20. Un nuevo ciclo

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—¿Qué diablos haces? — me preguntó Plagg mientras yo movía todo lo que veía. Mi habitación estaba hecha un desastre.

— Busco una libreta parecida. — respondí inútilmente. Seguí rebuscando en la catástrofe que me rodeaba, y gruñí. — ¡Ugh! ¿Es que no puede haber una maldita libreta negra?

Busqué entre todas mis libretas, agendas, y libros, pero ninguno tenía aquel forro negro-grisáceo, y mucho menos aquel particular broche verde.

Demonios.

Plagg me miraba desde el extremo de mi cama con cierta expresión de confusión.

—No estarás pensando en...

—¿Hacer otra libreta? Pues sí— le interrumpí.

El demonio me miró con una expresión de oye-parker-estás-demente.

Estás loco.

—¿Tienes alguna otra idea mejor?

—Rendirte y dormir en paz — dijo Plagg con un tono de voz cansado, mientras se acomodaba en mi cama.

—Ni hablar— pensé en las futuras consecuencias sobre el hecho que mi padre leyera mi libreta, y me recorrió un escalofrío por la espalda. En lo que menos pensaría ahora podría ser dormir.
No podía simplemente sacar la libreta, porque mi padre se daría cuenta. Necesitaba hacer otra e intercambiarla con la original...

Claro que, sería genial si pudiera encontrar una similar.

Suspiré agobiado y seguí rebuscando tirando libros por doquier y moviendo muebles.

—Haz silencio— me regañó Plagg intentado de dormir.

Me pasé su orden por las nalgas y moví otro mueble.

— ¿Sabes hace cuánto tiempo no duermo más de 4 horas? — dijo.

Me volví a hacer el de oídos sordos y seguí con mi labor.

—¡Hace más de tres meses, Adrien! ¿Y sabes por qué? ¡Por tu culpa!

Saqué libros, cuadernos y agendas desesperadamente, pero nuevamente ninguna se parecía a la original.

—¡Maldito niño hormonal!— chilló otra vez. — ¡La vez en que no gimes, se te ocurre mover absolutamente todo!— se quejó.

Allí fue cuando dejé de rebuscar, y me dediqué a mirarlo atentamente.

—Ups— dije secamente, y seguí moviendo todo lo que encontraba.

Plagg me miró con odio y puso los ojos en blanco, ¡e-es decir!, en verde.
De acuerdo, chiste malo.

—¿Siquiera sabes dónde escondió la libreta? — dijo él con desgano.

—Obviamente detrás del cuadro de mamá— hice una pausa a la vez que me mordía el labio inferior— Y tú me ayudarás a recuperarla. — sonreí pícaramente.

—¿Q-Qué? ¿Y yo qué tengo que ver?

—Necesito que abras la caja fuerte, como la otra vez — dije recordando aquella vez en que Plagg me metió en problemas.

Escritos de un pervertidoWhere stories live. Discover now