III. Los ladrones y asesinos son los que huyen de noche

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—Tienes algo que decirme.

—Sí, el miedo de Nisán. El rey de esté mundo le teme al futuro.

Ella parpadeó.

—¿Y por qué?

—¿Por que qué?

—¿Por qué le teme al futuro?

—Eso no era parte del trato.

—Ahora sí, ¿Por qué le tiene miedo al futuro?

Guardé silencio unos segundos mientras hacía una lista mental de todos los insultos que conocía, ordenados alfabéticamente. Pero luego dejé de lado los insultos y me concentré en su pregunta. Lo pensé un poco.

Responder mal frente a esa cosa no era como la pregunta de un examen que podías ocultar con el promedio de otras preguntas, más bien era como largar un chiste subido de tono en una reunión familiar con tus tías y abuelos. Si lo hacías mal, estabas quemado.

—¿Por qué no le tendría miedo? —respondí su pregunta con otra pregunta—. El tiempo fue lo que le arrebató todo, la llegada del futuro, le quitó a su familia. Digo, imagina un mundo donde no existiera el futuro. En ese mundo él continuaría con no sé... diez años, estaría con sus hermanos, riendo y su padre no estaría tan loco y su madre continuaría viva. En ese mundo él sería feliz, en un lugar donde el pasado sea eterno. Pero lo que vendrá... no sabe, es un vacío ¿incierto? Por eso le teme al futuro porque ya no es suyo, lo perdió, un futuro sin las personas que amas está perdido... es como si no existiera.

Ella me observaba atentamente.

—Creo —agregué.

La niña largó una risilla con los ojos húmedos ¿Iba a llorar? ¿De veras? ¿Ahora? ¿Conmigo? ¿Por qué dije esas palabas que ni yo mismo entendía? ¿A un ser inmortal le conmovía el tiempo? ¿Un sactus lloraría lágrimas normales o largaría rayos por los ojos? 

 —Qué contradictorio que eres. Hablaste con seguridad pero terminaste con indecisión.

Otra vez con la lata de contradicciones. Me esforcé por no poner los ojos en blanco.

 —Ahora cumple tu trato. Por favor.

La niña se sentó en el suelo, en mitad de la lluvia, golpeó el charco de agua sucia y me indicó que tomara asiento. Claro, porque ella no se mojaba; me senté a su lado y enlacé mis piernas. Ella humedeció sus labios.

—Muchos dicen que los sanctus sabemos todo y no tenemos sentimientos.

—¿Tienen?

Ella ladeó la cabeza.

—Qué importa eso. Quiero que sepas que... Lo hago para protegerte, me provocas pensamientos tristes, mortal. No comprendes cómo funciona el tiempo. Pero me temo, joven trotamundos, que no sólo debes saber algo, tienes que comprenderlo, que vivirlo. Y tú del tiempo no comprendes mucho. Como dijiste no podemos saber nuestro futuro. El libro de Solutio es una aberración ¿Sabes que las personas que leyeron el libro trataron de evitar su destino pero sin saberlo se encaminaron al final que trataban de esquivar? Sólo unos pocos logran cambiarlo... pero no del todo, sólo postergan lo inevitable o lo traen pero de otra manera. En pocos casos, en muy extrañas circunstancias, logran postergar su destino tanto tiempo que mueren sin cumplirlo.

—¿Dónde está el libro de Solutio?

La niña negó ligeramente con la cabeza y comprimió los labios.

—Regresa al Triángulo y lo sabrás.

—¿Dónde está? —grité más de lo debido, comenzaba a inquietarme porque la primera pregunta que le hacía no la contestaba—. ¿Estamos destinados a esta guerra? ¿Eco nos dijo la verdad? ¿Nosotros la terminaremos? ¿Somos importantes o somos simples soldados?

El futuro perdido de Jonás Brown [2]حيث تعيش القصص. اكتشف الآن