1- Agorafobia

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Había estado viviendo muy intensamente las últimas semanas. Demasiadas emociones a cada rato. Estaba exhausta. Era la representación de una montaña rusa, lloraba, reía, me enojaba, me entristecía y todo podía sucederme en una hora. Era alucinante. Todo era causado por una cosa. Quería huir. Huir de Elche, de la gente de allí, de las personas tóxicas que me dañaban, de mi pasado, de mi vida. Cada día que pasaba allí sentía que me ahogaba más, que me hundía, que me perdía a mí misma. No quería caer en un pozo ciego del cual no podría salir.

Jamás había sido de las personas "rebeldes" que tomaban decisiones alocadas en un instante, pero esa había sido mi solución aquel día. Preparé mis maletas, guardé lo más importante y dejando una nota adherida al refrigerador me marché. No había tenido el valor de despedirme de mi madre y mi hermana porque sabía que sería tan débil que me quedaría, así que dejar aquella nota fue la mejor idea que se me pudo ocurrir. Les dije que no se preocuparan, que volveríamos a vernos, que luego de tomar el primer bus que saliera les diría a donde comenzaría mi nueva vida. Una vida desde cero.

Nerviosa. Una palabra que me representaba bastante. Era una persona muy nerviosa y aquel día mis nervios estaban duplicados. Jamás había tomado una decisión tan alocada y arriesgada de aquella manera. Allí estaba comprando el boleto del primer bus que saliera sin saber a dónde iría.

Madrid, ese era el primer bus que salía. Respiré profundo y me aventuré a comenzar mi nueva vida en la gran ciudad. Al llegar miré a mi alrededor intimidad por la cantidad de gente, por los edificios enormes que me rodeaban. Cubrí un poco mi rostro con la bufanda al sentir los 13° con los que me recibía la gran ciudad. Había llegado ¿y ahora que hacía? ¿Dónde me quedaba? Comencé a agobiarme, no era buena para las decisiones "rebeldes".

Un nombre pasó por mi mente como si fuera una señal del universo. Joan. Joan Garrido. Saqué mi móvil y rogando internamente de tener su número, lo busqué. Joan era mi primo de palabra, su madre y la mía habían sido amigas de toda la vida, aunque se distanciaron un poco cuando ellos se mudaron a Madrid, pero el cariño jamás se esfumó, solíamos juntarnos para las fiestas.

—Pero si es Alba Reche de Elche. ¡Que sorpresa! —dijo con cierto entusiasmo y sorpresa en su voz.

—Hola Jo ¿estás ocupado, te molesto? —dije mordiendo mi labio inferior mirando a mi alrededor.

—Para nada, me llama la atención que me llames, jamás lo haces a menos que sea para las fiestas —dijo con una leve risa—. ¿Qué necesitas, Alba?

—Verás... es una larga historia que te contaré luego. Lo importante ahora es ¿estás en Madrid?

—Claro...

—¿Me podrías buscar? Estoy en la estación de buses.

—Jo, ¿Qué haces aquí? ¡claro! Ya voy. Debes contarme todo, eh.

—Que sí, que sí, luego te explico. No tardes, está comenzando a llover.

Tomé mis cosas y me refugié de la lluvia dentro de la estación hasta que Joan llegó. Me saludó con su característica y encantadora sonrisa junto a un abrazo y me ayudó con mis cosas para subirlas a su auto y luego ir a su casa.

—Que pasada este departamento —dije observando a mi alrededor. Era un estilo muy vintage y moderno a la vez.

—Lo comparto con mi novia, su padre es el dueño del edificio —lo miré con una ceja enarcada—. En fin, siéntete como en tu casa. No tienes donde quedarte ¿no? —negué—. Iré a prepararte la habitación de invitados y hablaré con Esther para que no se asuste al verte aquí —lo miré con una ceja enarcada.

—¿Estás hablando de la misma Esther que te dije que terminarían juntos? —él asintió hecho un tomate y reí—. ¡Te lo dije!

—¡Calla! —se fue a la que sería mi habitación temporalmente. Fui tras él minutos después de haber escuchado que había acabado la llamada con su novia.

Agorafobia | AlbaliaWhere stories live. Discover now