25TH

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Puse mi cuerpo sobre el asiento vacío junto a la Bianca. Ella volteó a mirarme con una ramita de queso en su mano

— Discúlpame por decirle al Tebo que... —traté de disculparme de una

— Está bien. —me interrumpió. — Tuviste tus motivos, Gi. Estabas desesperada y... te entiendo.

Sonreí. ¿Tan fácil era? ¿Tanto costaba que  solo me acercara a decir eso?

— Aún no me los puedo imaginar... juntos. —solté una risa nerviosa. — Es raro para mi

— También fue raro pa' mi... —confesó bajando la mirada al piso. — Nunca quise esconderle eso a mi mejor amiga, solo... sabía que era algo difícil de digerir.

Volví a sonreírle. Las cosas ya habían pasado, no aportaba nada discutirle o enojarme con ella. Lo importante era arreglarse.

— Fui súper metida, perdón.

Ella sacudió la cabeza. Luego me extendió el paquete de ramitas, saqué unas cuantas y comencé a comerlas.

— Te extrañé, Gissele. Nunca estuve enojada contigo. —dijo lanzándose a abrazarme. — Te he visto con el Branco en los recreos y aguanto las ganas de aconsejarte algo

— ¿Aconsejarme algo por qué? —fruncí el ceño, procesando lo que dijo.

— No te gusta. —dijo a secas. — ¿Por qué sigues con él?

— Si me gusta, Bianca. —negué. — Es apañador, me trata súper bien y está rico.

Ella miró al rededor de la cancha, posó su vista en las graderías y me apuntó a uno de los minos. Reconocí su gorro de lana y rebeldes rulos de inmediato

— Ese weón antipático te gusta. —dejó de apuntarlo. Sin embargo, no dejé de mirarlo. — Te tiene tan mal... que ni aceptarlo puedes.

Negué quitándome los recuerdos del beso que nos dimos rápidamente

— A él también le gustas. —agregó. — ¿Qué te impide estar con él?

¿Qué me impedía estar con él?

— Estoy con el Branco. —murmuré con culpa.

¿Por qué acepté ser su andante si no lo quería?

Me había pillado en un momento de enojo. Esa noche estaba en estado de impacto aún por lo que me dijo el poodle... "No quiero que te acerques más a mi."

Y sus dichos nunca se cumplieron.
Nunca me alejé de él.

Había aceptado al Branco como última opción. Nadie merecía eso.

— ¿A dónde vas? Gi, estábamos hablando no te eno...

— Voy a terminar con el Branco. —le avisé levantándome de la banca. — Gracias, Bianca

— Me gustaría tener tu valentía.

Te debo una. —murmuré volteándome

MAX:

Escuché la risa burlona del weón que me caía mal desde lo lejos. Traté de ignorarla, siguiendo con la lectura de mi libro de historia.

Estaba en mi sala, estudiando solo. El Tebo me miraba desde el marco de la puerta

— Quedaste machucado, Sepulveda. —habló en el mismo tono burlón de su risa.

Cerré el libro de golpe. Levanté mi mirada, empuñé la mano reprimiendo mis impulsos de pegarle. No estaba en condiciones de hacerlo

— Espero que algún día dejes de mandar a weones que lo hagan por ti, y lo hagas solo. —ataqué levantándome de la mesa. Él dio unos pasos dentro de la sala

— ¿De verdad quieres que exista una tercera vez? —desafió alzando una ceja. — ¿No te rindes? Ya te hice pedazos, Max.

Soltó unas carcajadas, apoyándose en la pared despreocupado.

— Rechaza la oferta, Max. Y nunca más nos volvemos a acercar a ti. —blanqueé los ojos ante su acuerdo. Lo había escuchado varias veces, seguía pensando que era estupido. — Tú no estás hecho para las ligas mayores, Sepulveda; te estoy haciendo un favor.

» Yo tengo todo para entrar a esa liga. —siguió con un ademán egocéntrico. — La plata, el talento, el apoyo de mis dos papás... ¿Tu qué tienes? Nada. —chasqueó la lengua, haciéndome enojad más. — No logró comprender por qué te llamaron a ti y no a mi. Yo lo tengo todo...

» Y tú eres un pobre weón. —continuó luego de una pausa. — Tengo a tu mejor amigo acá, Max. —me mostró su palma. — Y a tu hermana...

Caminé rápidamente hacia él. Lo levanté de la camisa, apretándolo contra la pared con mis manos, él comenzó a toser

— Cualquier cosa. —hablé con ira. — Métete con cualquier cosa, menos con mi hermana. —amenacé. — Atrévete, métela en esto... —lo apreté un poco más. — Veamos si podrás ir a entrenar con los cóndores después de eso con la cara machucada y la pierna rota.

Lo solté rápidamente. Casi se cae, recuperó la compostura rápido, arreglándose la camisa mientras hablaba.

— Tú eres un don nadie, Sepulveda. —habló aclarándose la garganta. — Y así te vas a quedar toda tu vida. Dedícate a estudiar, en el fútbol no tienes futuro. La persona que irá a esa liga mayor seré yo... No tu.

— Voy a aceptar la oferta. — exclamé. — No importa lo que hagas. Apenas juegue el último partido del campeonato con las panteras, aceptaré esa oferta.

— Eso lo veremos. —murmuró saliendo de la sala

Que asco compartir sangre con él.
Que asco pensar que... compartíamos papá.

Y nunca iba a dejar que la Gissele se enterara de eso.

SI QUEDARON CONFUNDIDAS, SOLO ESPEREN, EN LOS PRÓXIMOS CAPÍTULOS SE ACLARARÁN COSAS... o no

Te debo unaWhere stories live. Discover now