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Me desperté muy temprano, no pude dormir mas de unas cuantas horas. Mi cabeza dolía pero tenía que estar al cien. Me vestí y salí en busca de una farmacia para comprar aspirinas. Encontré una mas rápido de lo que imaginé y volví al hotel. No había movimiento, todo estaba en perfecto orden y silencio. Me imaginé a los empleados corriendo de un lado a otro limpiando el desastre de la noche anterior. Me frustré, no solo por el hecho de haber pasado mala noche, si no porque también no veía a los chicos en ningun lado. Teníamos que desayunar e ir a la primera entrevista, una famosa linea de programas mexicanos nos esperaban.

Sus cuartos estaban cerrados y en silencio. Espere a ver si salían y nada.

Toqué a sus puertas, esperé señales de vida... Volví a tocar y llamé con más insistencia y fuerza.

Una alarma se prendió en mi cabeza y comencé a desesperarme.

Tanquila, tranquila... Quizá solo duermen como osos...

Coloqué mi mano en el pomo de la puerta y giré. Abrió.

La puerta de Piero estaba abierta, sin seguro. Asomé la cabeza y no visualicé nada, no estaba. Volví a cerrar y caminé unos pasos, ahora abrí la de Ignazio, igual. Vacía. Tome aire por la boca para tragarme la frustración.

Si esos idiotas habian decidido escaparse, se las verían conmigo. Esto era importante, no podian fallar.

Con los nervios desbordando alcé la mano y la posicioné en la manija de la puerta. Giré lentamente, tenía curiosidad y miedo.

Giré hasta que el click me hizo justicia y la puerta abrió. Asomé por última vez mi cabeza y miré dentro. A diferencia de las otras habitaciones esta estaba hecha un lío, habian vasos y bolsas de frituras en el piso.

Me sorprendió ver sucio el lugar, normalmente Gianluca era el más pulcro de los tres. Seguí viendo dentro hasta que vi tres bolas de masa tiradas sobre la cama y sillones.


Ahi estaban, bien, pero bien dormidos.


Me acerqué en silencio y los vi de más cerca. Ignazio y Piero estaban sobre los sofás, ambos tenian el cabello desordenado y los labios medio abiertos. Una ligera linea de baba recorria de sus comisuras hasta la barbilla. Quise reír, me parecía realmente divertido verlos así, y por otra parte me daba ternura. Parecían unos niños, inocentes y traviesos infantes. Seguí observando, al parecer todos tuvieron fiesta la noche pasada.

Caminé hasta la cama, Gianluca me recibió. Y no como lo imaginé. Estaba tendido en la cama con los brazos y piernas abiertas, como si de una estrella de mar se tratase. Las sabanas estaban hechas bolas sobre su cabeza y lo único que podía verle era el copetillo que lo distinguía.

Sonreí divertida al verlos de ese modo, pero igual me molestó. ¿Cómo podian estar tan tranquilos cuando estabamos tan atrasados en muchas cosas?

Caminé hasta la puerta, como si acabara de entrar y no los hubiese visto.

Conté...

Uno...

Dos...

Tres...

Melodías del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora