10 - Día 17

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—¡Quiero una explicación! ¡Maldita sea, ¿qué demonios se supone que me está pasando!? Lagunas, malestar, mareos... ¡y ahora un desmayo! ¡Esto no es normal, es evidente! ¡Me está pasando algo! ¡Me está...! ¡Dios! ¡Estoy preocupada joder!

A pesar de que mis gritos se oían en toda la octava planta, la expresión de tranquilidad con la que Julián me miraba no varió. Entendía mi nerviosismo. De hecho, decía comprenderlo mucho más de lo que yo creía, por lo que prefería que mostrase abiertamente mis sentimientos. Que lo dijese todo, que me liberase.

Y así lo hice. No era de las que perdía los nervios prácticamente nunca, era una persona bastante moderada, pero cuando el miedo se apoderaba de mí no era capaz de controlarme. Y aquel día no pude hacerlo. Grité, golpeé la mesa con el puño e incluso lloré, pero no fueron lágrimas de tristeza ni angustia. Fueron lágrimas de rabia que, unidas a mi tono de voz, lograron que mi mensaje calase en Delgado. Quería respuestas, y las quería ya.

—No me extraña que estés preocupada, Alicia —admitió tras aguantar el chaparrón—. En tu lugar, yo también lo estaría. Por suerte, para eso estoy yo aquí: para explicártelo todo. Todo tiene una explicación.

—Pues venga: suéltala. Estoy ansiosa por escucharla.

Sin perder la calma, Julián se acercó a la puerta, la cual siempre estaba entreabierta, y la cerró. A continuación, dedicándome una sonrisa tranquilizadora, volvió a sentarse al otro lado de la mesa.

—El desmayo de ayer está directamente relacionado con la sesión de Hypnos a la que te sometimos. En teoría debería haber durado solo tres horas, pero dados los buenos resultados decidí alargarla un poco más de lo debido, y eso provocó que, al tener que administrarte una dosis de sedante algo más alta, tu tensión cayese en redondo. —Se encogió de hombros—. Lo lamento, Alicia. Creía que estabas preparada para soportarlo, que siguiendo a rajatabla la dieta que te habíamos impuesto tu cuerpo tendría la suficiente resistencia como para una hora más de tratamiento, pero es evidente que no. Ahora la cuestión es, ¿qué ha fallado? ¿El cálculo de la dosis de sedante o tu preparación física? —Negó suavemente con la cabeza—. He pedido a Joan que rehaga los cálculos para la medicación. Doy por sentado que estás cumpliendo con lo estipulado en el contrato, que no te saltas ninguna comida y sigues la dieta estrictamente, por lo que entiendo que hemos sido nosotros quiénes hemos fallado... —Hizo una pausa—. Entendería que exigieras responsabilidades. Es más, comprendería que quisieras que el culpable fuese despedido de inmediato. Hemos jugado con tu seguridad. No obstante, quiero pensar que dadas las excepcionales condiciones económicas del contrato, podrás pasar por alto este pequeño incidente.

Julián acompañó aquellas últimas palabras de una sonrisa tan gélida que logró helarme la sangre. Su respuesta había sido elegante: en ningún momento me había culpado abiertamente de lo ocurrido a pesar de que, visto lo visto, probablemente lo fuese. No estaba cumpliendo con la dieta ni con las horas de sueño. Lo había intentado al principio, pero no lo estaba logrando. Tampoco me estaba tomando las pastillas a la hora adecuada, ni cumplía con las horas de descanso. Era incapaz de ello... y todo apuntaba a que mi falta de preparación física era la culpable de lo ocurrido.

Sentí que las manos empezaban a sudarme de puro nerviosismo. Me sentía culpable. Había llegado al laboratorio hecha un basilisco, pero aquel hombre no había necesitado más que un par de minutos para aclararlo todo, para señalarme como la culpable por no cumplir con las condiciones del contrato y, ya de paso, recordarme que estaba ganando mucho dinero con todo aquello.

Vaya, que me había dado una bofetada sin mano. Una de aquellas que escocía enormemente y que te dejaba una marca bien fea por fuera durante unos cuantos segundos, pero durante meses por dentro.

HypnosWhere stories live. Discover now