Capítulo Único

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Si había algo que era completamente verídico en esta vida, era el hecho de que para Dazai, Chuuya no era más que un juguete con el cual podía divertirse, dañarlo, humillarlo y luego tirarlo sabiendo que siempre volvería a su lado como el gran masoquista que era.

Chuuya se calificaba como de esas clásicas personas que carecen de amor propio y buscan rellenarlo utilizando de excusa el enamoramiento, deseando que así logren satisfacer esas ganas de cariño que los corroen por dentro. Por lo visto, su nueva víctima resultó ser él, lo que era una lástima porque en lugar de ser él usado terminó siendo el que se aprovechaba del pelirrojo. Si bien la jugada se fue en su contra, el pequeñín seguía pegado a él como una lapa. Hace mucho se rindió con que lo dejaría en paz, por lo que como el gran bastardo que era, aprovechó al máximo los beneficios que el joven le pudo ofrecer en todo aspecto.

Por tal motivo ahora se encontraba esperando en una fuente del parque a que su marioneta llegara, siempre era demasiado puntual alegando que tenía unas inmensas ganas de verle y Dazai resoplaba irritado de esa molesta actitud para después regalarle una falsa sonrisa de ternura que su compañero se tragaba totalmente y le respondía con una igual de idiota.

Sin embargo, en esa ocasión iba atrasado cinco minutos lo que era muy inusual, cuando se presentase lo ignoraría y le dejaría ahí, y por supuesto continuaría con su indiferencia una semana más para que el chico le rogara por unas migajas de afecto que él poco a poco iría cediendo hasta tenerlo de nuevo comiendo de la palma de su mano, con miles de promesas de mejorar para que no lo deje.

Sonrió con suficiencia imaginando lo arrastrado que se vería detrás de él.

Sabía de buenas fuentes que por espectáculos así muchos de sus amigos le aconsejaron a Chuuya que abandonara la relación, que no merecía ni la cuarta parte del tiempo que le dedicaba, que podía conseguir algo a su altura. Dazai no recordaba haber reído tanto porque iba a ser complicado encontrar un chico tan enano como el pelirrojo con más virtudes de las que él tenía. Era imposible.

Su inteligencia era superior a la media, tenía un talento innato para el liderazgo y la estrategia, era increíblemente atractivo y su encanto lo ayudaba a conseguir lo que anhelaba siempre. Un mejor partido no iba encontrar ni explorando debajo de las rocas.

Pronto los cinco minutos se hicieron quince y no tardo demasiado en convertirse en media hora.

Una mueca de aburrimiento surcó su rostro mientras maldecía al enano de ojos azules por hacerlo aguantar el sol ardiente de aquella tarde; su cara de hastío hacía que las personas a su alrededor se alejaran lentamente o evitaran tener contacto cercano con su ser. O bueno, tal vez también podría ser porque intentó ahogarse en la fuente para matar el rato acabando con sus ropas ultra mojadas.

Según su reloj de mano, la hora por fin se había cumplido, incluso sentía sus prendas secas de tanto calor que hacía. Imaginando los primeros insultos que le diría al ojiazul por plantarle aquel día, camino sin rumbo por las calles.

Y de otra forma aún más misteriosa, la puerta del joven Nakahara se manifestó frente a él. Se hacía obvio el que conociera su casa, después de todo, eran pareja y compañeros de clase; incontables veces fue a su casa para perder el tiempo y relajarse mientras el otro hacía los deberes de ambos. Su actitud y sumisión lo volvían muy manipulable a ojos del castaño, que usaba cada ocasión que se presentaba para abusar de esa pobre alma en pena.

Decidido a confrontarle y hacerle sentir culpable, como el gran desgraciado que era, tocó el timbre y mostró una falsa sonrisa a la mamá del joven para que le dejara ingresar, le entraron grandes arcadas de todas las cursilerías que había dicho para que la señora le permitiese subir a la habitación del muchacho.

Perspectiva【Soukoku】Where stories live. Discover now