C2: Migui, el del peaje

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Tomás no sabía en cuánto tiempo aparecería un bus que lo acercara a la escuela. Pensó que sería mejor correr en ese caso. Recordó un atajo, pero no estaba seguro, meditaba si era preferible perder cuatro mil, algo así como cuatro dólares, o aceptar el castigo por llegar atrasado, este último consistía en gastar toda la tarde haciendo ejercicio físico, para lo que era muy malo, y realizando tareas de matemáticas, ciencias y lenguaje, para lo que era aún peor ya que tenía problemas de concentración.

-Me quedo con la tarde, comparado con ese martirio, cuatro lucas no son nada.

Entonces entró veloz por un sucio y estrecho callejón, al final de este habían dos tipos grandes, uno llamado Miguel con una polera como de camuflaje militar con mangas rojas, varios piercing, expansiones y un jockey al lado de una calavera con un tipo de inscripción, tenía los pantalones algo abajo, era rubio con una especie de patillas largas y anchas, zapatillas muy caras y ojos claros. Lo único que arruinaba su producido y extraño look era una herida transversal que tenia en un costado de su frente, era larga, delgada y tenía los puntos puestos, se alcanzaba a distinguir que era reciente.

Tomás sabía que Miguel vivía a unas calles más allá, en una casa enorme, y que su padre era un empresario muy conocido en los medios de comunicación, también que su madre se la pasaba en el gimnasio la mitad del día y la otra mitad la gastaba hablando mal de otra gente del barrio con sus amigas y de lo que pasaba en la farándula. Pero la verdad, la historia de él a Tom le interesaba muy poco.

El otro niño, Francisco, le decían Franz, era de ojos café oscuro y pelo negro, aspecto de tipo violento, tenía dos cicatrices en un brazo y una en una mejilla. Franz iba vestido de igual manera que Migui, hasta tenía las mismas expansiones y piercings, sólo que las zapatillas de Franz no eran tan caras, aunque Tom sabía que él las había robado junto con Migui de una tienda no muy lejos de ahí. Tomás nunca había entendido por qué Migui, en vez de ayudarlo a robar, no le había dado de su dinero (o el de su padre), ya que tenía mucho, para comprarle unas buenas zapatillas a su amigo. Migui siempre llevaba una billetera con mucho efectivo.

Tom tenía claro que con sus catorce años no podría enfrentar a estos dos que tenían dieciocho y eran mucho más atléticos que él. Intentó pasar entre ellos aunque ya sabía lo que pasaría.

-¡Hey!, ¿dónde vas? –Franz lo tomó por un brazo con expresión arrogante y tonta.

-A mi colegio –respondió Tomás quien se preguntó interiormente por qué le hacia la misma pregunta siempre si sabía que recibiría la misma respuesta, sobre todo considerando que eran casi las ocho de la mañana e iba vestido con uniforme.

-Hermano, sabes que para pasar por aquí necesitas pasar pagar -empezó Micky-, porque este lugar lo ocupamos nosotros, no sé si ves que lo estamos usando nosotros -entonces levantó la mano- son veinte mil -Tom se quedó pensando dos segundos, pero se trago su orgullo.

-Tengo sólo dos mil–respondió mirando a Franz a los ojos con una expresión ansiosa, parecida a la que tendría un asistente a una subasta. -Podrían ser cuatro... -dijo de repente sacando cuatro billetes de su bolsillo. Migui iba a responder a eso, pero el gesto de Tomás lo desconcertó por un segundo y Franz respondió primero:

-¡Dámelos!

-Ok –Tom le puso los cuatro dólares en la mano a Franz, quien inconscientemente soltó el brazo con el que lo tenía detenido, el chico salió corriendo. Migui quedó sorprendido y luego miró a Franz con cara de "eres un imbécil". Tom pensó que eran un par de individuos demasiado predecibles, aún así no estaba para nada feliz de dejarse pasar a llevar así y tener que entregar parte del poco dinero que manejaba para todo el mes. Le daba rabia y pena que tuviera que soportar y hacer ese tipo de cosas, al parecer tenía miedo de acusarlos o enfrentarlos. Pensar sobre eso lo hizo sentir miserable.

Diez minutos después estaba muy frustrado, se dio cuenta que ya no había llegado a la hora aunque estaba muy cerca y que se había dejado atropellar por ese par a cambio de nada. Se puso triste y dejo de correr. 

Sin embargo, había algo que Tom no sabía, en ese momento en su colegio ocurrían cosas extrañas, si hubiese llegado a tiempo ya estaría muerto.

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