Capítulo 3

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Cuando se juntaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos, para comer mi carnes, ellos tropezaron y cayeron.
— Salmos 27:2 —

25 de Junio de 2019 - Nueva York, 13:30 hs

Tomada de la mano con Cindy comenzamos a bajar. Los gritos seguían y entraban en nuestra cabeza como una señal de alerta. No teníamos idea de que estaba pasando y una parte de mi tampoco quería saberlo. Solo queria volver a casa con mi madre, ella seguro sabe más que yo de lo que está pasando.

Al llegar abajo encontramos a Sam, el hermano de Cindy, en la puerta del aula con su mochila de Los Vengadores puesta. Al vernos, corrió hacia nosotros llorando. Lo abrazamos y tratamos de consolarlo. Estaba muy feliz de que mi mejor amigo estaba bien. Si, ese chico de 10 años era mi mejor amigo. Siempre que iba a la casa de Cindy y tenia que esperarla, me quedaba jugando con Sam o ayudandolo con su tarea. En verdad eran familia para mí.

Ya estabamos listos para irnos. Del otro pasillo venían nuestros compañeros corriendo hacia la salida, y adivinen quienes estaban atras de ellos.

Tomamos a Sam de la mano y comenzamos a correr hasta que salimos de la escuela. Lo que vimos fue espantoso. En la calle de donde provenía la explosión corrian cientos de hombres, mujeres, adolescentes y niños hacia nuestra dirección. Alcancé a ver varias cosas. Un hombre pateando a otro en el estómago con tal fuerza que el que estaba siendo golpeado escupia sangre de su boca. En otra esquina una mujer arañando el cuerpo de su hijo. Una pareja de ancianos caminando con sus bastones lo mas rápido que podían, los gestos de dolor en su cara indicaban el gran esfuerzo que hacían. Su esfuerzo no sirvió de mucho ya que un adolescente de unos 16 años le quito el bastón la pareja de ancianos, que cayeron al suelo con un grito de dolor. El adolescente comenzó a golpear a la anciana mientras que él con gran tristeza hacía lo que podía para que deje de golpearla. 

Escenas asi se repetian enfrente de nosotros, y todos gritaban un nombre distinto. Deje de ver a mi alrededor porque no podía seguir viendo esto. Nuestros compañeros salían de la escuela y corrían hacía todas las direcciones según les convenía, sorprendiendose cuando veían lo que ocurría afuera. Les eché una última mirada deseando en mi mente que tengan suerte, ya que tal vez no los volvería a ver.

Cindy me jaló indicandome que debía correr. Ella tenía en sus brazos a Sam, que puso su cabeza en el hombro de Cindy, poniendo las manos en sus oídos y cerrando los ojos con fuerza. Lamentablemente eso no era un sueño, y no terminaría ahí. 

La explosión fue al Sur de la escuela y nosotros vivíamos al Norte de ella. La casa de Cindy estaba cerca, y nos dirigiamos hacia allá. Por suerte, el profesor de matemáticas acercó su auto a nosotras, señalando el asiento trasero para que subamos. Confiabamos en el profesor, así que subimos los tres y el auto arrancó.

—Qué está pasando, profesor? — Preguntó Cindy asomándose desde el asiento trasero.

—No lo sé — Contestó el profesor con preocupación — tenía unas horas libres así que fui a tomar un café en el bar de la esquina. Dos mujeres comenzaron a pelear, luego dos hombres, luego unos niños, luego una pareja que estaba sentada al lado mio. Así que salí y ví el caos que había. Tomé mi auto para ir a casa y me encontré con ustedes. Puedo acercarlas si quieren, pero luego me desviaré, mi casa queda en aquella dirección — hizo una seña hacia unas calles al oeste.

—Está bien, profesor Wilder. Gracias —Contesté aliviada de que nos alejábamos del caos.

Saqué el celular pero ya no tenia batería. Lo cargaría un rato en la casa de Cindy y le avisaría a mamá que estaba bien.

En el camino a casa de Cindy ninguno pronunció palabra alguna. Sam se había dormido. Me puse a pensar que podría haber pasado, pero ninguna hipótesis llegó a mi mente. 

The JourneyWhere stories live. Discover now