extra

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Mickey pasea tranquilamente por un parque que tiene un olor conocido para él, su dueño tira de su correa ligeramente cuando se queda oliendo más tiempo del necesario un árbol que no tiene nada de interesante.

Un ladrido se escucha en ese entonces, cerca, muy cerca, y un perrito marrón con patitas muy delgadas se acerca al mismo árbol.

Hoseok mira al perrito que ha visto miles de veces, sus ojos suben por la correa roja, directo a las manos que también conoce y subiendo por antebrazos cubiertos de cicatrices que se le hacen dolorosamente memorables.

Su mirada se queda ahí, porque tiene miedo y no se atreve a mirar a la cara del dueño de Holly, observa sus brazos un buen rato, alternando entre ellos y los dos perritos que se estaban oliendo. Una voz en el fondo de su cabeza le dice que esos no son los brazos que recuerda, los que recuerda siempre estaban cubiertos de maquillaje que ocultaba las cicatrices ahora visibles.

—Hola, soy Yoongi.

La mano frente a él se extiende en su dirección y Hoseok levanta la vista finalmente.

Es Yoongi, claro que es Yoongi. Pero no es él al mismo tiempo, es el Yoongi que Hoseok conoció y el que se fue junto a la señora Min, el mismo que murió el día que enterraron a su madre.

En realidad, Hoseok se da cuenta mientras lo mira sonreír, ni siquiera es ese Yoongi, es un Yoongi aún mejor, se ve tranquilo, feliz y su mano no tiembla mientras la ofrece, incluso levanta una ceja divertido al ver la cara de Hoseok.

Es un Yoongi que no conoce y por eso, Hoseok decide presentarse.

—Un gusto Yoongi, soy Hoseok.

behind art; hopegaWhere stories live. Discover now