15- Especial

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Todo iba de maravilla, realmente. Según los chicos, Natalia, estaba volviendo a ser como antes, alegre, sonriente, apasionada por la música, ayudaba a los chicos siempre que podía. Al principio, estar con los chicos y salir de su habitación, le costaba y sabía el esfuerzo que hacía para no encerrarse, todos podíamos ver su lucha. Los chicos la ayudaron en todo momento, no la obligaron a nada, y eso ella lo agradecía. No había tenido ataques, ni ningún otro problema al salir de su habitación, quizás nerviosismo y algo de miedo, pero nada fuera de lo normal. Estaba orgullosa de ella.

Las cosas entre las dos estaban geniales, es que me hacía la chica más feliz del mundo con el simple hecho de mirarme o sonreírme. Verla bien, sonriente, con sus ojitos brillando como nunca antes, me ponía super feliz. No podía evitar despertar con una sonrisa en el rostro al saber que ella estaba bien. Igual, había algo que no había podido dejar pasar por alto.

A pesar de que sus hermosos ojitos brillaran, había algo que opacaba ese brillo, era mínimo, pero algo la atormentaba aún y no sabía que era. A los chicos podría mentirle, pero a mí no. No podía sacarle aquella costumbre de guardarse todo, de no decir nada, tenía esa mala costumbre de guardarse todo lo que le molestaba, le daba miedo, angustia, no decía las cosas. Me molestaba mucho, porque me hacía sentir que no confiaba lo suficiente en mí, además eso la hacía retroceder, la volvía triste, fría.

Estaba en la sala sentada junto a María, que se había tomado el tiempo de enseñarme a tocar el piano, me hacía muchísima ilusión. La música siempre me había gustado, pero el único instrumento que utilizaba era mi voz, y poder aprender piano me ilusionaba muchísimo.

—Pero no llores, Alba —dijo María divertida abrazándome mientras yo secaba mis lágrimas.

—Es que me hace mucha ilusión —dije sonriendo.

—Te la dejo un ratito y me la haces llorar, Mari —dijo Natalia entrando al salón.

—Eh, que no le he hecho nada malo —dijo de inmediato la rubia soltándome, Nat sonrió. Se miraron unos segundos que me confundieron—. Vale, yo... Marta me espera para ensayar un par de cosillas... luego seguimos, Alba —dijo para luego salir del salón.

—¿Pero que han sido esas miradas? —dije secando mis últimas lágrimas.

—Nada —dijo restándole importancia sentándose en el sofá, golpeó un lugar vacío a su lado invitándome—. Ven —me levanté del asiento del piano y me senté a su lado, ambas nos sentamos medio de lado para poder vernos bien—. ¿Estás bien? —preguntó dulcemente quitando una lágrima de mi mejilla y asentí sonriendo—. Vale...

—¿Qué sucede? —pregunté, sabía que quería decirme algo. Ella sonrió.

—¿Tiene que suceder algo? —enarcó una ceja sin borrar su sonrisa.

—No, pero tu sonrisa traviesa me dice que tienes que decirme algo —dije sonriendo y asintió—. Por lo menos sé que es bueno, por tu sonrisa. Dime que pasa.

—Bien... ¿recuerdas que me contaste que quisiste estudiar bellas artes y no pudiste? —asentí sin entender que tenía que ver eso—. Pues... como sé que es algo que te apasiona y te desilusionó mucho no poder estudiar esa carrera. Puede que me haya contactado con la universidad de Madrid pidiendo un ingreso especial... —dijo sacando la mano que ocultaba detrás de su espalda con unos papeles.

Me quedé inmóvil mirando los papeles que su mano sostenía. Los tomé temblorosa sin poder creérmelo, leí una y otra vez la primera oración. "La señorita Alba Reche, obtendrá una beca completa para estudiar la carrera de Bellas Artes gracias a la ayuda que le ha brindado a nuestra ex alumna Natalia Lacunza..." Miré a Nat, que me miraba con una sonrisa tímida, una sonrisa que nunca había visto en ella.

Agorafobia | AlbaliaWhere stories live. Discover now