Prefacio: Muerte y vida.

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(He cambiado algunas cosas para los que lean esta parte de nuevo)

Las olas se alzaban a cada paso que el enorme coloso daba, impactando contra la costa. Aunque esto ayudo a apagar el fuego que hasta hace un momento se extendía por que anteriormente fue el muelle. Lo que dejo a la vista un pequeño vistazo a la destrucción que el dios sol podía causar.

Ya antes había visto a los titanes en acción, cuando, tras su rebelión, aniquilaron a la única raza que existía en ese momento en el mundo. En aquel entonces logramos detenerlos, pues mis hermanos y yo estábamos vivos.

Pero ahora mis hijos eran quienes lo enfrentaban y ellos no estaban preparados para la destrucción de la que esa primera creación nuestra, llena de furia tras tantos años atada, era capaz.

Él era otra lista a los fallos que marcaban mi existencia, pues fui yo quien sugirió que no era necesario destruirlo por completo, ya que, para aquella yo de antaño que no conocía las emociones, era solo material para nuevas creaciones.

No es tú culpa. Era tu hijo, solo lo protegiste. Las madres deben querer a sus hijos.

Gracias, pequeña Mia. Ojala cuando estuve viva hubiese sido como tú.

Pero lo que se dirige a la ciudad ya no es mi hijo, es solo un monstruo sin alma que alguien intentó usar para llevar a cabo un plan absurdo e ilógico.

Y es que, aunque sé que sus intenciones no son del todo erráticas, hay algo que se les escapa. Al igual que mi hermano, ellos, mis hijos que van por mal camino, piensan que todo se solucionara al simplemente dejar libre a los dioses. Pero ya no es así.

El hecho de que uno de los últimos titanes camine de nuevo sobre el mundo es una prueba de ello. Nadie debía ser capaz de encontrar su lugar de descanso, nadie debía ser capaz de atravesar las puertas del sol y la luna, pero lo hicieron.

El tiempo y el espacio se estaban deformando, todo a causa de mis errores. Y mis hermanos ya no tienen la capacidad de arreglarlo.

—¡Mia!

Hill, el último hijo de la tormenta, se acercó corriendo hacia nosotras. Su rostro estaba enrojecido y sudoroso por el cansancio, pero al verlo sentí de nuevo que tal vez lograra mi objetivo. Esta vez había escogido a la persona correcta y aunque muchas cosas pudieron llevarlo a un mal camino, encontró a personas por las que estaba dispuesto a sacrificarse.

¿Qué harás?

Lo único que puedo hacer ahora, pequeña.

—Siel... —susurró Hill al darse cuenta de que era yo y no Mia quien estaba al control del cuerpo de la pequeña. Había algo en su voz que reconocí también en todos los otros con quienes había hablado, a quienes había arrancado de sus otras vidas. Era ira, una ira que tenía bien merecida—. ¿Qué le estás haciendo a Mia?

Era obvio que no podían perdonarme, como hacerlo si ni siquiera yo misma me perdonaba. Si tan solo en aquel tiempo me hubiese preocupado más por mis hijos, estó no estaría ocurriendo ahora.

—Fue idea Mia Hill —respondió la pequeña, quien se había puesto al frente para defenderme—. Ella quería llevarte a ti a los apóstoles a un lugar seguro, pero yo no quiero ver a nadie morir. No de nuevo.

Sí, yo no pensé en involucrarme en esta guerra, fue Mia quien me convenció de ayudarlos. No es que no pensara en mis hijos, pero si lo poco que queda de mi alma es destruido aquí, todo en lo que trabaje, todas las vidas que arruine, no habrán servido para nada.

Pero Mia no quiso escuchar nada de eso, ella no quería ver morir a nadie más y sabía que Hill no abandonaría la ciudad, ni siquiera ante el peligro que suponía un titán. Fue ella quien convenció a mi hermano, quien me odiaba con toda su alma, de ayudarnos. Vordove uso un poco, solo un poco, de su energía mágica para proteger junto conmigo la ciudad.

Sonreí en mi interior. A pesar de estar conspirando para matar a todos, mi hermano aun le tenía más aprecio a los humanos de lo que yo jamás pude. Si yo hubiese sido como él tal vez nada de esto habría pasado, porque incluso ahora él todavía no cede a la locura que nos carcomió al resto.

Sonreí. Aunque el final para mi estuviese cerca, podía irme ya que sabía que el joven niño de la tormenta no descansaría hasta completar la tarea que le había sido asignada, no solo por él, sino también por todos lo que lo acompañaban ahora. Desde hace mucho que no veía a los apóstoles reunidos, y aunque aún no estaban todos, el hecho de tener a varios junto al sumo sacerdote me hacía sentir reconfortada.

Hice mi apuesta, era hora de darlo todo por ella.

Sueño. El sueño ya se estaba apoderando de mí. Lo poco que queda de los fragmentos de mi alma es lo que me da una conciencia aparte de la de Mia, pero ya sabía que no sería así para siempre. El resto de mi alma ya es la de ella, por lo que pronto desapareceré. Esta será mi última intervención, después todo quedara en sus manos.

—Te lo encargo.

—Lo hare, no te preocupes. Duerme, todo estará bien, ahora ellos están con nosotros. Gracias por estar siempre conmigo.

—Gracias a ti por hacerme compañía en mis últimos momentos. Dile a Hill que lo siento. Mia, también lo siento, la carga que dejo sobre ti, lo que te estoy obligando a hacer...

—Está bien, no te preocupes... te quiero.

La voz de Mia fue lo último que escuche antes de que la oscuridad me invadiera.

Pero no era malo, porque la última escena que vi fue ella de adulta meciendo a una niña pequeña bajo la sombra de un árbol. El principio y el final. El sueño en el alma de la pequeña.

Eso fue todo, mi corazón se desgarro debido a que sabía que esa escena jamás se haría realidad. No en esta vida.

Lo siento, Mia. Adiós, Hill, aunque sé que esto te destruirá, por favor protégela... Y dile a Christopher que en verdad lamento lo que paso a su familia.

*

Vordove suspiro cuando Cie'lefania, el árbol que había estado de pie en medio del mundo durante millares de años, murió ese día. Las hadas que en algún momento vivieron en él se acercaron al ver sus ramas marchitarse y sus hojas caer, mientras que un fruto, del tamaño de un puño, caia a la base del árbol moribundo.

La era de la magia estaba a punto de acabar, otro dios había desaparecido para siempre. Ahora solo quedaban tres en pie, si Christopher no lograba liberarlos, lo que conocían desaparecería para siempre. Primero el mundo, después la realidad.

Siel había hecho su apuesta, él la suya. Y aunque debería estar pensando en eso, en su centro, en su alma, solo podía llorar a su hermana, que había desaparecido para siempre.

*

Mia, quien había tendido los ojos cerrados todo el tiempo, los abrió poco a poco a la vez que las lágrimas comenzaban a bajar por sus mejillas.

—Hill —llamó entre sollozos—. Ella ya se ha ido.

—Mia... —susurro Yunei con un tonos suave, acariciando su cabeza—. ¿Te encuentra bien?

—Sí, estoy bien... solo...—respondió entrecortadamente la pequeña, secándose sus lágrimas con una mano, pero siempre en la misma posición, como si estuviera rezando—. Hill... ella... ella dejo un último mensaje. Hay una pequeña esperanza para vencer a su hijo, para salvar a todos en la ciudad. Pero deben darse prisa, porque no durara mucho.

Theria Volumen 6: Hyperion.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora