3. Refugio

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Cuando Leiftan camina por el refugio de Eel, suele robarse las miradas.

Las muchachas cuchichean y ríen cuando pasa. Algunas más osadas se le acercan y le saludan mientras él se limita a reverenciar con la cabeza y dedicarles una sonrisa cordial, lo que provoca que se alteren y peleen por saber a quien le sonrió específicamente.

Las madres salen a corretear a sus hijas coquetas y les dicen que no molesten a los guardianes. De igual forma, algunas no pueden evitar dedicarle una que otra mirada.

Como saben que tiene buena voluntad, los refugiados lo saludan y lo detienen para saber de una que otra novedad sobre el exterior.

Los niños corren hacia él y se aferran a sus piernas. Le piden que juegue con ellos y que les cuente historias sobre sus misiones.

Los ancianos lo saludan y suelen retenerlo para preguntarle por Eweleïn, la buena jovencita que la mayoría conoce por sus controles mensuales.

Algunos refugiados son artesanos y le regalan de vez en cuando alguna que otra artesanía de sus culturas para agradecerle por su labor en la guardia. Objetos que Leiftan suele recibir timidamente, pues a su juicio, no es merecedor de toda la atención que se le da.

Pero a los ojos de estas personas, un halo de bondad cubre a Leiftan y ellos confían plenamente en él.

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