Cry me out [Nathloe]

850 81 39
                                    

Tres toques en la puerta puerta de su elegante habitación la hicieron dejar el celular.

—Pasa, Jean Pascal.

El adusto mayordomo que amenamente aceptó trabajar para la señorita cuando se mudó de aquel apartamento a esta distinguida mansión hace 6 meses entró con su habitual elegancia y reverencia.

—Lamento interrumpir, señorrita, pero el joven Nathaniel la busca, insistiendo en que no se irrá si no habla con usted.

Chlóe sintió un pinchazo en el pecho al oír su nombre, pero su rostro no lo demostró. Bufó divertida y saboreó la venganza en su paladar.

—¿Desea que llame a la policía, señorrita? —ofreció ante el silencio de la joven.

La fémina levantó la mirada y le sonrió con ese aire presuntuoso y ufano característico de cuando era adolescente, uno que hace mucho no veía en ella. Irónicamente, eso lo tranquilizó, pues hace bastante no veía a la verdadera señorita Chlóe, estando últimamente ésta fingiendo una aterradora amabilidad y serenidad que sabía no tenía.

—No hace falta, Jean Jacques, iré a hablar con él —dijo sonriente—. Es hora de que la dueña de la casa saque la basura por su propia cuenta.

Y salió guiñándole un ojo. 

El corazón le latía con frenesí mientras bajaba los escalones, sabiendo que lo encontraría al llegar a la amplia sala.

Y entonces, lo vio.

Él aún no la veía puesto que Chlóe estaba en lo alto de los escalones. Aprovechando su posición, lo escudriñó a detalle: se veía preocupado y angustiado, su cabello rojizo estaba enmarañado y lucía la sudadera gris que ella le regaló, su expresión martirizada y perdida casi la hacen flaquear. Casi...

Un pinchazo azotó su pecho abriendo heridas que creyó habían sanado.

Recuerdos hermosos luchaban contra los desastrosos, ganando estos últimos a decisión de la fémina para salvar su orgullo y dignidad.

Un flashback de sucesos inundaron su cabeza y se obligó a encararlo.

Alisó su pulcro vestido blanco y acomodó su coleta alta antes de hacer resonar sus tacones al bajar; atrapando su atención.

Al ver sus turquesinos ojos clavados en ella con añoranza, esperanza y admiración le hicieron sentir... nada.

Y eso la maravilló.

Ya no tenía ese poder sobre ella.

—Chlóe... —exhaló el pelirrojo detallándola con escrutinio.

Ella era hermosa, pero ahora mismo Chlóe lucía como un precioso ángel dispuesto a acompañarlo por la eternidad.

—Recibí tus emails, Nath —admitió la rubia a modo de saludo con una confortable sonrisa—. Y eso es típico de ti, porque, ¿quién usa el correo electrónico para chatear en pleno siglo XXI? —bromeó avanzando hacia el centro de la sala.

Le señaló el mueble para que se sentara y ella hizo lo mismo frente a él.

—Chlóe, te agradezco inmensamente que me hayas permitido entrar a tu casa para poder explicarte lo que en realidad pasó y...

—¿Y para que limpie sus nombres ante toda Francia? —expeló más arisca de lo que pretendía, pero una sonrisa ladina surcó su rostro—. Bueno, ante todo el mundo, porque ese video debe de haber recorrido el planeta entero, ¿no crees?

El oji-turquesa tensó la mandíbula y se rascó nervioso la incipiente barba rojiza en su mentón en un gesto nervioso e incómodo.

—Sí, aún no sé cómo llegó hasta allí —farfulló con un dejo iracundo, aunque se recompuso con rapidez—. Pero yo vengo a pedirte perdón, Chlóe, sé que me has escuchado gritártelo desde fuera y hasta en los medios pero quería que tú...

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jan 24, 2019 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

CHLOÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora