• Capítulo 2 •

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— ¡Ahí estás!—el grito de su tía Oriana la había sobresaltado. Se dio vuelta, su tía caminaba hacia ella por el gran pasillo del hotel mientras se limpiaba las manos enchastradas de pintura con un trapo. Helena se dio cuenta que había estado encerrada por horas en su atelier, donde guardaba sus cuadros y pasaba largos períodos pintando. Helena pensó por qué carajos su tía había estudiado hotelería y turismo en vez de artes plásticas o alguna profesión relacionada con el arte, si se notaba a simple vista que la verdadera vocación de su tía eran los botes de pintura, pinceles y lienzos.

— ¡Tía! Te estuve buscando toda la tarde. —dijo la ojimarrón acercándose a la mujer. —No me digas, estabas pintando. ¿Estuviste todo el día encerrada ahí?—preguntó divertida, cruzándose de brazos

—Sí, Lena. Igualmente no avancé mucho. Tengo que terminar tres pinturas más para la exposición de las próximas semanas. —respondió Oriana, terminando de limpiarse las manos con el viejo pedazo de tela.

—No te esfuerces tanto que después te cansas mucho. ¿Por qué no presentás en la exposición alguna de estas pinturas?—comentó curiosa su sobrina mirando las paredes del elegante pasillo. Éstas estabas repletas por obras realizadas por Oriana. Algunas eran de paisajes o personas, otras eran abstractas, decoraban todo el extenso y elegante pasillo. En cada cuadro, cada forma, cada textura y cada color demostraban la pasión, sentimiento y emoción con el que habían sido realizadas cada obra. Realmente su tía había nacido para aquello.

—Quizás presente alguna, no lo sé. Pero necesito pinturas nuevas, frescas, juveniles. Éste festival se me presentó de sopetón y no puedo desaprovechar ésta oportunidad. —Añadió mientras observaba con atención sus obras— ¿y a vos cómo te fue con las fotos? ¿Te sirvió la belleza del parque? —le preguntó interesada.

— ¡Me fue muy bien! Cambió mucho desde el último verano que estuve. Justo por eso te estuve buscando, para mostrarte las fotografías. Ya con Fran seleccionamos las que le mandaré a mi profesora. —comentó y ambas comenzaron a caminar. — ¿Querés que te las muestre?

—Claro. ¿Tomamos unos mates y me las mostrás?—sugirió su tía.

—Dale.

•••

Ya instaladas en la enorme galería del establecimiento, y con el infaltable mate de por medio, Helena se dedicó a mostrarle a Oriana las fotografías desde su laptop.

—Esa está muy linda—señaló la mujer mientras sorbía de la bombilla, y le agregaba más agua a la típica infusión argentina. La fotografía era de unos nenes jugando en uno de los viñedos de la zona, la foto era espontánea, ya que el par no le prestaba atención a la cámara, sino que ambos reían. La chica se fijó bien en ella.

—Sí, es linda. Pero está mal enfocada y el contraste de luz no es el mejor. ¿Ves ahí? —le enseñó bien de cerca donde ella decía. —Si hubiese sacado la foto de más arriba, o desde otro ángulo la foto estaría perfecta. —explicó mientras tomaba en sus manos el mate.

—Y vos que dudabas de tu profesión. —bromeó la mujer.

Luego de terminar de ver las fotografías, ambas se enfrascaron en conversaciones triviales. A Helena le encantaban esos momentos que compartía con su tía. Era como un tiempo de tranquilidad. No sabía si era el pacífico paisaje de las montañas que tenía enfrente o el hecho de que por ese rato se sentía libre de preocupaciones lo que le transmitía tanta paz. En ese momento, llega su tía Ivana, que venía de estar un largo rato en la municipalidad de la ciudad. Llegó cansada y le pidió un mate a su sobrina mientras les contaba sobre su extenso día ocupándose de la administración del hotel.

—Ah, Ori. —le habló a su mujer. —Hoy hablé con Tami, me dijo que Romeo ya aterrizó en Ezeiza y mañana llega acá. Menos mal que me avisó porque el chico iba a llegar y nosotras ni enteradas.

—Ya le digo a Carmen que le prepare un cuarto. ¡Me había olvidado! —respondió.

— ¿Quién? —preguntó curiosa Helena, sin saber a quién se referían ambas. Sus tías siempre hablaban rápido y de repente que ella no alcanzaba a comprender nada.

—Cierto. Me olvidé de contarte. —Dijo Oriana— ¿Te acordás de Tamara Duarte? Mi amiga de la infancia que se fue a vivir a España. De la que siempre te cuento. —Lena asintió media confundida—Bueno, el hijo viene a pasar unas semanas acá, y nos pidió que lo hospedáramos y lo ayudemos si necesita algo. Nosotras encantadas, es lo mínimo que podemos hacer por ella.

—Ah, qué bien. 

•••

Después de cenar, Helena se despidió de sus tías alegando que iría ver las estrellas al parque del hotel. Era una espléndida noche de verano totalmente estrellada. Se recostó en el césped, se colocó sus auriculares y una canción de Los Beatles comenzó a reproducirse. Dejó que el pacífico paisaje de la noche salteña la embriagara y cerró los ojos, disfrutando el momento. Pensó en que ese era su lugar favorito en el mundo, nunca se cansaría de pasar sus vacaciones allí, quizás hasta en un futuro podría vivir en las montañas, le encantaban realmente. Sintió como un cuerpo se recostaba al lado suyo y se incorporó apenas. Era Francesco. Bajó el volumen de la música y le prestó atención a su amigo, quien le hablaba.

—Qué hermosa noche. ¿Qué estás escuchando?—le preguntó el chico, recostándose de lado para mirarla mejor. Ella repitió la misma acción, estando ambos cara a cara.

—Hey Jude, de Los Beatles. —contestó dejando a un lado su celular.

—Cierto, es una de tus bandas favoritas. Aunque me gusta más Imagine.

—Sí, pero es de John Lennon, no de Los Beatles. —acotó.

— ¿No es lo mismo?—preguntó algo confundido. Lena largó una pequeña risita.

—No, tonto. Cuando John Lennon sacó Imagine, él ya era solista. —aclaró. Francesco comenzó a reír, contagiando a su amiga. Al cesar las risas, ambos se quedaron mirándose por un rato. Helena apartó la vista nerviosa por el contacto visual.

—Creo...creo que ya voy a ir entrando. Está refrescando. —dijo ella parándose de golpe.

—Sí...claro. —murmuró él rascándose la nuca. — ¿Sigue en pie lo del viernes?—le preguntó, temía que la castaña de pronto haya decidido rechazar la invitación, desde que llegó hace unas semanas que todo estaba raro entre ellos. Seguían hablándose como los buenos amigos que eran, pero algo había cambiado, a veces se hacía sentir un vacío muy incómodo entre ellos, y lo notaban.

—Claro. —respondió algo dudosa. —Por supuesto. —añadió con más firmeza.

—Genial, nos vemos, Helenita. Que descanses. —se despidió él entrando al hospedaje.

Helena se quedó unos minutos más al aire libre y se preguntó si alguna vez la relación de amistad volvería a ser la misma. 

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⏰ Last updated: Feb 13, 2019 ⏰

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