Dos

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Ámbar había convencido a Renato para que saliera a cenar con ella. Fueron a uno de sus restaurantes favoritos en Palermo, pero el chico todavía estaba distraído y pasó así la mayor parte de la noche. Le dolían los ojos por la falta de sueño, pero no quiso volver a casa cuando le preguntó. Mejor, habría más probabilidades de pincharlo para averiguar qué le pasaba así.

Renato sabía que necesitaba cortarla con este bajón. Odiaba cuando se ponía así. Después de tantos años, no debería ser un problema para él. Había 'vuelto a nacer'... sólo que su vida pasada todavía intentaba metérsele adentro a veces.

"Vamos a tomar algo," dijo Ámbar cuando terminaron de cenar. "Hay un boliche acá cerca que quiero probar."

Se encogió de hombros. Él no era realmente un chico de boliches, de salidas, pero mierda, ya estaba ahí con ella. Bien podría irse, más algo le dijo que no.

Subieron al auto importado negro de Renato, y él siguió las indicaciones de la chica. Frenaron en un boliche cheto de la zona, que obviamente era el lugar donde ir si querías conocer gente. Incluso la vereda estaba llena, así que ya se imaginaba lo que sería adentro. La gente se amontonaba en la entrada y también llenaba el patio al aire libre, y había seguridad en cada puerta. Decidió que en verdad no quería estar ahí. Pero entonces el chico del estacionamiento estaba ahí, pidiendo las llaves de su auto.

"No hay vuelta atrás ahora." Ámbar le guiñó un ojo. Renato bufó y salió del coche. Le entregó las llaves al chico, agarró su ticket y, en el segundo en que pisó a la vereda, algo sobre la gente que ahí había le llamó la atención.

"¿Por qué el noventa por ciento de las personas son hombres?" ¿Era un club de striptease o algo así?

Ámbar corrió un mechón de su pelo colorado de sus ojos y se mordió el labio. Tomó su mano, la cual Renato no se había dado cuenta cómo estaba temblando. "Es... es un boliche gay, cielo," le dijo ella.

Todo dentro suyo se congeló, se hizo hielo. El sonido se apagó, como si estuviera usando tapones para los oídos. Con la mirada ausente, levantó su mano, tocó la pequeña cicatriz en su ceja derecha y su vista se empañó un poco. No, no, no, no, no.

Por reflejo, Renato apartó su mano de ahí. Sus oídos comenzaron a aclararse de nuevo, y su visión se estabilizó. Lo había llevado a un boliche gay. ¿Por qué carajos su ex novia ahora mejor amiga lo llevaría a un boliche gay? "No sé qué tipo de joda estás intentando hacerme, Ámbar, pero no estoy de humor para bromas."

"No es una joda, Rena, y ​​creo que lo sabés."

El estómago de Renato se retorció. Sentía que iba a vomitar. Qué carajos, ¿por qué ella lo llevaría ahí? "No sé de qué estás hablando, Ám. Yo no soy-" miró a su alrededor, bajó la voz y terminó la frase: "gay." Pero realmente... ¿tenía que ser gay para ir a un boliche gay? Él no lo era. No había nada malo en ello, y aún así su pasado retorcía sus entrañas.

En lo único que podía pensar era en que no era gay, y sin embargo, su amiga lo había traído hasta acá. Habían estado en una relación por años. Él se preocupaba por ella, la quería mucho. Y no era como si Ámbar fuera la única mujer con la que había estado en su vida.

El estómago de Renato se contrajo. Sentía como si lo hubieran golpeado. Los puños de su padre y de Valentino lo golpeaban de nuevo.

"No tiene nada de malo serlo. Lo sabés, ¿no?"

Intentó tomar su mano de nuevo, pero él la sostuvo en alto, advirtiéndole. "No sé lo que hice para hacerte pensar que soy gay, pero no lo soy. Y no me gusta que me llamen así. ¡Dios, Ámbar! ¿Traerme a escondidas a un maldito boliche gay? Incluso si yo fuera gay, ¿no podrías pensar en una mejor manera de preguntármelo?"

Sincerarse. [Quallicchio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora