Capítulo 21.- Palabra de araña

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—¿Me podría firmar su alta, señor Kurapika?— dijo una enfermera entregándole una carpeta con sus documentos. No era nada de extrañarse para Kurapika, apenas había pasado una semana desde que firmó su última alta.

— ¿Ya me puedo ir?— el rubio había estado esperando para salir del hospital, a pesar de no haberse recuperado completamente insistió en irse a casa y llevarse a las dos criaturas que ahora eran sus hijos.

— ¿No te quieres quedar un poco más? Te falta reposar — sugirió Leorio entrando a la habitación, pero Kurapika se veía tan contento, no quería pasar más tiempo ahí.

— Entre más rápido pueda irme, mejor, sabes que nunca me ha gustado estar en hospitales

— Mentira, si no te gustará, te cuidarias para no acabar cada semana metido en una sala de urgencias.

— No diré nada esta vez porque tienes razón, pero te prometo que será diferente ahora, tengo dos hermosas razones para cuidarme.

— ¿Y yo qué? — renegó Kuroro entrecerrados los ojos.

— Perdón, Tres. — corrigió sonriendo.

— Kuroro, antes de que se vayan, necesito que vengas conmigo.

— Claro, voy en un momento. — enseguida el azabache se levantó más repuesto que Kurapika, no parecía paciente de hospital, más bien aparentaba un atleta.

— Te espero para irnos, iré a ver a los niños, debemos llevarlos con cuidado porque siguen delicados, Leorio me prestará su auto y... ¿Pasa algo? — Al ver a Kuroro acercarsele de manera tan sutil no retrocedió, compartió aquella mirada tranquila, esa serenidad, después Kuroro habló tan calmado como siempre.

— Hay algo pendiente de lo que debemos hablar. — Kuroro no jugaba cuando hablaba con ese tono, además, Kurapika dedujo por su mirada aquella cosa pendiente que tenían, entonces respiró y contestó.

— Entiendo, ahora que ya cumpliste tu parte salvando a los niños, yo debo cumplir la mía, no volverás a saber nada de mi.— Sin poder mirarlo a los ojos dirigió su vista al suelo, sería bastante difícil tener que dejar a Kuroro después de todo lo que habían pasado, pero en eso habían quedado ¿O no?

— Kurapika, espera ¿no lo recuerdas?— inmediatamente el azabache levantó el mentón de Kurapika dirigiendo sus ojos hacia él, un tanto incrédulo por la mala memoria del rubio —  Te dije que no aceptaba eso. Quedamos en que si yo cumplía mi parte tú harías lo que yo quisiera.

— Entonces eso lo arreglamos en otro momento.— El tono dominante de Kuroro no impidió que Kurapika contestará de igual manera, si lo que Kuroro quería era sólo un capricho para dejarlo después no era el momento de hablarlo. Kurapika, no puedes estar más equivocado.

— No habrá otro momento, no voy a esperar más, ahora mismo te diré lo que quiero de ti.— Exigente y casi intimidante hacía que Kurapika no tuviera otra salida más que aceptar su petición.

—¿Qué quieres?— El lenguaje corporal de Kuroro no era suficiente para revelar sus verdaderas intenciones ¿Sería capaz de pedirle algo que arruinara la relación que juntos habían logrado forjar? ¿Qué quería ese hombre ahora?

— Estar contigo — Soltó sin más seduciendo su oído al susurrar tan dulcemente esas palabras, impresionandolo por aquella petición — Kurapika, quiero que me permitas quedarme a tu lado, también soy importante para los niños y sé que no podrás tú solo, ¿Sabes? cuando estábamos en camino a rescatarlos, me dijiste que una vez los tuvieras a salvo los dejarías en un orfanato, yo no estuve de acuerdo con eso.

— ¿Y qué pretendes que haga? ¿Que los ponga en peligro? Ya hablamos de esto.

— Sí, lo sé, pero no los cuidarás tú solo. Voy a ser un padre para ellos.

— Olvídalo, no puedes.

— ¿Entonces porqué pusiste mi nombre en los papeles de adopción? — La pregunta de Kuroro hizo a Kurapika callarse y además sonrojarse, era cierto, consideró a Kuroro como un padre y tutor de los niños en caso de que él mismo no pudiera cuidarlos, ahora Kuroro tenía más que claro que Kurapika no quería separarse de él. — Yo elegí estar contigo desde el principio y como es lo que quiero de ti, no te puedes negar ¿Acaso esperabas que te pidiera alguna canallada después de lo que significas para mi? No me contestes.

— No quería seguir causandote más molestias ¿sabes? Mientras tú sigas siendo el líder de la araña yo no puedo estar contigo, eso sería una traición a mi gente.

— En eso sí te equivocaste, yo ya no soy parte de la araña, a fin de cuentas tú cumpliste tu venganza, acabaste con la araña y ahora tienes de vuelta lo que yo te arrebaté.

— Con intereses. — Tomó la mano de Kuroro y se abrazó a él. —Sólo por eso estoy tan agradecido de que estés aquí, gracias por no abandonarme.

— Así que de esta manera se siente tener una familia.

— Ni sueñes en que te diga "querido" ni nada parecido.

— Nunca lo haría, me gustas así, si me dijeras eso supondría que algo no anda bien. — Dijo Kuroro soltando una risita que callo casi de inmediato al sentir un pellizco en el brazo. — Agresivo y sensual.

— Ya ve con Leorio— empujó a Kuroro apartándose sólo para ocultar su rostro sonrojado — ahora tengo más prisa por irme a casa, quiero disfrutar de esta nueva familia.

Una nueva habitación en el sótano resguarda en una zona aquellos pacientes de recuperación tras intervenciones quirúrgicas y en otras la morgue. Sin embargo, esa no era la habitación donde estaban los niños, Leorio lo había llevado a un nuevo  sitio donde apenas entraba la luz solar, pero Kuroro no estaba seguro de querer entrar.

— Ahí está él ¿cierto?— preguntó Kuroro al doctor Leorio, no recibió más que un gesto parecido a una sonrisa como respuesta, entonces Kuroro supo que efectivamente, el cuerpo de Kalluto se encontraba ahí.

— Te entiendo si no quieres verlo.

— No te preocupes, lo menos que puedo hacer es esto. — Reafirmó Kuroro tomando un respiro.

Leorio tomó de la perilla de la puerta y la abrió para dejar pasar al ex líder del Ryodan.

Al levantar la mirada se encontró con una hermosa cama estéticamente arreglada, limpia y con la finalidad figura bajo una delgada sábana blanca a la que la luz del sol no llegaba pero alcanzaba a iluminar por completo la habitación.

Kuroro no quería en absoluto, sus manos temblaban mientras se acercaban hacia esa figura infantil, del otro lado de esa sábana estaba aquella araña que se sacrificó por la vida de dos desconocidos, que sintió compasión en contra de su cultura asesina.

Si la luz no encandilará tanto en sus ojos, talvez Kuroro se hubiera dado cuenta de que había alguien más de tras de ellos, esperándolos.

— Llegas tarde como siempre. — dijo la voz proveniente detrás de ellos, ambos se giraron para quedar de frente a quien los llamó.

Kuroro no pudo confundir esa voz de ningún modo y lo que sintió al escucharlo fue un mini infarto que hubiera deseado acabará con su vida en ese momento. Si el susto no lo mataba, esa persona lo haría con mucho placer.

La última persona que Kuroro hubiera deseado se enterará de la muerte de Kalluto.

— Illumi...

AMAR o MORIR [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora