Capítulo 27

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Emmanuel salió de casa, y yo me quedé atrás porque recordé que tenía que retirar la colada de Franz del tendedero y dejarla en su habitación. Por suerte, no había lavado muchas cosas y me llevó menos de cinco minutos emparejar sus calcetines y doblar su ropa. Al entrar en sus dependencias para colocar la ropa limpia sobre su cama, algo llamó mi atención. Sobre su escritorio, entre otros tantos documentos que no me interesaban, había un cartel de "se busca". De normal hubiera pasado desapercibido, pero el rostro de la persona a la que se buscaba me resultaba familiar. Me acerqué y lo cogí, para descubrir que se trataba de Richard. Se veía diferente, mucho más joven, pero sus rasgos eran perfectamente reconocibles. Sin embargo, lo más llamativo era su indumentaria. Llevaba una especie de uniforme militar de manga corta con la banda de la esvástica en el brazo que, si no me equivocaba, era el de las Juventudes Hitlerianas. En su cara había una mueca de desagrado.

Sin dar crédito a lo que mis ojos veían, leí el texto para ver qué decían sobre él.

Se busca: Richard Viktor Hübsch, por numerosos delitos y su posterior huida de Alemania.

Edad: 17 años, nacido el 4 de enero de 1923 en Schwerin, Mecklenburg-Vorpommern, Alemania.

Estatura: 186 cm

Peso: 70 kg

Complexión delgada, pelo rubio, ojos azules, rasgos arios. Tiene una cicatriz de bala en el abdomen por anteriores disputas con la policía. Hijo del político comunista arrestado Viktor Emil Hübsch, fue líder de las Juventudes Hitlerianas y una personalidad relevante en su ciudad. Se cree que puede estar con su madre, Magda Hübsch, en algún lugar de Francia. Habla francés como segunda lengua, su acento es imperceptible. Cualquier información sobre su paradero será recompensada.

Ahora entendía por qué me había parecido tan oscuro cuando le conocí, realmente ocultaba algo, y ese algo era muy grave. Lo había hecho muy bien, yo jamás hubiera sospechado que no era francés. Sin saber cómo tomarme lo que acababa de leer, dejé el cartel donde estaba. Reparé en que Franz había dejado una nota manuscrita que decía algo parecido a "destruir todos los ejemplares". Al menos, aunque él y Richard se odiasen, parecía estar intentando protegerlo.

Salí de casa con las piernas casi temblorosas, pensando en que no sabría cómo enfrentarme a él si lo veía en persona después de semejante revelación, y, de pronto, como si de magia se tratase, escuché su voz detrás de mí.

-¿No vas a la fiesta? -sonaba despreocupado, como si no sospechase lo más mínimo que le buscaban, y que yo había descubierto la verdad sobre él.

Me giré a verlo, y no pude evitar imaginarlo con el uniforme de las Juventudes Hitlerianas, incluso hizo el saludo fascista dentro de mi cabeza. Él sonreía inocentemente, incapaz de imaginar lo que se le venía encima.

-¿Richard Viktor Hübsch? -al escucharme pronunciar su verdadero nombre, sus ojos y su boca se abrieron de par en par.

-¿Co... Cómo lo sabes? -de pronto había entrado en pánico.

-La policía alemana te busca, he visto el cartel con mis propios ojos.

-¡No puede ser! -le temblaba todo el cuerpo y parecía a punto de llorar. 

-Me mentiste... -me atreví a decir, conteniendo las lágrimas yo también, no podía creer que me hubieran engañado de aquella manera ¿qué delitos habría cometido? ¿Qué querría él de mí?- yo te lo conté todo y tú me mentiste.

-¡¿Qué querías que te dijera?! -exclamó él, llamando la atención de los que se dirigían a la sala. Lo tomé del brazo y lo arrastré hacia la parte de atrás del edificio-. ¿Cómo sé que no me ibas a delatar? Además, quería que fueras mi amiga, y si te decía la verdad me odiarías.

-¿Y ahora que sé que eres alemán, cómo puedo saber cuáles son tus verdaderas intenciones? -respondí yo.

-¡Ya está! ¡Ya estás cayendo en el error! -gritó él, esta vez más enfadado que triste-. ¡¿Crees que me fui de Alemania por gusto?! Lo estoy pasando igual o peor que vosotros. ¡Me persiguen en mi país por cosas que ni siquiera son moralmente incorrectas pero que para ellos son delitos! No todos los alemanes vivimos como reyes, en Alemania hay gente que sufre, y yo soy uno de ellos. Soy como tú. Por favor, no generalices.

-¿Qué delitos cometiste? -pregunté, algo más calmada.

-Falsificar documentos para los más desfavorecidos, esconder judíos en mi casa... -respondió él, tratando también de calmarse-. Y respecto a las juventudes hitlerianas, ese era el club al que te dije que iba, y era una tapadera, no te creas que disfrutaba en aquel lavadero de cerebros.

-Yo... lo siento -murmuré.

Me tendió la mano y yo se la di.

-Confía en mí, por favor, ¿amigos?

-Amigos -respondí titubeante, y nos dirigimos a la fiesta.

Había bastante gente en la sala, no la suficiente como para llenarla, pero la iniciativa había sido exitosa. Junto a la entrada había mesas y sillas, donde había personas tomando algo tranquilamente. El resto de la estancia era una pista de baile, y al fondo estaba el escenario, donde una banda de musica estaba tocando "in the mood" de Glenn Miller.

Localicé a Emmanuel, bailando alegre con su novia, y sonreí al verle feliz, su recuperación estaba siendo muy rápida, era un hombre fuerte.

-¿Te apetece bailar? -preguntó Richard.

Antes de que me diera tiempo a responder, ya me había arrastrado a la pista de baile y ambos nos movíamos al ritmo del swing.

-¡Qué divertido! En Alemania esto sería impensable.

-¿No hay musica bailable?

-Los bailes siempre son lentos, y las melodías son esas melodías tradicionales alemanas tan aburridas.

Me fijé en que Müller estaba tocando el piano con los músicos. Su cara de concentración delataba que él también lo estaba pasando bien.

Cuando acabó la canción, le reemplazó alguien y el se colocó frente al micrófono principal, iba a cantar. Empezaron a tocar, una canción que me era desconocida, y su voz me sorprendió gratamente cuando comenzó a cantar. Si no fuera por la guerra, probablemente hubiera podido dedicarse profesionalmente a la música.

De pronto, vi a Franz en la puerta principal, vestido de paisano y buscando algo con la mirada. Curiosamente, la gente no había parecido fijarse en que se trataba de él. Saludó a alguien con la mano y siguió escrutando la sala. Me solté de Richard, alterada de pronto por la presencia del capitán, y traté de esconderse. Él solamente arqueó las cejas y continuó bailando con Maud Girard.

Yo permanecí en una esquina oscura, tratando de sonar desapercibida. Me dio rabia cuando comenzó a sonar esa cancion que decía "bay mir bistu shein", me gustaba mucho y hubiera querido bailarla, y sin embargo, allí estaba, escondida por que era estúpida y por culpa de Franz.

Sin embargo, una presencia a mis espaldas, inquietantemente cerca de mi, me distrajo, y sentí mi interior hacerse añicos cuando la persona en cuestión me giró para hacerle frente. Unos ojos oscuros me miraban con atención. Ya no había escapatoria.


El abismo que nos separa | Segunda Guerra MundialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora