diffidenza

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M



JaeMin camina sigilosamente a través del largo y monocromático pasillo, atento a cualquier detalle. Cada cierto momento usa de su audición para asegurarse de que no hay moros en la costa.



«Tengo que salvarlos, cueste lo que cueste», se dijo a sí mismo.



No tuvo que hacer demasiado esfuerzo para que, minutos después, llegara a su destino. La tarea no era tan difícil, después de todo. JaeMin sabía que además de ellos cuatro, nadie más trabajaba aquí. Sin embargo, el hecho de que anduvieran merodeando por ahí siempre era vigente, porque sus amigos no eran los únicos pacientes en ese lugar.



Paró al final del pasillo, y en vez de sólo pasar, se asomó para localizar las cámaras. Había una justo enfrente de la puerta. Si tenía que entrar por ahí, no se iba a dejar atrapar por un simple aparato como ese, sería como entregarse de la manera más idiota posible a la muerte.



Sin perder más el tiempo, JaeMin se pegó a la pared, y se arrastró por ella lo más lento que pudo, haciendo el menor movimiento que su cuerpo le permitía. Cuando hubo llegado, alzó su brazo para alcanzarla, y la movió parsimoniosamente hasta que quedó dada vuelta para el otro lado, donde no podía grabar lo que él estaba haciendo.



Antes de poder entrar, miró hacia los lados, cerciorándose de que nadie estuviera cerca. Agudizó su oído, concentrándose, para poder oír supuestos pasos alrededor, pero ni eso había. Sólo oía las respiraciones de Jeno y RenJun, y eso era una buena noticia.



Llenó sus pulmones de aire para luego exhalarlo, y usó de toda su fuerza para frustrar la manilla. Logró entrar sin siquiera hacer el mínimo ruido.



Entró, sin ser descuidado. Sus pasos eran furtivos, como si estuviese acercándose a su presa cual león, esperando el momento perfecto para atacar.



Caminó hacia la primera puerta, y al ver por la ventanilla, no encontró a nadie. «No importa —pensó—, hay más habitaciones».



Se acercó a la segunda, pero tampoco había nadie. Luego, escuchó el sonido de algo golpearse contra una puerta de metal, y eso le hizo reaccionar. Inmediatamente agudizó su oído por segunda vez, y oyó los sollozos de uno de los dos chicos. Estaban al final de la habitación, en los últimos cubículos.



Corrió sin cuidado por el lugar, usando sus habilidades de rapidez para llegar casi al segundo. Siguió el sonido del llanto para ubicar en dónde se encontraba. Era la última puerta de todas.

simon project • 00 lineTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang