Después de la tragedia

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Ordenó una vez más las servilletas mal colocadas sobre la mesa. Sin saber qué hacer exactamente con las manos,regresó la mirada al americano frente a él. Sus ojos eran de un azul helado, y el golpe de su mejilla  de un claro violeta. Volvió a acomodar las servilletas con aquella vergüenza acobijando el rostro.

No recordaba bastante, pero los trozos de memoria ya fueron complementados con la ayuda de Alfred. Después de encontrarlo a las altas horas de la madrugada, recuerda haberse reído y burlado de la mala jugada de su mente con esa imagen. Sin embargo, cuando se dio cuenta que era el mismo Alfred F.Jones que se había ido hace siete años a Estados Unidos, su reacción fue golpearlo.

No tan violento como hubiera deseado,porque  eran golpes tristes y torpes que a penas y lo mantenían en pie con el nivel de alcohol que corría por su sangre. Entre maldiciones y balbuceos, Alfred se las apañó para controlar a aquel británico alcoholizado, aunque ganara un golpe en el proceso.

Después de vomitar, cayó inconsciente y a partir de allí no recuerda más. Alfred lo llevó al hotel que había reservado con anticipación y esperó hasta que el sol asomara sus pelos por la mañana para contarle todo lo sucedido.

Una vez  más Arthur acomodó las servilletas que no dejaban de lucir chuecas a sus ojos. El mesero del restaurante apareció con una carta y se las entregó a ambos.

— Alfred, lo siento mucho. No tengo cara para disculparme por lo que pasó.— se armó de valor para hablar luego de un silencio que se había extendido desde que lo encontró. Se sentía pésimo por articular esas palabras como las primeras después de tantos años esperando ese encuentro.

— No te preocupes. —abrió la carta.—Es bueno saber que algunas cosas nunca cambiarán.

Ignoró el comentario estúpido y siguió con la justificación.— Estaba muy ebrio, y ayer terminé una relación entonces...si dije cosas estúpidas...

Dejó las palabras flotando en busca de pistas por los balbuceos que había soltado aferrado de Alfred en aquella madrugada. Una sonrisa se estiró en el rostro del americano y Arthur no pudo defenderse contra ese gesto.— Bueno, eso explica muchas cosas.

No lo había notado estando ebrio. El como Alfred había cambiado de esa manera. Ya no era ese chico imprudente que saltaba con cada ocurrencia. Los lentes que sostenía solo le daban un aspecto más serio a ese nuevo Alfred que había crecido en varios sentidos. 

— ¿Cómo cuáles?

— Ayer no dejabas de pedir disculpas, de decir lo arrepentido que estabas,y...em...no dejabas decir  te amo.

Su rostro se fue haciendo gradualmente rojo hasta terminar con las orejas ardiendo. Rió con nerviosismo y volvió a acomodar las servilletas.— Es que no acabamos en buenos términos..— al menos su penosa excusa era cierta, eso cayó como una bolsa de piedras sobre él.

 Tenía ganas de pedir permiso para golpearse contra la mesa hasta que ya no pudiera sentir, tal vez inconsciente se le fuera un poco la vergüenza. Alfred tendió una expresión de pena.— Siento escuchar eso...

 Arthur le restó importancia con los hombros, y fue entonces que se fijó en el brillante anillo que llevaba Alfred en uno de sus dedos. Su corazón cayó al suelo en ese instante, cavando entre las razones de ese anillo de oro.

— ¿Te casaste? — no pudo evitar apuntarlo con un intento vago de sonrisa. 

Alfred miró el anillo que tenía en su mano y se descompuso en una suave risa, un sonido que el británico ya había llegado a olvidar con el paso de los años. Negó con la cabeza.— Es mi anillo de compromiso.

Soy El Héroe Que No Necesitas (UsUk)Where stories live. Discover now