Capítulo 1.

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—Mamá.—dijo la vocecita débil del pequeño que lloraba en silencio. Su padre le había advertido que no quería un espectáculo de nuevo, pero estaba tan asustado.

Las sombras de los objetos formaban figuras en su habitación que le erizaban los cabellos de la nuca, y las historias que contaban sus amigos sobre el monstruo debajo de la cama tampoco ayudaban. Escuchó un ruido y se tapó por completo con las sábanas, estaba siendo un cobarde de nuevo al comportarse así, pero era un niño con temores como todos, y su padre no lo entendía.

—Señor monstruo, por favor no me haga nada.—imploró el pequeño dentro de las sábanas con los ojos cerrados. Un ruido en su ventana puso su corazón a mil por hora.

—¿Monstruo? Soy un íncubo.—dijo otra voz infantil bastante armoniosa para pertenecer a un ser malvado. El niño se quitó la sábana del rostro para contemplar a su visitante.

Cada uno se miró con interés. El pequeño intruso tenía dos cortas alas negras y dos cuernos que apenas sobresalían de su cabeza, a pesar de que era algo inusual y aterrador, no experimentó miedo, no parecía ser un ser malvado. Sintió una corriente de aire en todo su cuerpo, la ventana estaba abierta, ¿así es como había entrado o realmente vivía debajo de su cama?

—¿Vives debajo de mi cama?—se atrevió a preguntar, el otro sólo se limitó a sonreír con cierta burla.

—Ningún monstruo viviría debajo de una cama, ¿acaso eres tonto?
El chico dio un salto y subió a la cama quedando sentado en ésta, estudiando al otro pequeño que ahora se tapaba media cara con la sábana.

—Vine porque percibí un olor dulce, ¿tienes dulces aquí?—preguntó con interés, el otro negó.

—No se me permite comerlos.—el íncubo se acercó, olió su cuello por unos segundos. Su respiración le hizo cosquillas.

—Oh... eras tú.—se alejó yendo hacia la ventana.—¿Quieres salir a jugar?

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El gruñido se escuchó por séptima vez en el calabozo, la espalda ensangrentada era producto de los azotes que le daba uno de los hombres de su padre, todo por desobedecer, por meterse con esa mujer que ahora estaba muerta. Y es que no pudo controlarse, a los 12 años comenzó a desarrollar ese deseo sexual por las damas, visitarlas mientras dormían, poseerlas en sueños y robar su energía, tal como lo hacía su padre. Pero había una pequeña diferencia, él seguía siendo humano.

Su padre provenía de un tipo de seres llamados íncubos, hijo de una súcubo muchas décadas atrás. Pero a diferencia de su papá, él no era un íncubo completo, pues su progenitor lo había procreado erróneamente con una humana, por lo tanto, él envejecía como las demás personas, y no podía desarrollar por completo su fuerza y poderes, era en pocas palabras un marginado.

Sus cortas alas se encogieron al sentir un nuevo azote, le dolían bastante cuando las lastimaban, y lo sabía, por ese motivo lo golpeaba más hasta dejarlo sin la posibilidad de utilizarlas. Nueve, diez, once... cada golpe le dolía más que el anterior, pero cierta parte de su subconsciente le decía que se lo tenía bien merecido. La había matado... a esa chica.

—Quince.—dijo el hombre estirando su brazo y tirando el instrumento de tortura bañado en sangre.—No podrás levantarte en dos días.

Su tono era claramente una burla. El chico cubierto de sangre lo miró sin decir nada y levantó la cabeza del suelo hincándose en su propio líquido escarlata. Claramente estaba haciendo que el hombre se tragara sus palabras.

—No me hagas repetir la cuenta, al menos sé más cuidadoso y no mates a las mujeres, idiota, que seas su hijo no te da todos los privilegios.—le dio la espalda y lo dejó completamente solo.

That boy is a monster.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora