La batea

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Dita y la joroba mágica

Capítulo 2: La batea

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Dita se sorprendió mucho con las palabras del gato, el cual la tranquilizó pegándose a ella y ronroneando de puro contento.

―No te asustes, jamás te haría daño y mucho menos luego de salvarme de la bruja.

―Perdona, pero... Nunca había visto que un gato hablase.

―Es por culpa de la demonio que enviaste de vuelta al averno. Un día me lanzó un hechizo, pero este no me dio a la primera, sino que impactó contra un árbol, bueno, me dio de rebote y algo pasó y ¡ahora puedo hablar y hacer otras cosas de humano! ¡¿Qué conveniente, verdad?! —dijo y luego se carcajeó con ganas.

―Vaya, pues..., que bien por ti. ¿Cómo te llamas?

―Me llamo: ¡Gato vete de aquí! ―dijo y Dita se rio sin proponérselo.

―Eres gracioso, pero en serio, ¿no tienes un nombre?

―Tú puedes darme uno, te lo has ganado.

―Pues gracias, es un gran honor ―le decía con sarcasmo―. Este... ¿Qué te parece Tama?

―No, no me gusta.

―¿Bigotes?

―Menos.

―No se me ocurre nada por el momento, mejor elige tú.

―En ese caso, llámame Naricitas.

―¿Naricitas? ¿Por qué ese nombre?

―Antes de enfrentarme a la bruja, tenía cierta habilidad para saber cosas de antemano, no sé explicarlo, pero mi nariz me indicaba qué cosas podían o no favorecerme. Si me llamas Naricitas, te prometo que usaré esa habilidad mía en tu beneficio amiga... ¿Cuál es tu nombre?

―Dita, me llaman Dita.

―¿Dita? ¿Dita, la jorobadita? Oye, eso hasta rima.

―Lo sé, ya me lo han dicho varias veces ―dijo con pena.

―No te pongas triste, voy a estar siempre a tu lado ―dijo y de nuevo se restregó contra ella mientras ronroneaba.

Nunca nadie le había dicho semejante cosa antes, lo cual la conmovió mucho. Agarró al gato y lo estrechó contra su pecho mientras lloraba.

―Gracias, gracias, Naricitas.

Una vez que Dita se tranquilizó, quiso marcharse, pero las tripas le rugieron por el hambre y de nuevo buscó comida en la cocina.

―Este pan está muy bueno, jamás había probado un pan tan bueno.

―Debe de ser porque estas famélica, come con cuidado. Mira, allí hay algo de agua.

―Yo siempre tenía hambre y te puedo asegurar que el pan de la bruja sabe muy bien, y en cuanto al agua, ¿no me va a dar diarrea o algo? ¿No hay por allí cerveza rebajada con agua?

―¿Por qué quieres cerveza rebajada con agua?

―Porque beber agua es peligroso.

―No sé de dónde vienes, pero en este reino es seguro beber agua. La bruja lo obtenía no de un rio, sino que trajo consigo pellejos llenos de esta del poblado. La mayoría de los poblados tienen acueductos con agua pura.

―Vaya, había escuchado de los acueductos, pero pensé que todos habían sido destruidos hace mucho, pero que mucho tiempo atrás.

―Eso que dices es raro. Dita, permíteme que te pregunte una cosa, ¿dónde crees que estas? ¿Cuál año crees que es este?

―¿No es este el feudo del Barón Mallen? Estamos en el año de nuestro señor Cristo...

―Dita, al parecer no eres de este mundo, al menos eso es lo que me dice mi naricita.

―¿Cómo que no soy de este mundo?

―Creo que por alguna razón misteriosa viajaste a otro mundo, dime, ¿qué es lo último que recuerdas antes de llegar a la casa de la bruja?

Dita se sorprendió y haciendo memoria, le relató a Naricitas respecto a cómo fue acusada de ser bruja y cómo fue rodeada por el incendio de su poblado.

El gato fue a husmear por la cocina y al final encontró el cascabel.

―Mi naricita no se equivoca, este cascabel esta imbuido de magia extraña. De seguro fue lo que causó que viajases a este mundo, por cierto, estamos en el reino de Aicerg y es el año mil novecientos setenta y cinco según el calendario de la pitonisa de Serpentus.

Dita no podía alardear de ser una mujer que sabía muchas cosas respecto al mundo medieval del que provenía, pero estaba segura que de donde venía, no había ningún reino con ese nombre, ni una pitonisa y en absoluto un calendario tan extraño.

―¿Estás bien?

―Sí, creo. Tengo que asimilar todo esto.

―¿Deseas regresar a tu mundo?

―No creo que sea una buena idea, ¿cierto?

―Tranquila, aquí la gente no va quemando a las mujeres tan alegremente como en tu mundo. El reino de Aicerg es civilizado, todo el mundo tiene derecho a un juicio justo y no se usa la tortura para sacar confesiones.

―Suena maravilloso, ya quisiera verlo al salir de este casa embrujada y de este bosque oscuro.

―Antes será mejor que tomes algunas ropas de la bruja, las tuyas pueden poner nerviosa a la gente.

―¿A qué te refieres?

―La gente aquí es civilizada, pero con tus ropas pareces alguien leprosa y la lepra es algo que no se tolera. Supongo que en tu mundo es igual, ¿no es así?

―Tienes razón, de donde yo vengo, los leprosos causan mucho miedo.

―Ves, mejor te pones otras ropas.

―Pero me da miedo ponerme algo de esa bruja.

―Tranquila, que hay ropa que no era de la bruja, sino de sus víctimas ―dijo Naricitas como si ponerse algo de un muerto fuese una mejor opción.

Dita suspiró y no tuvo más remedio que buscar la ropa.

«¿Qué clase de tela es esta?», pensaba asombrada Dita al ver la ropa, ya que esta era de mejor calidad que la que acostumbraba ver. «De seguro debió pertenecer a mujeres de la nobleza».

―Bueno, ya tengo la ropa, ahora debo ponérmela.

―Un momento, antes tienes que lavarte toda, estas muy sucia.

―¿Lavarme? Pero si no estamos en Mayo.

―Tienes que asearte bien, aquí la gente es muy limpia, vamos. Creo que vi una batea enorme en un lugar.

―Pero cuando uno se baña corre riesgo que Lucifer entre en su cuerpo.

―Tonterías. Te vas a lavar toda... ¿Dónde estaba esa batea?

Al ver la resolución de Naricitas, Dita tuvo que resignarse y lo hizo aún más al no poder encontrar la dichosa batea y no le quedó otra alternativa que bañarse en la gran olla de la bruja.

CONTINUARÁ...

isekai : Dita y la joroba mágica (completa)Where stories live. Discover now