Capítulo 2.

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A la salida, Shindou lo esperaba en la puerta del instituto.

Kirino hizo todos sus esfuerzos por mantenerse sereno al verlo allí, con sus risos ondeando por la brisa de la tarde.

Esperaba ir después a la casa de Shindou por su cuenta, no que lo esperara en la entrada. No estaba preparado para eso.

—Pensé que ganaríamos tiempo si nos íbamos juntos— mencionó el castaño como excusa.

El pelirrosa le mostró una expresión nerviosa.

—Yo...

—Podemos comprar material en el camino— continuó Shindou, ignorando a Kirino—. Si es una maqueta, podemos hacer una reconstrucción del templo menor, tiene una arquitectura más simple.

—Eh, Shindou...

—¿Qué? ¿Tienes otras ideas?

¿Por qué el castaño tenía que actuar tan natural? Para Kirino solo lo hacía más difícil.

—En realidad, no pensé que...que querrías que nos fuéramos juntos y... Debo ir a dejar algo al templo primero. Pero no te preocupes, no tardaré e iré a tu casa enseguida después.

Shindou frunció levemente el ceño.

—Te acompañare, podría tomar una fotografías para armar el plano del templo.

Kirino no pudo evitar sonrojarse avergonzado. Hasta ahora, el templo era su lugar aprueba de Shindou. Aunque, si se negaba, se vería peor.

—¿Estás seguro? No quiero molestarte...

—No me molesta, ya te dije que nos será útil para el plano de la maqueta.

—Ya, está bien.

Y así, inicio su incómoda caminata. Kirino se mordió el labio inferior, incómodo ante el grueso manto de tensión que los cubría, e intentó caminar mas rápido.

No tardaron mucho en llegar al templo, pero al pelirrosa se le hizo una eternidad.

—Te espero aquí— manifestó Shindou.

Kirino asintió sin mirarlo y se encaminó a prisa para devolver el kimono a su jefa. Les harían unos arreglos para una actividad próxima.

....

Shindou estaba nervioso, aunque no lo hiciera notar.

La verdad, aunque tomó un par de fotografías, solo quería acompañar a Kirino. Y ni siquiera sabía porqué.

Suspiró. Después de todo, lo de dejar de ser amigos había sido idea suya, y ahora se contradecía, intentando acercarse de nuevo.

¿Sentiría Kirino también ese peso en el pecho?

El pelirrosa volvió corriendo, le cubría las mejillas un ligero rubor que al castaño se le hizo tan lindo que tuvo que desviar la mirada para no sonreír.

—¿Listo?

Kirino asintió.

—Vamos.

El resto del camino, Shindou se perdió en sus pensamientos, intentando imaginar como se vería Kirino con el Kimono.

Nuevamente se sintió un idiota.

....

Cuando llegaron a la casa de Shindou cargando las bolsas de materiales, parecía estar a punto de llover. Las nubes grises cubrían el cielo casi por completo.

Kirino masculló una maldición por lo bajo, seguramente cuando volviera a su casa, llegaría empapado.

Shindou carraspeo, sacándolo de sus pensamientos e invitándole a entrar.

La casa le traía recuerdos, pero Kirino los apartó con habilidad. No debía pensar en nada relacionado al siete de junio, o caería.

Entraron y se acomodaron en una de todas las salas de estar que tenía la casa.

—¿Quieres un té?— ofreció Shindou.

Kirino negó con la cabeza.

—Mejor vamos a empezar.

Shindou se sentó a su lado y a Kirino se le aceleró el corazón.

—Claro, empecemos.

....

Afuera llovía de forma torrencial, lo que no hacía mas que preocupar a Kirino. Shindou lo notaba.

El castaño definitivamente no quería que el pelirrosa se marchara en medio de la tormenta pero...¿que podía decir para detenerlo?

Había terminado las bases y paredes principales. En realidad eran bastante eficientes, como había dicho el profesor.

Kirino se puso de pie.

—Ya debería irme— mencionó algo cohibido—. ¿Crees que podrías... prestarme un paraguas?

Pero Shindou no quería dejarlo marchar, no con esa lluvia.

—Puedes quedarte... hasta que la lluvia pare al menos— ofreció.

Kirino negó con la cabeza, con la vista fija en la ventana que era golpeada por los goterones de agua.

—No creo que vaya a parar hoy— y luego agregó:—En serio debería irme.

Se encamino hacia la puerta. Tan solo llevaba el uniforme escolar. Shindou sintió aflorar la preocupación. Kirino, imprudente como siempre, seguro se resfriaba.

—De verdad, si necesitas quedarte hasta mañana no hay problema— se arriesgó, olvidando su actitud seria por un momento. Ahora parecía como en los viejos tiempos.

Notó la mirada sorprendida de Kirino, quién luego le mostró una pequeña sonrisa nerviosa.

—No te preocupes, mi casa no está tan lejos.

Pero era mentira y ambos lo sabían. Shindou llegó a su último recurso y, sin darse cuenta, tomó a Kirino por el brazo.

En medio del pasillo apenas iluminado, ambos se quedaron estáticos.

—No hagas esto Shindou— pidió Kirino, el flequillo le cubría sus ojos azules—. Ya no tienes que preocuparte por mí ¿recuerdas?

—Kirino...

—Tu lo dijiste, solo compañeros. Yo accedí...— la voz del pelirrosa parecía quebrarse—. No lo hagas más difícil.

Pero Shindou no aflojó el agarre de su brazo.

—Se que no tengo derecho a pedirte que te quedes pero...

—Continuaremos el trabajo mañana— lo interrumpió Kirino, con su voz apenas firme—. Ahora debo irme.

Kirino soltó de golpe del agarre de Shindou y salió corriendo sin mirar atrás.

Y Shindou no fue tras él.

....

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⏰ Last updated: Mar 22, 2019 ⏰

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