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Se siente idiota, demasiado idiota. Se juró a sí mismo que no necesitaba nada de eso, que podía arreglárselas el mismo, pero allí estaba a pesar de todo. Se encontraba parado detrás de un árbol mirando hacia todos lados con las manos metidas en los pantalones andrajosos que siempre usaba, esperando algún tipo de señal que le dijera que podía acercarse a la cafetería de la invitación que le habían hecho el día anterior.

Jimin se odiaba a sí mismo, a decir verdad, y a su estomago también.

Después de dárselas de chico duro mientras mandaba a la mierda al castaño que le había ofrecido un café pasó el resto del día imaginando toda la comida que hubiese podido degustar y fue por ello que ahora estaba allí. Escondido como una vil rata a la espera de que un trozo de queso cayese en su plato. 

Demasiado patético.

Sería apenas una vez y una vez no le hacía daño a nadie, ¿cierto? Eso no significaba que se estaba traicionando a  sí mismo, sino que estaba usando el cerebro al aceptar alimento gratis. Solo con esa idea metida en su cabeza es capaz de convencerse a sí mismo para empezar a dar pasos hacia la cafetería, aunque cuando está cerca vuelve a esconderse, esta vez agachado en la parte de la pared antes del vitral.

¿Y sí la invitación había caducado por su mala conducta? Tenía que admitir que había sido bastante irrespetuoso al hablarle al chico, pero es que estaba cabreado. No le gustaba que las personas en general se burlaran de el y por eso reaccionaba igual que un gato arisco que se sentía acorralado. Quizá ahora el castaño se reiría en su cara por haber malinterpretado lo que dijo. Tal vez todo se trataba de una cruel broma de la que ahora formaría parte porque no era capaz de pensar en otra cosa que no fuese comida.

¿No era mejor volver antes de que fuese demasiado tarde?

— ¿Jimin? ¿Qué haces allí?

Pega un salto y cae sobre su trasero sin piedad alguna. No puede evitar que un puchero se forme en sus labios cuando el susto ya ha pasado y lo primero en que se fija es la mano que le estaban estirando en ese minuto para poder levantarse.

Y tras esa mano estaba el mismo chico sonriente del día anterior.

— Me alegra que vinieras. Perdón por el retraso, me quede dormido.

Jimin corre la mirada y se levanta por sí mismo. ¿Qué tanta mala suerte debía tener que siempre ese chico lo encontraba en situaciones en las que perdía la dignidad que parecía ya no tener? De verdad que el dueño y amo de la mala suerte.

— Estaba pasando por aquí solamente —miente ignorando el hecho de que literalmente estaba escondido en cuclillas frente a la cafetería—, no te estaba buscando. 

Pero el castaño sigue sonriendo, como si nada de eso le pareciese un chiste en absoluto. Jimin hace una mueca. Ese chico era demasiado raro desde que le conoció. En el fondo esperaba que tan solo no se tratase de un traficante de personas, porque no le quedaba otra cosa que sus órganos internos para vender el día de mañana en caso de alguna emergencia.

— No importa —contesta el chico—, ¿te invito un café?

Esa era la última oportunidad que tuvo para negarse, pero en ese momento alguien abrió la puerta de la cafetería y el olor a pan recién hecho entro por su nariz deshaciéndose a su paso de todo pensamiento racional. Muere de hambre. El día anterior no consiguió nada para la cena y eso le tenía bastante desanimado.

— Supongo —contesta haciéndose el desinteresado—... No tengo nada más que hacer...

Ahí el castaño se da vuelta y toma la puerta para sostenerla.

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⏰ Last updated: Jan 27, 2019 ⏰

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talking with flowers ☆ kookminWhere stories live. Discover now