Las horas raras

2.9K 81 67
                                    

Perdona si te escribo a estas horas

pero ante todo quiero que sepas

que no solo me acuerdo de ti cuando quiero,

me acuerdo de ti hasta cuando no me amas,

otra cosa es que cuando te empecé a perder

fue cuando -por fin-, comencé a encontrar las palabras.

(Rayden)


No hay un solo musculo de su cuerpo que no le duela.

Pero ese baño caliente es agua bendita para su cuerpo.

Al final va a tener que creérselo cuando dicen que se está haciendo viejo.

Con treinta años joder.

Ivan se mete con él cuando dice que lo de pedir bañera en las habitaciones de hotel es su primer capricho de estrellita.

De aquí a pedir que te unten las tostadas en el desayuno chaval. Un paso de nada.

Pero Luis sabe que no hay maldad detrás de las bromas, de la misma forma que Ivan sabe que la bañera en la habitación es lo único que le permite mantener el ritmo que llevan últimamente.

Hay días en los que no está muy seguro en qué ciudad está al despertarse.

Y no se queja, no se le ocurriría jamás, en un millón de años, emitir una sola queja.

Pero a veces puede jurar que escucha a sus músculos quejarse.

En esta ocasión además del cansancio físico se une la tensión.

Lleva sonriendo de forma mecánica desde que bajo del avión. No permitirá que le hagan una sola fotografía en la que no aparezca sonriendo.

De modo que también le duelen las mandíbulas.

Tampoco su corazón está en la mejor forma. Ha perdido la cuenta de las veces que se ha acelerado desde que puso un pie en el hotel.

Con miedo de verla, necesidad de verla y esperanza de verla.

Jodido y radiante y también viceversa, piensa con una sonrisa amarga, el viejo Benedetti sí que sabía resumir historias épicas en pocas palabras.

Se deja resbalar por la superficie de la bañera hasta que su cabeza queda sumergida bajo el agua. Escucha su propia respiración y las olas artificiales que su cuerpo crea.

Miedo y necesidad de verla. Bonita contradicción.

Hasta el último momento había esperado verla en Barcelona. Había confiado como un estúpido que jugaría la carta de los hermanos-amigos-familia, esa que utilizaban cuando les podían las ganas de verse, para estar a su lado en ese día tan importante. Aunque fuese escondida, aunque fuese entre bambalinas.

No había contado con que otros usarían la carta del "conmigo o contra mí".

Claro que no pretendía conocer sus motivos. Tenía que dejar de hacerlo, eso de disculparla a ella y echarle la culpa al mundo de todo.

Ni el mundo era tan malo, ni ella tan inocente.

Pero duele menos así. Planeando bajo el agua lleva la mano a su pecho donde siente un dolor que podría jurar físico cuando ella le decepciona de alguna forma.

Ana, con la que siempre puede contar para cantarle las verdades, se lo había dicho la última vez que se emborracharon juntos.

Chupito a chupito. Confesión a confesión. Verso a verso.

One-shotsWhere stories live. Discover now