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Hace 2 años... (Continuación)

—Iba a besarte —confesó Agoney, Javier se giró para mirarlo—, en el ascensor, iba a besarte —repitió y decidió girarse también para tenerlo de frente.

—Yo también quería besarte —reconoció el mayor.

—La habríamos cagado, ¿no? —Javier asintió, porque sabía que Agoney tenía razón, eso no hubiese estado bien.

—Definitivamente, sí.

Se miraron en silencio por varios segundos, estaban más cerca, de forma consciente se habían acercado el uno al otro. Noches atrás, aunque habían dormido prácticamente pegados, ninguno había sido realmente consiente de esa cercanía.

—Pues, a mí me sigue apeteciendo cagarla —susurró Agoney acercándose hasta rozar su nariz con la del mayor, tuvo que cerrar los ojos debido a la poca distancia.

—Agoney... —suspiró sobre su boca, tragó saliva y cerró los ojos decidido a alejarse.

Javier no pudo tomar distancia, en cuanto lo intentó, Agoney sujetó su nuca y eliminó la distancia que había entre sus labios. El profesor sentía que estaba mal, sabía que debía detenerlo, pero no pudo evitar corresponder el beso. Movió sus labios de forma lenta, aunque en el fondo deseaba devorar los labios contrarios. Besó a Agoney despacio, con miedo de asustarlo, con miedo a que se arrepintiera de su acción. Pero cuando la lengua del canario comenzó a lamer su labio inferior, Javier se dejó llevar, le cedió el control para que él hiciera lo que quisiera.

El moreno se acercó aún más, acarició la mejilla del profesor y abrió su boca despacio, encontrando la lengua ajena. Comenzaron a enroscarse entre ellas con suavidad, hasta que una de las manos del mayor se posicionó sobre su cintura para pegarlo más a su cuerpo. En ese momento el calor empezó a inundarlo y su boca respondió con ganas.

El beso se volvió más intenso, jadearon sobre la boca del otro, mordieron labios y se aferraron a la ropa que cubría sus cuerpos. En un momento, el mayor tuvo unos segundos de lucidez que lo hicieron parar. Realmente no tenía claros los motivos, no hubiese sabido decir si quería detenerse por hacer lo correcto, o solo porque necesitaba llenar sus pulmones de aire para volver a besar al canario.

—Ago —se separó de él apenas unos milímetros, estaba respirando de forma acelerada y tenía las manos del moreno ahora sobre su pecho—, esto... esto no está bien, yo... —miró los ojos oscuros e intensos que tenía en frente y su cordura quiso quebrarse—, no deberíamos.

Se incorporó un poco en la cama, avergonzado y nervioso, pero Agoney, que había sentido sus mismas ganas en ese beso, no dudó en despejar cualquiera de sus inseguridades.

—No te preocupes —dijo, tirando de su ropa para volver a tenerlo cerca, ésta vez, encima de su cuerpo—, solo vuelve a besarme.

Aunque el rostro de Javier era de sorpresa, Agoney atrapó sus labios con fuerza desde el primer segundo. Provocó un gemido en el mayor que le gustó demasiado, y que se propuso volver a generarlo.

—A la mierda. —Javier devolvió el beso con hambre, comenzaron una guerra intensa entre sus bocas, pero también entre sus cuerpos, que se juntaron buscando más contacto.

Agoney abrió sus piernas y Javier se colocó entre ellas. Las manos morenas se clavaron sobre la espalda del mayor y las de éste se colocaron, una sobre la cadera de Agoney, y la otra sobre el colchón. Siguieron besándose por minutos, porque sentían que sus labios encajaban a la perfección. Se encargaron de conocer cada movimiento de la boca ajena, mientras sus cuerpos se pegaban aún más el uno al otro. Javier dejó que las manos de Agoney viajaran por su espalda a su ritmo, recorrieron sus músculos por encima de la ropa una y otra vez, hasta que necesitaron un poco más. El canario decidió acariciar directamente su piel, sintió el calor en sus manos y solo pudo presionar al profesor más cerca. Sintió su entrepierna rozarse con la suya y un escalofrío delicioso le recorrió el cuerpo.

Confundidos - Ragoney (en Edición)Where stories live. Discover now