Cap. XIII

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Ambas se acomodaron en el suelo blanco y frío y se colocaron sus abrigos para darle la batalla al clima, sin embargo, a pesar de que Alba había encendido la calefacción, el mármol liso sobre el que se encontraban sentadas no ayudaba demasiado.

—Pensaba pedir una pizza y una botella de vino —aclaró la rubia, quien ni siquiera tuvo que observarla con detenimiento para darse cuenta de que su acompañante era preciosa —Pero reconozco que esto es más incómodo de lo que pensé, así que... Podemos ir algún sitio, yo invito —aclaró.

—No es necesario, realmente no tengo ganas de hablar sobre Barcelona.

Alba sonrió.

—¡Vaya! ¿Quién eres tú y que hicieron con Natalia Lacunza?

—Realmente no tengo ganas de hablar contigo —respondió secamente.

La fotógrafa puso los ojos en blanco. Recordó que ya habían pactado que Natalia no le debía nada, por lo tanto ya no podía obligarla a que la escuchase, al menos no fuera de una aburrida oficina.

—Está bien, eres libre de irte cuando quieras, pero antes de eso, me gustaría hablar sobre tu hermana.

—Ella es así —dijo restándole importancia a que Elena se hubiera desplomado llorando en los brazos de Alba —Siempre ha sido frágil, demasiado sensible, se rompe ante cualquier situación y le tiene miedo al cambio.

—¿Algún cambio en particular? ¿Una ruptura o algo así? —mostraba genuino interés.

—No lo sé, Reche, la relación con mis hermanos es muy simple: yo no me meto en sus vidas y ellos no se meten en la mía.

—¡Por dios, Natalia! Pero es tu hermana y ella parecía realmente mal —le echó en cara —Por lo menos pudiste haberle preguntado.

—Mis padres arreglaron todo para que se vaya a estudiar un master a Tokio y ella no se quiere ir, me lo dijo a la mañana.

—Y si no se quiere ir, ¿por qué cojones no se queda? —Alba era una persona de mente muy pragmática, nunca lograba entender a las personas que se complicaban tanto la vida.

—Porque quedarse no es una opción, mi madre realmente se esforzó por conseguirle esa beca, es muy difícil entrar en esa facultar, y sin embargo, a Elena la aceptaron.

—¿Me estás diciendo que Elena se va a vivir al otro lado del mundo en contra de su voluntad solamente porque a tu madre le dio la gana?

—Hey hey hey... —la paró en seco —Baja el tono, que estás hablando de mi familia, y de mi madre.

—Pues parece que estoy más preocupada yo por tu familia que tú misma, no puedo creer que tu hermana haya venido a pedirte apoyo y tú se lo hayas negado.

—En un futuro me lo agradecerá —dijo con aire de prepotencia —Lo que sucede con Elena y contigo, es que no sabéis nada de la vida.

—¡Wow!... Habló la experta que lo sabe todo... ¿Y qué sabes tú de la vida que yo no sepa?

—Que no es fácil —respondió tras un prolongado silencio.

—¿Y tú siempre eres tan... de pocas palabras o es que yo hablo demasiado? —insistió Alba, intentando obtener una respuesta más amplia y convincente.

—Hablas demasiado y además no me caes bien.

—Tú tampoco me caes bien —la dueña del apartamento puso los ojos en blanco.

—¿Ah, no? —Natalia se rio y Alba pensó que ese sonido era uno de los más agradables que había escuchado jamás —Entonces... ¿Por qué buscas cualquier pretexto para acercarte a mí, para hablarme, para...? —Lacunza iba a continuar poniéndole roja a su acompañante, eso seguro, pero el llamado de la puerta la obligó a callar.

Misión, visión, valores y objetivos de una empresa no cumplidosWhere stories live. Discover now