Primera cita: el aburrido

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Por Ami Mercury


Primera cita: el aburrido

En mala hora te hice caso.

Ya te dije que esto no podía salir bien. ¿Una app para ligar? Por favor, ¡es penoso! Pero no; tú ahí, venga a insistir hasta que me instalé el dichoso Minder. Que a ti te haya funcionado no significa que nos vaya a funcionar a los demás, ¿no? Somos distintos y nos van cosas distintas. Y supongo que no tengo tu misma suerte.

Pero vale, vale, deja de insistir y te cuento lo que pasó.

Me hice la cuenta, ¿de acuerdo? Enseguida me salieron perfiles compatibles pero fui descartando hasta quedarme sin nada. Es que... no sé, me parece ir muy a saco, ¿no? Además, ¿cómo lo hago? ¿Abro una conversación ahí, sin más? «Hola, ¿qué tal? ¿Quedamos o qué?». Me parece tan... frío. En persona es más directo, más cercano. Las miradas, las sonrisas, un guiño, un acercamiento con el cubata en la mano. Tú ya me entiendes.

Vale, sí, tienes razón. A mí nunca me ha funcionado el ligoteo de discoteca porque soy demasiado tímido. Mi técnica es la de quedarme esperando a que llegue el hombre de mi vida y así me ha ido. Con treinta años y más solo que la una, ya ves.

¿Por dónde iba? Ah, sí. Me deshice de todas las sugerencias y ahí quedó la cosa hasta que me llegó una solicitud. Confieso que, en ese momento, me sentí un poco optimista. Era justo lo que quería, ¿no? Que vinieran a buscarme a mí.

El chaval se llamaba Rafa. Guapito, cachas, activo y con una camiseta de Los Ramones en su foto. A pesar de esto, no te creas, al principio desconfié un poco. Seamos sinceros: la mayoría de los tíos van a lo que van en esta app y eso no es lo que busco. Para un polvo rápido me sigue funcionando la técnica del cubata en la discoteca pero ya estoy cansado de todo eso. Así que tardé algunas horas en contestarle.

Empezamos a hablar por el chat y ya la cosa cambió. Muy majo el tal Rafa. Me gustó que estuviera pendiente, ¿sabes? En cuanto yo contestaba ya me aparecía el aviso de que él estaba escribiendo, así que pensé: «al menos muestra interés». Y, después de hablar unos cuantos días seguidos, quedamos.

¿Sabes qué pasó al final? Que le dejé tirado como una colilla, lo siento por él. ¡Qué narices! Lo siento por mí, yo fui el que se pasó la cita aburrido como una ostra. ¿Que qué ocurrió? Permíteme que me ría un rato.

La idea era cenar, una copa y luego ya veríamos. Lo dejamos bien claro antes, por chat: buscamos pareja, no sexo rápido. Hasta ahí, bien. Rafa se presentó puntual y me dio una buena primera impresión. No vino de punta en blanco sino que llevaba la misma camiseta de Los Ramones (limpia, eso sí: se olía el suavizante a un metro), una chaqueta de cuero y barba de un par de días. Tampoco parecía que se hubiese pasado una hora ante el espejo para peinarse; de hecho, es que ni siquiera estaba peinado. Pero me gustó porque me inspiraba confianza. Parecía muy natural; un tío que no intenta dar una imagen mejor de sí mismo tiene que ser honesto a la fuerza, ¿no?

Pues yo no sé si Rafa será honesto o no lo será. De hecho, no tengo ni pajolera idea de cómo es porque, después de darme dos besos para saludarme se sacó el móvil del bolsillo, nos hicimos un selfie y ya no se despegó del puto cacharro. Te lo digo en serio: ¡toda la santa noche con el ePhone en la mano! Y yo, que ya sabes cuánto me cuesta empezar una conversación, devanándome los sesos por encontrar algo de lo que hablar. Hubo un par de amagos pero nada: yo preguntaba, él contestaba y volvía a mirar el móvil. Fue penoso, te lo digo en serio.

¿Qué hice al final? Le dije que iba al baño (Rafa se limitó a asentir sin quitar los ojos de la pantalla), recogí mis cosas, pagué mi parte en la caja del restaurante y me largué de ahí. Ni se dio cuenta, el tío. Es más, me pregunto cuánto tiempo más estuvo allí sentado con la nariz metida en su Instantpic y sin darse cuenta de que le habían plantado.

En serio, menudo muermo y vaya mierda de noche desperdiciada. No te vuelvo a hacer caso en mi vida y el Minder, por mí, puede irse al carajo. Lo voy a desinstalar a la de ya.

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