capítulo 4

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Filosofía en la última hora. Otra vez llegaba tarde. De nuevo debía quedarme con el alumno al que le faltara compañero sin emitir quejas.
La actitud poco seria del profesor Sanders hacía más accesible sus clases, algo que agradecía en momentos de apuro, ya que al abrir la puerta, los ojos curiosos apuntaron en mí dirección.
El hombre frente al escritorio, de cabello grisáceo que aparentaba una temprana calvicie y de unos cuarenta años aproximadamente, bajó sus lentes llevándolos hacia el puente de su nariz.

—Señorita Lanet, la clase apenas comienza. —observó el reloj que llevaba en la muñeca, analizando algo en su mente, para después juntar sus palmas en un sonido seco, que obligó a varios alumnos a quejarse sobre aquel sonido—. Seis minutos tarde, pero como es una alumna que cumple con sus obligaciones un poco más que muchos de sus compañeros, se lo voy a dejar pasar. —articulé un gracias en silencio que fue interrumpido por una queja audible.
En su lugar, Ethan Smith, el chico de las pecas y uno de los estudiantes con mejores promedios, así como también delegado de la comisión "Cuidado y responsabilidad", procedió a dar su opinión al respecto, habitual en él.

—Señor Sanders, está fomentando a su alumna a la mala disciplina como un acto de responsabilidad.

Lo fulminé con la mirada como pocas veces lo hacía cuando la situación no me favorecía, dando paso a un silencio por su parte. El hombre en su escritorio me observó con la duda plantada en su rostro. Lo pensó por un momento acariciando su barbilla.

—En ese caso, voy a exigirle un poco más de empeño en su actividad del día &articuló con seriedad—. Y en cuanto al alumno que decidió interrumpir, si no doy el consentimiento para emitir quejas, no debería hablar. Tendría que saber eso, ya que es delegado de una comisión que respalda las actitudes sensatas.

Recorrí con mi vista los lugares vacíos. Solo quedaban dos. En el primero se encontraba Keelan, ubicado al final del salón observando fríamente, con los brazos cruzados sobre su pecho.
Dirigió su mirada examinando al resto de los alumnos con detenimiento, como si los estudiara de una forma precavida captando mínimos detalles que nadie tomaba en cuenta.
En el otro puesto se encontraba Jared Williams, quien me dirigía una sonrisa lasciva haciendo señas a su lado.
No podía ser posible.
Ese tipo era un descarado con cualquier chica. Si creía que teniendo el ego por las nubes suponía que todas andábamos locas por él, estaba muy confundido.
Solo esperaba no tener que soportar su compañía poco agradable durante la clase. Prefería ser ignorada por el resto de la hora a la mirada intensa de mí segunda opción.

—¡Perfecto! —escuché la voz grave del profesor a mis espaldas—. La oportunidad para aprovechar el conocimiento de su compañera, señor Maison.

Las expresiones interrogantes de las chicas aumentaban mí nerviosismo, simplemente no comprendía tanto drama a tomar un lugar que cualquiera de ellas podría haber ocupado.
El susodicho no emitió respuesta, solo aguardó allí observando hacia la ventana seriamente.
Suspiré relajada y me encaminé abriéndome paso entre el resto de los grupos.
Llegué hasta dónde me correspondía, ocupando mí lugar.
Examiné por un momento a mi acompañante, que no hacía más que observar pensativo hacia afuera con su postura relajada.

—Bien, esto será muy simple. Hoy vamos a reflexionar sobre un tema en particular: La locura.
Como ya sabemos, tuvo mucha relevancia a lo largo de los años, por lo tanto quiero que sean capaces de formar una opinión coherente con sus compañeros. No quiero que se sientan presionados, hay un amplio abanico de conceptos sobre este tema y está bien que se expresen. —Sanders parecía cargado de euforia, algo que ya se había vuelto costumbre con el tiempo—. Por último, pueden o no hacer uso de la cita que se plantea ante ustedes. Si no terminan ahora, lo traen para la próxima clase —retomó su puesto, y sin decir más, se centró en sus asuntos.

PERFIDIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora