CAPÍTULO 7

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Me dolía todo pero sobretodo la cabeza, no la soportaba. Podía escuchar voces a lo lejos y era extraño, porque esas voces hacían eco en mi cabeza causando aún más dolor. Eran como si no estuvieran en la habitación junto conmigo pero aún así se escuchaban demasiado cerca.
Llevo una de mis manos a mi cabeza, la siento pesada como si no pudiera moverla y trato de abrir los ojos. Hace que me desespere, mi cuerpo no reacciona al cien a mis movimientos.
Siento como alguien se pone a mi lado.

—Luana, no te muevas. Llamaré al doctor.

Escuchó que dicen y después escucho los pasos. No sabía de quien se trataba ya que el dolor junto a las voces no dejó que lo distinguirá, pero sabía que eran un hombre.
Abro mis ojos lentamente y la luz me molesta, vuelvo a cerrarlos. Presionó mis párpados tratando que el dolor se vaya y que mi cuerpo reaccione al cien, pero aún sigo sintiendo ese dolor. Mi pulso se eleva y puedo escuchar los latidos de mi corazón en mis oídos, me estoy desesperado.
Escuchó como entran a la habitación, son dos personas. Las siento.

—Luana, ¿me escuchas?

Pregunta, no logró reconocerla. Jamás había escuchado esa voz.
Trato de responden pero de mis labios sólo sale un quejido.

—¿Qué le pasa?

Siento como tocan mi brazo y me toman el pulso.
Trato de abrir mis ojos de nuevo, los siento aún más pesado pero hago mi mayor esfuerzo. En seguida percibo la luz que hay en la habitación, los abro por completo y la luz me ciega por un momento. Parpadeo tratando de acostumbrarme a la luz.
Miro a mi alrededor, tengo a un hombre rubio justo en frente de mi y detrás está Quil.

—Tranquila, no hagas movimientos bruscos. Puedes marearte.

—¿Qué pasó?

Trato de levantarme con ayuda de mis codos pero el doctor pone su mano en mi hombro para detenerme.

—Tuviste un golpe muy fuerte en la cabeza y es mejor que estés recostada. Entre más reposo mejor estarás, te lo aseguro.

El doctor era un hombre muy atractivo. Rubio, blanco como fantasma y con ojos dorados amarillentos. Esa tonalidad tan peculiar de ojos me recordaba alguien.

—Llamaré a tus padres para decirles que ya despertaste y haré que venga una enfermera. Con su permiso.

Él salió de la habitación dejando a Quil y a mi solos.

—¿Cómo te sientes?

Pregunta. Camina hacia mi cama y se pone  en la orilla de esta, está sentado mientras me mira.

—Como si me hubiera arrollado un camión.

Reímos, ojalá fuera un chiste porque en verdad me siento de esa forma. El cuerpo me pesa y la cabeza me está matando.

—¿Qué fue lo que me pasó, Quil?

—Alguien te asaltó y te golpeó muy feo en la cabeza, ¿no lo recuerdas?

—No, yo solo estaba esperando a Jacob y sólo eso.

Estoy confundida, ¿por qué no recordaría lo que ocurrió? Si me asaltaron sería lógico que por lo menos recordará algo pero no, nada. Esta borroso, en blanco y es como si no hubiera pasado.

—¿Ellos han venido?

Quil hace una mueca, creo que sabe perfectamente de quienes pregunto.

—No, Jacob no responde mis llamadas y su padre dice que está enfermo. Embry bueno, ya sabes como esta la situación.

Un dolor se generó en mi pecho, tal vez sea que mi corazón terminó de romperse por culpa de los chicos que consideraba mis mejores amigos, mis hermanos. Creo que tengo que meterme la idea que ellos dejaron de ser eso que consideraba.

—Oye...

Quill me toma de la mano y hace fuerza tratando de consolarme un poco por toda la situación.

Antes de que Quill volviera a decir algo la puerta de la habitación es abierta bruscamente y por ella entra mi madre.
Ella se acerca corriendo a mi y después siento sus brazos al rededor de mi cuerpo, escucho su llanto ahogado en mi hombro y yo solo la abrazo más fuerte.

—Mamá, estoy bien.

Miro a mi padre y el está un poco más controlado que mamá, lo que me relaja un poco porque no tendría que hacer que el dejará de llorar. Miro toda la habitación y me doy cuenta que Quill salió de esta, tal vez para que tengamos privacidad.

Mamá quita las lágrimas de su rostro y rompe el abrazo. Esta sentada justo al lado mío y detrás está papá.

—Estoy bien.

Dijo y tomo su mano tratando que se tranquilice un poco.

—No, esto es mi culpa. Quise protegerte al no mostrarte la verdad pero sólo te he puesta en peligro.

Al terminar de decir eso ella rompe en llanto de nuevo.

—¿Por qué sería tu culpa y de qué verdad hablas?

Sus palabras me generan muchas dudas y eso causa que mi dolor de cabeza sea más intenso.
Por primera vez desde que papá entro a la habitación habla.

—Cuando estemos listos sabrás todo cariño, te lo prometo.

La otra SwanKde žijí příběhy. Začni objevovat