirando el suave aroma a caramelo que emanaba.

—Yo igual, pequeño — Murmuró acariciando el cabello de su mellizo. Ambos se extrañaron demasiado a pesar de sólo haber pasado unos meses de no verse, ambos siempre fueron muy unidos por más que sus padres trataban a todas fuerzas separarlos.

—A ver, dejame pararme que quiero saludar a mi tío. Luego hablaremos de lo que quieras y cuanto tiempo quieras, ¿sí?— Ren asintió en silencio y separó su cara del cuello de la omega con una sonrisa. Se puso de pie y ayudo a la más baja a levantarse. Cuando la azabache se puso de pie, se limpio el polvo y con sus manos se deshizo de las inexistentes arrugas en su vestido turquesa.

—Mi pequeño Harry— Sonrió Albus, todos lanzaron un suspiro de sorpresa. Esa chica era un hombre y, aún peor, un Omega. El nombrado Harry corrió con una gran sonrisa a brazos del anciano y ambos se abrazaron con fuerza y cariño, un abrazo paternal.

—Tío Albus... Realmente quería estar aquí contigo y con mi hermano pero padre y madre no querían — Susurró ocultando su cara en el hombro del mayor.

—No importa— Tranquilizó acariciando con suavidad la espalda del menor. Luego de unos segundos en silencio, se separaron y Dumbledore se posicionó frente a la mesa de profesores y con una sonrisa llamó la atención de los estudiantes que no quitaban la mirada de Harry, haciendo a Ren gruñir molesto ante esas miradas.— Bien, como han de observar, un estudiante de otro colegio de magia vino de visita. Les pido encarecidamente que durante su estadía aquí lo traten como un estudiante más— Anunció el mayor mientras que le hacía una seña al omega a acercarse, seña que acató posicionándose al lado de Albus— Presentate— Sonrió el mayor colocando su mano en el hombro de Harry.

—Bonjour, mi nombre es Harrison Potter pero pueden decirme Harry, soy estudiante de Beauxbatons y hermano mellizo de Ren, un gusto— Sonrió haciendo una reverencia ante los estudiantes. La sala se llenó de murmullos ante la revelación del chico, ¿no que Ren Potter era hijo único?

Ignorando el molesto ruido en que se llenó el Gran Comedor, Dumbledore con una sonrisa le indicó a Harry que se sentara al lado de su hermano. Nieve asintió sonriente y a pasos elegantes se dirigió a la mesa de los leones, causando un profundo silencio en esta. Todos concentrados en los elegantes e hipnotizantes movimientos del joven. Ren se puso de pie y, tomando la mano de su hermanito, lo sentó a su lado. Luego, volvió a sentarse.

—Harry... Te extrañé mucho— Susurró Ren, dejando de lado su comida y tomando total atención al omega. Se acercó a Harry y lo abrazó con fuerza ante la mirada de todo el Gran Comedor que, algunos lo miraban enternecidos, otros con aburrimiento y otros con celos. Unos segundos después se separaron del abrazo.

—Yo igual, Ren. Pero ahora podremos recuperar nuestro tiempo perdido, Madame Maxime me permitió alojarme aquí durante dos semanas. Sin descuidar mis estudios, claro— Sonrió ante el brillo de emoción que emanaron los ojos aguamarina de su mellizo. Ren le sirvió algo de comida a Nieve y ambos comieron, hundidos en una conversación sobre estudios y maestros de ambos colegios.

Harry sintió una insistente mirada sobre él proveniente de la mesa de profesores, de manera disimulada volteó a ver de reojo hacia donde sentía la mirada y conectó ojos con unos de color escarlata profundo, que brillaban en maldad y deseo. Decidió ignorarla por ahora, pues, hace tiempo que no veía a su mellizo y prefería prestarle atención a él que a un maestro.

Ya terminado el desayuno, Harry se dirigió hacia Dumbledore y le comunicó sobre su estancia en Hogwarts y sobre que deberá asistir a todas las clases. El anciano, encantado, le entregó todos los materiales que utilizaría y cambió su uniforme de Beauxbatons con uno de Hogwarts. A petición de Harry, quedó en Gryffindor para así poder estar con Ren y poderse guiar mejor.

Tras esto, acompañado por su tío, fue hacia su primera clase; Defensa Contra las Artes Oscuras, con el profesor Quirrel, según Ren le dijo mientras desayunaban que se llamaba.

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