El enemigo de mi enemigo

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¿Que cómo sé tanto acerca del mío Cid, Rodrigo Díaz? Soy Jimena de Asturias, la dueña de este castillo. En el año 1075, Rodrigo y yo nos casamos en Castilla. Aquellos fueron los días más felices de mi vida. Al menos cuando no enviaban a mi esposo a luchar contra los moros.
En oriente, en Tierra Santa, sólo hablan de una expansión musulmana, la de los turcos selyúcidas. Pero aquí, en España, nos referimos a otra: la de los moros.
Habían gobernado el sur de España durante tanto tiempo, que a menudo cristianos y musulmanes vivían como vecinos sin animosidad. Así sucedía en la ciudad de Toledo, que se encontraba en tierra mora, pero que estaba habitada también por cristianos. 
Un asesinato político había asumido a la ciudad de Toledo en una guerra civil. Viendo una posibilidad de expandir el imperio, el rey Alfonso atacó Toledo con la excusa de restaurar el orden.
Dio al Cid el mando del ejército, aunque una vez más, cabe preguntarse si lo que deseaba no sería ponerle en peligro. 

Una vez más, el Cid salió victorioso y entregó la ciudad al rey Alfonso, moros y cristianos juntos, gritaban su nombre desde las murallas de la ciudad, llamándole El Cid Campeador; es decir, un señor conquistador. Tras casi 400 años de dominio moro, la ciudad de Toledo tenía por fin un rey cristiano. Pero Alfonso aún no estaba satisfecho. Acusó al Cid de buscar la gloria personal a expensas de la corona. Cuando oía a los campesinos gritar el nombre del Cid en lugar del suyo, se enfadaba aún más. Supe entonces que nuestra pacífica existencia en Castilla estaba a punto de terminar.

El CidWhere stories live. Discover now