•Capítulo 1•

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Helena observó emocionada el extenso parque que se cernía a su alrededor. La naturaleza del lugar la había cautivado. No hacía ni tres días que estaba allí y el paisaje la había enamorado nuevamente, como cada verano. Tomó entre sus manos la cámara profesional que colgaba de su cuello y la acercó a su rostro, estuvo unos segundos quieta, buscando el ángulo y zoom perfecto para captar la imagen ideal. Sonrió satisfecha. El rosal que habían plantado allí hacía un bellísimo contraste con las montañas y el hipnotizante color del cielo al atardecer. Tomó varias fotos de esa índole, sólo que de distintos ángulos y posiciones. Estaba contenta, hoy había sido un buen día.

Se encaminó de regreso al hotel. Su tía había tenido razón: el parque del hotel era ideal para practicar sus fotografías. A mediados de marzo del año anterior había comenzado la carrera de fotografía en la Universidad de Rosario, donde ya comenzaría su segundo año. Este verano había decidido llevar su cámara a sus vacaciones en Salta, donde, desde que tenía doce, pasaba los tres meses de verano con sus tías Oriana e Ivana quienes habían decidido mudarse al norte con la intención de un "cambio de aires" y al fin poder cumplir sus sueños: fundar su propio hotel. Con sus ahorros habían comenzado con un pequeño hospedaje hasta que con el pasar de los años pudieron ampliar el negocio, tanto así que su hotel figuraba en el ámbito turístico como uno de los mejores. Y Helena no cambiaba sus días de descanso en el paradisiaco norte argentino por nada en el mundo.

Ingresó al hotel por la parte de atrás y fue directo a la cocina por un vaso de agua, estaba realmente acalorada, ese día además de magnífico había sido agotador por el calor. Allí se encontró con Claudio, el cocinero del hotel. El hombre sonrió con gracia ante el arrebato de la chica, parecía desesperada por beber algo.

— ¿Día productivo?—preguntó el hombre mayor señalando con la cabeza la cámara que colgaba del cuello de la chica. Ella asintió mientras se terminaba la botella de agua de un tirón.

— ¡Sí! Si quieres después te las muestro cuando las baje a la compu. —respondió la castaña. — ¿Viste a alguna de mis tías?—inquirió saber mientras miraba a Claudio pelar unas papas. El hombre de ya avanzada edad pelaba las verduras con gran destreza, absorto en su labor.

—Claro. Tu tía Ivana salió a hacer unos papeles en la municipalidad, viste que está renegando con eso. Y tu tía Oriana debe de andar por ahí en recepción o con sus pinturas. Siempre encuentra un momento para explayar su arte. —comentó el señor sin despegar los ojos de ahora, la carne.

Helena se despidió del cocinero haciéndole prometer que le guardaría un poco de esa salsa que comenzaba a elaborar. Fue hasta recepción donde no encontró a su tía, pero sí a Francesco, el lindo botones de quien Helena estaba embobada desde hacía tiempo. Él ni se percató de su presencia hasta que la tuvo frente suyo.

—Hola Fran. —saludó sonriente ella, tratando de llamar su atención. El chico levantó la vista de su celular y le brindó una suave sonrisa.

—Hola, Helenita. ¿Cómo estás?—habló él, sin darle mayor importancia a la joven, y volviendo a su trabajo. Helena suspiró pesadamente, era más que obvio que él no le prestaría atención. O por lo menos, no de la forma que ella hubiese querido. Eran grandes amigos desde los inicios de su adolescencia, el morocho era hijo de la mucama que sus tías habían contratado desde los primeros años de vida del hotel y siempre había crecido allí, criado entre habitaciones de hotel y turistas. Fran se había convertido en su confidente, su soporte. Eran dos polos completamente opuestos. Mientras que Lena era amable, responsable, y reservada, Francesco era extrovertido, completamente inmaduro pero muy sociable. Ese don de agradarle a la gente que tenía su amigo hacía estragos en la castaña quien no podía mantener ni siquiera una conversación coherente con algún desconocido. Siempre había sido tímida. Demasiado.

— ¡Bien! He estado sacando algunas fotos para mi proyecto de este año. ¿Y tú?—contestó ella, sin dejar de mirarlo. En verdad era muy, muy lindo.

—Bien, por lo menos. ¿Puedo ver las fotos?—preguntó repentinamente interesado su amigo, quien apartó sus papeles a un lado para hacerle espacio. Ella se posicionó a su lado y prendió la cámara.

—Todavía no las edité. —avisó—Pero ya que estás, ayúdame a elegir las fotos para enviárselas a mi profesora. —dijo nerviosa, sin saber por qué tantos nervios. Era solamente Francesco, su amigo de siempre, el insoportable e inmaduro Francesco. No tendría por qué sentirse así.

—Bueno, aun no comprendo tu manía con fotografiar artesanías. —comentó el chico, mientras pasaba las fotos, donde se podían apreciar diferentes artesanías típicas de Salta y provincias limítrofes. Desde vasijas, ponchos, adornos salteños hasta banderas wipala, perfectamente fotografiados.

—Es que, al igual que me pasa cuando fotografío a las personas, las artesanías tienen ese no sé qué que me resultan interesantes. Quizás porque me gusta pensar que cada una de ellas guarda una historia, una razón, los artesanos ponen esa pasión y dedicación a cada artefacto que venden. Parece ridículo, pero es lo que creo. —se explicó ella.

—No, no es ridículo. Simplemente es interesante tu forma de analizar las cosas. Y esa es una de las razones por las que sos única, Helenita. —le sonrió, y ella nuevamente sintió esos nervios retorcerle el estómago. —Mañana quiero llevarte a un lugar. ¿Querés?

—Mmm, no sé. Si es igual al lugar de hace dos años mejor no. —reprochó ella, alegando a un incómodo episodio que su amigo le había hecho pasar. Él hizo una mueca.

—No, no es igual. Y, Helenita, perdón por eso, fui un tarado. No volverá suceder jamás. —pidió disculpas él, totalmente arrepentido. Cada vez que la veía se disculpaba. Helena pensó que si él sabría toda la verdad de lo que ella vivió aquella fría noche del 2017, un par de disculpas no hubiesen sido suficiente, a Francesco lo hubiera matado la culpa y el rencor.

Luego de aceptar nuevamente sus disculpas, aceptó finalmente salir con él y se despidió, resaltando que iría a buscar a sus tías. 

• En Busca de tu Amor •On viuen les histories. Descobreix ara