Capítulo 1

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Supongo que cada persona está destinada a ser algo en la vida.

Por ejemplo; yo estoy destinada a ser una aburrida ama de casa...

¿Divertido no? Ventajas de tener una familia conservadora.

Aquí en el remoto y asqueroso sitio donde nací, Liverpool.

Es un pequeño y acogedor grano en el culo de Inglaterra.

Si no fuera por el puerto, lo más probable es que ni saliéramos en los mapas.

Sin embargo, mis padres creyeron más conveniente que su única hija creciera en un lugar sencillo y tranquilo. Obviamente el grano en el culo.

No todo es malo. Mi salvación de este infierno tiene nombre y apellidos, Quentin Martins, mi mejor amigo.

Desde que tengo recuerdo, él ha sido mi vecino, y con los años mi mejor amigo. Siempre ha sido el flacucho castaño de melena desordenada, quien iba a decir que parecemos prácticamente gemelos.

Nuestras casas son colindantes, Roach Avenue, en Knosley State.

Antes todo aquello era una gran masa de tierra, pero al parecer saldría más rentable transformarlo en viviendas y edificios.

Una gran ventaja eran los árboles que ocupaban nuestros patios traseros, esos comunicaban nuestras habitaciones.

Sonará infantil, pero en ocasiones los ruidos nocturnos me invitan a dormir con Quentin. Él tomó el papel de oso de peluche, y yo no soy nadie para quitárselo.

Cuando teníamos diez años, nuestros padres nos dejaron ir al colegio solos por primera vez. Aunque en realidad solo fuimos hasta la parada del autobús.

Mi madre siempre decía que Quentin era un chico muy educado y gentil; sin embargo, le seguía viendo como a un tonto del culo.

En fin, solo tenía diez años.

Ahora ambos tenemos 15 años, pero el tonto del culo, siempre afirma que es seis meses mayor que yo. Yo siempre afirmo que morira seis meses antes que yo, así de simple.

Ambos acudimos al instituto público (asco), claramente nos negamos rotundamente a que nos separasen. Ambos nos mentalizamos de que solos no sobreviviriamos en esa salvaje tierra llena de adolescentes explosivos (literalmente).

Hoy no iríamos en autobús, Quentin tuvo la magnífica idea de ir en bicicleta, y mis padres apoyaron esa idea de gran esfuerzo físico. Todo gracias al señor Martins.

Como siempre, me vestí con un pantalón y un jersey; solo muerta me pondría los vestidos que me regala mamá. No tengo nada en contra de los vestidos, son bonitos y todo eso. Pero sinceramente... Ponerme a mi un vestido es como ponerle tacones a un gato, algo gracioso que llega a ser penoso.

Antes de salir, besé mi único poster de Elvis y bajé a desayunar ( sí, me gusta Elvis, puedo tener gustos normales ¿sabéis?).

Allí se encontraban mis padres, mi madre hacía el desayuno y mi padre lo devoraba. No tengo nada en contra de mi padre, es mi padre, lo quiero. Pero que coma como un cerdo moribundo no ayuda mucho.

Esa misma estampa es la que yo misma quería evitar para mi futuro.

-Cariño, ya estás- dijo mi madre sonriendo.

-Hellen, por fin bajas- contestó mi padre.- ¿Ilusionada por romper la rutina de ir en bus?-preguntó.

-Claro papá, creo que montar en bici dará un cambio enorme a mi vida- respondí mordiendo una tostada.

-Claro- contestó sonriendo.

-Deja el sarcasmo para el colegio Hellen.

Después de desayunar escuchando el mismo programa de radio de todos los días. Saqué mi vieja bicicleta del garaje y me dirigí a casa de Quentin.

Al acercarme a su casa allí estaba él, con su chaleco de rombos y sus gafas de pasta. Era una copia de Buddy Holly en versión empollón.

-Clarens- saludó con la boca llena.

-Vamos, Martins- respondí suspirando.

Nos dirigimos al colegio discutiendo si Elvis era gay o no. Sin duda gané yo, ya que le hice caerse de la bici. NADIE PONE EN DUDA LA HETEROSEXUALIDAD DE MI AMADO ELVIS. Nos casaremos y seremos felices en el sur de Texas.

Como siempre en el colegio, no pasó gran cosa, Quentin no se separó de mi en ningún momento, al igual que yo de él. No eramos muy sociales, ni tampoco se nos daba bien hacer amigos (qué sorpresa).

Al salir de clase él y yo nos fuimos caminando, me negaba rotundamente a montar otra vez en la infernal máquina de dos ruedas.

Mientras él me hablaba de algún tema al que no presté atención, vimos a unos chicos salir de una casa.

Vale si yo fuera chico, podría decir que se me subieron las bolas a la garganta.

Eran cinco chicos, con toda la apariencia de teddy boys. Quentin me agarró la mano y caminamos más rápido para no cruzarnos con ellos.

Pero él no contaba con que ambos eramos el blanco perfecto de unos abusones, los pardillos (el día perfecto).

Y en lo canta un gallo el chico castaño se apresuró a tirar los libros de Quentin. Todos reían de la torpeza y el tembleque de mi amigo.

Vale, lo admito. Era gracioso ver el tembleque de Q, pero no sería muy agradable para él escucharme reír. Así que opté por ayudarle.

Con una mueca le ayudé a recoger sus libros. Esos imbéciles no paraban de reir, provocándome escalofríos.

-Cretino-dije en tono bajo.

El idiota solo se acercó hacia mí, cosa que hizo que Quentin me pusiera detrás suya.

El chico volvió a reir y se fue junto con otros tres. Quizás me cagué en todo su árbol genealógico pero solo tuve el valor de darme la vuelta junto a mi amigo.

-¡MARICAS!- grité antes de salir corriendo junto al atontado de Q.

Don't Bother MeNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ