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¿Podría yo ser feliz?

Allí estaba yo, rodeada de las cenizas de la casa de mi infancia, donde siempre jugaba y corría con las personas que me enseñaron todo lo que sé. Pero ahora solo me queda el dolor, la tristeza, el ser valiente y enfrentarse a los problemas, el recuerdo dañino de ser feliz, tener una familia y ser amada por un ser que ya no existe, pero ¿puedo yo ser feliz? ¿Encontrar a alguien que sustituya ese recuerdo?

Yacía en el suelo queriendo desparecer y poder perder todo el dolor y la tristeza, si hubiera muerto no sentiría nada, ni tendría recuerdos, solo morir. Y así pudo ser si no hubiera llegado esa persona que no reconocí y me hubiera cogido en sus brazos, solo escuchaba una voz que decía:

-¿Qué te ha pasado?

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Desperté en una cama que parecía de un hospital, miré a mi alrededor y como suponía estaba en un hospital, en el sillón que estaba a mi derecha pude ver a una persona, que supuse que fue la que me rescató, pero no pude ver su rostro, está dormido. Miré el reloj, eran las tres de la mañana.

Reconocí a esa persona, era mi profesor de Lengua, Ángel Luis. ¿Por qué me salvó? ¿Acaso le importaba mi vida? ¿Qué viviese o muriese?

Pasé un par de horas preguntando por qué me salvó, hasta que se despertó y dijo:

-¿Estás bien?- Tenía un tono de preocupación-. Te vi tirada en el suelo de aquella casa quemada y no pude evitar traerte

-Estoy bien.- Dije apenas sin voz-. ¿Qué hace aquí?

Hubo un gran silencio, pareció como si estuviera evitando la pregunta, pero al final contestó

-Estaba... preocupado.

Sentí como si algo me atravesara y perdía toda la fuerza, si odiaba algo de las personas era que se preocupaban por nada

-He estado peor, créame.- Su expresión de sorpresa no me sorprendió, la verdad es que me han pasado cosas peores-. No ponga esa cara de sorpresa, es algo curioso que las personas se preocupen por cosas que no tienen importancia.

-Se estaba muriendo, eso es de importancia.- Contestó

-Pues la verdad, no es de importancia, debía morir, quiero hacerlo, no sabe dónde se ha metido.- pretendía asustarlo para que no volviera a salvarme la vida.

-¿Usted cree que soy ciego?- Su tono había cambiado, ya no era de preocupación.

-Lo siento no pretendía ofenderle.- Me arrepentí

-Sólo asustarme para alejarme de usted.

En ese momento se creó un silencio muy incómodo, que solo quería que se fuera así que rompí ese silencio diciendo

-¿Sabe dónde se ha metido?- Pregunté curiosa

-Sí.- Respondió frío y seco, su rostro había cambiado, ¿parecía enfadado? Creí que me lo estaba inventando, al ver que le estaba observando la expresión de su cara cambió-. Lo descubrí el día que hablamos sobre la distribución de la clase, como es delegada, estaba triste, siempre lo está, aunque no se dé cuenta e intente aparentar estar bien, no consigue estarlo del todo.

Me sorprendió su reacción y conclusión, estaba en lo cierto, cada palabra que dijo, era lo que yo estaba haciendo desde hacía tiempo.

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De repente apareció la enfermera dando un portazo, sonrió al verme despierta

-Veo que está bien, te vamos a hacer una pruebas para comprobar que te puedes ir a casa, usted es su padre ¿verdad?- Dijo la enfermera todavía con la sonrisa en la cara

-Oh, no soy su padre, es decir....- Se sobresaltó el profesor

- Tranquilo, si no es su padre, puede retirarse.- Pero no se movió de ahí, la enfermera se giró hacia mí y me preguntó-. ¿Dónde están tus padres?

En ese momento me quedé en blanco, con mi profesor ahí no quería decir la verdad, cuando yo tenía cinco años, murieron en un accidente de tráfico. Me armé de valor y dije:

-Murieron cuando yo apenas tenía 5 años.

¿Podría ser feliz?Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora