XXVIII

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*Gabriel

No sé que era más extraño; el libro tan misterioso que estaba en la librería; o los perturbadores pensamientos de Deimon.

Decidí dejar a un lado las mórbidas cosas que podía apreciar en la mente de Deimon y concentrarme en la lectura de éste misterioso ejemplar. Noté que no tenía título y por ninguno de los dos lados se le lograba apreciar el nombre del escritor ni nada por el estilo.

Justo cuando iba a abrir la primera página del libro escuché la puerta del baño, giré y pude observar la cara de Deimon la cual al compararla con un papel éste último se vería oscuro.

No pude contenerme, debía preguntarle por éste libro tan extraño. —Deimon, ¿y éste libro?

Comenzó a tartamudear y su mente era como un tornado de emociones. Esto le estaba incomodando y no sabía por qué.

—Es un libro que encontré en la basura y decidí traerlo para ver de que se trataba. —aclaró al cabo de unos minutos.

—¿Puedo leerlo?

—Te deseo suerte, el libro está en otro idioma.

Su mente se aclaró y pude sentir como se calmaba poco a poco. A su rostro le vino el color de nuevo y su respiración volvió a ser relajada. Giré y dispuse el libro en el escritorio, lo abrí y lo primero que noté era que mas de la mitad de las hojas del libro habían sido arrancadas.

Por otra parte, Deimon tenía razón, el libro estaba en otro idioma. Y uno muy extraño. Las hojas de éste se veían como si hubieran sido escritas hace mucho tiempo, en la escritura se podían apreciar pequeños tartamudeos en el contorno de los signos, lo cual significaba que estaba escrito a mano.

Pasaba las páginas con sumo cuidado de no dañarlas. Nunca habia visto algo parecido a estos extraños símbolos. Pero en la ultima página se encontraba algo que llamó por completo mi atención; una serie de oraciones en español que parecían formar un pequeño poema. Un poema muy perturbador.

Al sentir que Deimon no se inmutaba ante el hecho de mi hallazgo deduje que él ya sabía de su existencia.

La última oración de ese escrito se encontraba al revés.

—No te confíes de nada. —susurré mientras mis pensamientos se nublaban, sentía una extraña presencia cerca de mí. Me levanté de golpe y al girarme estaba Deimon parado como una estatua con una cara que denotaba confusión.

—¿Dónde leíste eso? —preguntó dando un paso hacia adelante, quedando a escasos centímetros de mí.

—La última oración del poema está al revés. —señalé el libro.

—¿Puedo verla?

—El libro es tuyo, adelante. —me encogí de hombros y le cedí el paso apartándome a un lado.

—¿Cómo no me di cuenta? —preguntó rascándose la cabeza.

—Bueno, si nos ponemos a ver; no te distes cuenta que le gustabas a Rory, así que me veo en la obligación de decirte que no eres muy diestro en eso de darse cuenta de las cosas.

—Gracias por tu opinión al respecto. —dijo sin voltear a verme.

—¡Siempre a la orden! —exclamé mientras una sonrisa se plasmaba en mi rostro. —Ahora, serías tan amable de darme un permiso, veré que más no totaste en el libro.

Deimon se apartó y me senté de nuevo en la silla, me acerqué al escritorio y volví a observar detenidamente cada página del libro. Al cabo de unos minutos logré apreciar una pequeña marca de agua en una de las hojas, sin embargo en la parte trasera de ésta no se apreciaba nada. Pasé la página una y otra vez hasta que noté que en realidad eran dos páginas pegadas.

—¿Qué viste?

—¿Tienes un cuchillo? —Deimon se sorprendió y comenzó a tartamudear.

—¿Dis, disculpa?

—¿O una regla? Sólo necesito algo filoso para separar estas páginas. —asintió y buscó algo entre sus cosas.

—Toma.

—¡Gracias! —me concentré en el libro y de una manera muy delicada comencé a separar las páginas. Al hacerlo, en medio de estas se encontraba una hoja de papel doblada a la mitad. La tomé en mis manos y procedí a abrirla mientras sentía como Deimon volvía a acercase por la espalda.

—¿Qué es eso? —preguntó.

—No lo se, tú dime.

—¿Puedes dejar el sarcasmo?

—Jamás, el poder responder con sarcasmo de una manera clara, precisa y consisa demuestra que se tiene una mente sana.

—¿Dónde leíste eso?

—En "respuestas inteligentes para preguntas estúpidas punto com". Por sierto, esta respuesta también la saqué de ahí.

—Eres insoportable ¿Lo sabías?

—Pensé que era un animal fuerte y dominante pero bueno...

—¿No te cansas de hablar? —me interrumpió.

—Ni que hablara corriendo.

—Eres...

—Insoportable, si, ya lo sé. Me lo has repetido más de tres veces. Y eso fue solo hoy.

*Deimon

—¿Podemos dejar de discutir y prestarle más atención a ese papel?

—Depende.

—¿De qué?

—De que me dejes tranquilo y guardes silencio por unos malditos minutos y así pueda concentrarme en esto y dejar de prestarte atención a ti y a tus extraños pensamientos, los cuales por cierto me siguen traumando.

—Ok. —fue lo único que salió de mi boca.

Decidí salir del cuarto y dejar a Gabriel solo por unos minutos, a pesar de la intrigar me estaba comiendo por dentro, sabía que si me quedaba ahí no llegaríamos a ningún lado. Bajé a la cocina y me serví un vaso de agua.

Una extraña sensación me estremeció de los pies a la cabeza. Podía percibir la mirada de alguien a mis espaldas, pero al girar no había nadie. Terminé mi vaso de agua y comencé a subir las escaleras aún sintiendo esa mirada.

Abrí la puerta y Gabriel seguía concentrado en esa hoja de papel.

Debo de reconocer que jamás me pasó ni por lo más recóndito de mi mente que él y yo podriamos estar en la misma habitación por mas de diez minutos sin que uno de los dos saliera lastimado. Hace uno dias si alguien me hubiera dicho que me encontraria en esta situación no le habría creído nada.

Pero algo llamaba mi atención, apenas ayer Gabriel se encontraba distante hacia mí persona, como ya era costumbre. Ya me había acostumbrado a sus comentarios indiferentes y frívolos y hasta podría decir que me gustaban un poco.

Pero hoy estaba ante un total desconocido. Seguía haciendo sus bromas, pero éstas eran un pocos más amables y hasta un poco divertidas. Desde lo ocurrido en la mañana Gabriel cambió totalmente, el chico frío, calculador e indiferente de todas las cosas se había ido junto a esa extraña mancha blanca que lo consumió por completo horas atrás.

Sabía que a pesar de que cambiara ninguno de los dos podía estar cerca por mucho tiempo del otro; el ardor en la espalda; el dolor de cabeza y las ganas de huir al tenerlo cerca eran cosas que no dejaban de darme vueltas en la cabeza, sin embargo, nada de eso se había presentado desde su llegada a mi casa. Y eso me parecía raro.

—¿Raro? Raro es esto que acabo de descubrir. —dijo Gabriel haciéndome saber que él había visto y hasta oído todo lo que pensé.

—Gabriel yo...

—Luego hablaremos de lo nuestro, por ahora ven, necesito que me ayudes a ver si ya me volví loco.

Lo nuestro. Repetí en mi mente.

—¡Deimon! —gritó.

—Ok, ya voy.

Buen Demonio |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora