Padre, confieso que...

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 —Ave María Purísima

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—Ave María Purísima.

—Sin pecado concebida.

—El caso es que yo padre, yo... no sabría como explicarle. Verá, ya se que mi voz no le resultará familiar ni mi rostro, al que desde luego no verá muy bien desde el enrejado de madera, la verdad, me sorprendo a mi mismo intentando recordar el protocolo, aunque supongo que será como lo de andar en bicicleta, que nunca se olvida del todo ¿verdad padre?
Me he detenido frente a su Iglesia, he entrado con cierto recelo pues soy ateo ¿sabe? Y al verle a usted en el confesionario tan impávido, tan predispuesto a escuchar, me he dicho aquello de "¿por qué no?" y he decidido relatarle la obsesión a la que he visto reducida mi vida.

—Bueno, para serle franco, me sorprende usted. Es poco usual que un rechazando la existencia de Dios... pero en fin! Haremos caso a la fe divina ya que la casa del Señor está abierta también para los ateos, por supuesto. Así que, si es ese su deseo, cuénteme o mejor dicho... libérese; no se muy bien en que podré serle útil pero le garantizo que el corazón del misericordioso y el de un humilde servidor, le escuchan.

—Padre quiero confesarle que he sido soberbio y avaricioso. He manipulado la vida de toda clase de personas, desde la más ínfima pobreza hasta ricos y poderosos hombres de negocios... políticos, famosos, artistas. He sentido envidia hacia unos y otros: de unos me resultaba exasperante el glamour, los delirios de grandeza... de otros su estúpida alegría y risa contagiosa, su bondad, humildad, la posibilidad de vivir con poco. He influido en todos ellos con regocijo además.
Envolvía sus vidas con sobornos, con extorsiones, con mujeres que yo, omnipotente, colaba en sus vidas para ofrecerles pasiones; las mujeres desaparecían y sus vidas se volvían caóticas y trágicas: unos se volvían alcohólicos, otros ludópata e incluso los había que se suicidaban.
A veces ponía en sus vidas alternativas. Les hacía llegar dinero... u otras mujeres, o trataba que les envolviera una extraña felicidad ¡Me divertía ese tira y afloja! Ese todo o nada.
He ultrajado y humillado a unos. He hecho dichosos y poderosos a otros. He hecho caer a los fuertes y subir a los indefensos... en ocasiones ha sido peor aun de lo que era, a personas hambrientas, pobres, indeseadas, las he rodeado de más miseria y desdicha si podía. He hecho con sus vidas lo que me ha venido en gana, padre, mi mente ha actuado fría y calculadora. Desde mi despacho yo sólo tenia que mover una mano para que las cosas cambiaran a mi antojo, como Dios padre! Yo era como Dios!
Padre, he probado todos y cada uno de los goces sexuales que existen, con mujeres y hombres de cualquier edad, estado social, belleza o nacionalidad. Dependiendo de la ocasión, escogía a unos o a otros. Desde mujeres delicadas, esbeltas y de ojos azules a morenas gordas y feas; hombres altos, elegantes, fornidos e incluso amanerados y sumisos ¡yo que sé! Me daba igual su belleza! Perdía todo el sentido.
No quisiera entrar en detalles, padre, pero he organizado autenticas orgías ¿entiende?.... bacanales de placer. También ha habido violaciones, padre, pero no por ser un enfermo, sino por la mera satisfacción de conseguir un ambiente trágico. Me atraen mucho las atmósferas trágicas ¿sabe padre?
He dejado a mujeres marchitas, traumatizadas y demacradas; la verdad he convertido a personas en meros objetos sexuales.

—¡Pero...!

—No! No se abrume padre, aun no he acabado. He matado, padre, o mejor... he asesinado a personas inocentes y a otras que no lo eran tanto. En ocasiones, lo reconozco, me he comportado como un auténtico psicópata. En ese sentido, el asesinato suponía para mí un especial deleite, desde los más macabros y sangrientos crímenes, hasta los calculados y fríos asesinatos. He simulado accidentes, mis manos han vertido cianuro en la copa de la persona que... irremediablemente, tenia que morir.

—Pero ¿está arrepentido?, ¿no?

—¡No! Padre, no estoy arrepentido ni siento remordimiento alguno. La verdad, es que gozo bastante con todo ello y, en cierto modo, no me considero responsable de nada, sino un enfermo de mi propio narcisismo, de mi propio complejo de Dios: hay algo dentro de mi que no sabría como definir, pero me impulsa a cometer crímenes, a levantar pasiones, a estar por encima de lo bueno y de lo malo, por encima de lo terrenal, metafísico y fantástico; aunque ya sé... ya sé que nada de esto es del todo veraz padre y que tan sólo es cierto en el estricto sentido de la palabra. Padre, he de confesarle que confieso por pura y simple vanidad...

—¡Vade retro, Satanás! Aparta de mi vista ¡eres el mismo Demonio!

—No padre... no. Sólo soy un simple, honrado y desconocido escritor. 

Padre, confieso que...Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin