Hermano contra hermano

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¡Basta! Me llevas molestando un trecho, forastero. Si aceptas desistir de esta tenaz persecución, y dejarme luego a solas con mis recuerdos, responderé a tus implacables preguntas. Te contaré por qué un hombre muerto cabalga por las calles de Valencia. ¿Ves aquel castillo sobre la colina? Es el hogar de Rodrigo Díaz, a quien moros y cristianos llaman El Cid. Viene de la palabra árabe "sidi" que significa "señor". Es el mejor hombre que haya existido jamás.
El Cid era un caballero y vasallo leal de uno de los antiguos reyes de España. Cuando el anciano rey murió, el reino se dividió entre los hijos que lo sobrevivieron: Sancho y Alfonso.
El rey Sancho se quedó con Castilla, una tierra árida y azotada por el viento, que debe su nombre a los numerosos castillos fronterizos. El Cid continuó sirviendo a Castilla y a su nuevo rey como era su deber.
 El astuto rey Alfonso gobernaba León, pero conspiraba abiertamente para convertirse en rey de toda la España cristiana. Pronto se inició una guerra entre Castilla y León.
La lucha tuvo su punto fulminante en la batalla de Golpejera, donde El Cid intentó capturar al malvado Alfonso.

Aunque El Cid derrotó al ejército de Alfonso, el astuto rey sabía que había otras maneras tortuosas de ganar una guerra. Alfonso convenció mediante engaños a su hermano, el rey Sancho, para celebrar una conferencia secreta al amparo de las murallas de la ciudad de Zamora, y lo mandó a asesinar por la noche.
Con la muerte de su hermano, Alfonso se convirtió en rey de Castilla y León, y por ende, el rey más poderoso de la España cristiana.
El Cid no podía confiar en el rey Alfonso, pero había jurado servir a su rey, y ese hombre era ahora Alfonso.
Obligó al rey Alfonso a prestar juramento sobre las sagradas escrituras exculpándose de la muerte de Sancho. Nervioso, Alfonso lo declaró así frente a su ejército y su corte. Con esto, El Cid le ayudó a consolidar su derecho al trono ante el pueblo, porque este confiaba en El Cid.
Pero el rey Alfonso no supo apreciar el gesto del Cid. En vez de ello, comenzó a sentir rencor contra el hombre que era el mejor de sus caballeros, por haber dudado de él. Alfonso también sentía envidia y recelo, por la popularidad del Cid entre los soldados y gente del pueblo. Una y otra vez, envió al Cid a batallas peligrosas de las que siempre regresaba victorioso.

El CidWhere stories live. Discover now