prólogo

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Me gustaba la rutina.

Me gustaba la costumbre de salir cada sábado a tomar cervezas al pequeño bar que de alguna forma se había convertido en nuestro bar, y me gustaba saber lo que iba a pedir cada uno de mis amigos según la camarera fuese preguntando. Me gustaba el hábito que parecíamos haber tomado de reunirnos en esa pequeña esquina en la que nuestras rodillas se tocaban por obligación debajo de la mesa, y contarnos los pequeños resquicios de emoción que aparecían de vez en cuando en nuestras aburridas vidas, las personas que nos habían parecido interesantes o los cursos gratuitos por internet que habíamos empezado y que sabíamos que no íbamos a acabar. Me gustaba la familiaridad de las risas amables de Carlos, las historias de Miki, los comentarios espontáneos de María. Me gustaba la naturalidad de los dedos de Joan entre los míos cuando me acompañaba a casa haciendo eses por las calles de Madrid.

Me gustaba la rutina. Por eso tal vez no estaba preparada para romperla.

Quizá todo empezó con la figura de Joan bajando las escaleras de mi edificio, alejándose después de que le hubiese separado de mí con una mano en su pecho y un "no puede ser" escapándose de mis labios. Probablemente empezase ahí, con un beso en mi portal, unos ojos castaños llenos de desesperanza y los huecos vacíos entre mis dedos sabiendo que había herido a mi mejor amigo intentando hacerle el menor daño posible.

Aunque quizá todo empezase mucho antes, con una nota sobre la encimera de mi piso junto a la copia de las llaves de las que pendía un lazo morado que recordaba vívidamente haber puesto con una sonrisa en la cara, cuando Alex decidió que una relación de dos años y medio no valía más que una simple nota de adiós.

Y si tiraba un poco más del hilo, incluso podía adivinar que todo empezó con un sobre de color verde oscuro que contenía una solicitud de ingreso aprobada que solo podía significar que Alex, mi novio (ex-novio), acababa de ser admitido en una prestigiosa escuela de arquitectura en Irlanda y que en algún momento me pediría ir con él, algo que yo no podría haber hecho nunca aunque quisiera.

Pero todos esos inicios quedaban vacíos al lado de la verdadera línea de salida. La primera brecha en mi rutina, la primera sacudida que desbarató todos y cada uno de los cimientos de mi meticulosamente medida existencia hasta entonces. Como el primer temblor casi imperceptible de las placas tectónicas antes de un terremoto capaz de abrir la tierra en dos.

Eilan.

Había un momento entre las cuatro y las cinco de la madrugada, demasiado tarde como para que ningún joven se atreviese a pedir otra copa y demasiado pronto como para cerrar la barra y poder ir a casa a descansar (por fin) todo lo que no había descansado durante la semana, en el cual, entre la música ensordecedora y el humo de las máquinas del dj, podía refugiarme entre las botellas medio vacías del almacén y permitirme quince minutos de descanso. Era mi pequeño instante de paz, a pesar de que el ruido de los altavoces hacía tintinear unas botellas contra otras. Y solo bastaron quince minutos de distracción en Instagram para que descubriese el perfil de Eilan Bay y ocurriese lo mismo que me ocurría desde pequeña en cualquier museo.

La misma sensación de obnubilación, ese claro y pequeño ensimismamiento en el que todos mis sentidos se dedicaban a sentir al unísono el arte.

Eilan podría haber pasado por otro misterioso perfil de chica que cantaba en vídeos de un minuto sin dejar ver su rostro, pero nunca podría haber sido sin más otro perfil. Cantaba con una voz dulce que se rompía cuando la canción lo requería, que sonaba desgarrada cuando la letra era afilada como un cuchillo y que emanaba fuerza cuando sus manos correteaban por las cuerdas de la guitarra intentando que el sonido del instrumento no opacase su voz. Nunca podría haber sido otro perfil porque había algo casi sobrenatural en la forma en que las palabras se escapaban de su boca. Pero sobre todo había algo mágico en sus canciones.

Sus canciones.

Y casi con seguridad todo empezó ahí, en las letras de unas canciones que se me metieron en el tuétano de los huesos y fui incapaz de dejar de escuchar.

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¡Hola! Antes de empezar, quiero hacer una brevísima aclaración (por si hace falta, que espero que no). Aunque los personajes de esta historia sean personas reales, esto es un fanfic hecho desde el mayor respeto posible y evidentemente lo que se cuenta aquí no tiene nada que ver con la realidad. Es una historia inventada, y como tal, no comparte con las personas reales a las que se refiere más allá del nombre. Simplemente he conservado eso porque es lo que me inspiró a escribir esto en un primer lugar, pero no es una historia real ni lo va a ser. Así, desde el mayor cariño y respeto hacia esas personas, espero que disfrutéis mucho de esta historia con el mismo cariño y respeto hacia ellos. Y si has llegado hasta aquí, y te planteas seguir... muchas gracias por leer  ❤️

wanna feel a thousand hands (from you)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora