Alguien en quien confiar

790 101 36
                                    


—­­Y bien... ¿qué es lo que tengo? —.

Miguel se encontraba en el consultorio de Honey en el edificio del equipo. A diferencia de la oficina de Hiro, a la que ya estaba bastante acostumbrado, este sitio era más cálido, tenía fotos de su familia, algunos cuadros con paisajes que Miguel bien podía reconocer, ya que se trataban de lugares emblemáticos de su amado México; el escritorio de la señorita era de un gris mate con un ligero brillo azulado, tenía una computadora llena de calcomanías de objetos con caras adorables y colores pasteles, de hecho, casi todo lo que había en su oficina tenía un poco de ese estilo "kawaii". La camilla del consultorio estaba cubierta por una ligera sábana de color amarillo pastel con naranja, demasiado adorable para el gusto de miguel. El latino le miraba con nerviosismo en sus ojos, se encontraba sentado sobre la camilla mientras que Honey terminaba por revisar el ritmo cardíaco. Miguel sentía terribles escalofríos al sentir el contacto del estetoscopio sobre su piel descubierta.

—Es impresionante lo rápido que te recuperas, sé que hace varias semanas que tuviste ese percance... pero, el tipo de heridas que mostrabas cuando te encontramos... pues aun deberían seguir en tu piel, sin embargo, ni cicatrices tienes, es muy impresionante—. Honey dejó a un lado el estetoscopio, se acomodó sus lentes mientras miraba a miguel con gran fascinación.

—A eso ya estoy acostumbrado... lo que no entiendo es porque me sigo sintiendo tan cansado, muchas veces somnoliento...—.

—Tengo una teoría, pero hasta no tener los análisis listos no podré asegurar nada—. Honey le dedicó una sutil sonrisa. —Creemos que esto puede ser obra del Daruma, tenemos la teoría de que sus efectos ya estén surtiendo efecto, pero no te preocupes, nosotros intentaremos resolverlo—.

Miguel se encogió de hombros para luego corresponder a la sonrisa que muy cariñosamente le dedicaba Honey. Tomó su camisa para vestirse de nuevo, sentía un poco de frío por el clima que nunca subía de los 18C en ese edificio, excepto en el área de entrenamiento.
—Pos que opción tengo... lo peor que me puede pasar es que muera—.

—Vamos Miguel, somos un equipo, los ayudaremos, no los dejaremos morir, son nuestros amigos—. Honey se sentó a un lado de Miguel.

— ¿amigo?... ¿enserio me consideran su amigo?—. Los enormes ojos cafés de Miguel se abrieron ante la emoción de escuchar que es aceptado.
—pero... soy sospechoso de robar las reliquias y por mi culpa Hiro está metido en este desmadre... y apart...—.

—Oye, sabemos que no lo robaste, estuviste en el lugar equivocado y en cuanto a lo del Daruma... no te culpes por todo Miguel, nadie tiene control sobre objetos así de poderosos—.

—Hiro cree que si lo es... me odia...—. El latino bajó la mirada, llevó su diestra a su pecho; recordó aquella sensación de alegría y nerviosismo que Hiro le provocaba.

—Te voy a decir una cosa y esto quedará entre nosotros—. Honey acercó su índice a sus labios mientras le sonreía cómplice a Miguel.
— A Hiro lo quiero mucho y como mi hermanito, tiene muchas virtudes que admiro de él... pero a veces es ciego de corazón, no lo juzgo, ha pasado por mucho, pero a pesar de tener 24 años, aún no sabe cómo mirar a las personas con el corazón; él no te odia, quizás se está enfrentando a una situación que aún no entiende—. Honey tomó su celular y al encender la pantalla había una imagen de todo el equipo de BH6 que se habían tomado antes de su primera misión.

— ¿Pero entonces que hago?... me desespera mucho su forma tan hostil de ser conmigo, y yo me estoy cansando de intentar ser su amigo...—. El latino se cruzó de brazos mientras que fruncía el ceño.

—Deja de intentar y se tú mismo, eres un muchacho muy agradable y Marco es muy gracioso, aunque algo grosero, gracias a él, Wasabi no deja de repetir todas las maldiciones porque Marco le dijo que eran elegantes—. Honey no pudo aguantar la risa, llevando así su mano para cubrir sus labios.

La risa de la joven era tan adorable y llena de energía que terminó por contagiar a Miguel.
—Aunque todas las dice mal y fuera de contexto—.

—Volviendo al tema... que no te agobie el comportamiento de Hiro, no es una mala persona—. Honey se levantó de la camilla, caminó hacia su escritorio para sentarse en su silla.
—Yo sé que le agradas mucho... el me lo había dicho—. Aquel último comentario lo dijo de forma baja, casi como un susurro, esperando que Miguel no lo escuchara, aunque su intención era distinta.

— ¡¿eh?! ¿Qué dijiste?—. Rápidamente Miguel giró su cabeza para mirar a la dama en el escritorio, de un salto se retiró de la camilla y caminó hacia las sillas frente al escritorio.

—No diré nada más jejeje... ¡vaya! Tú consulta ya terminó, no olvides venir en una semana y procura alimentarte bien, no olvides que también debes ir a ver a Wasabi y Gogo, ellos querían saber si podías ayudarles con unas cosas—.

—Chale Honey, tu eres igual de cizañosa que mi prima—.

—Yo no he dicho nada, por cierto, me gusta tu tatuaje, ¿qué significa?—.

—Pues... no es un tatuaje, es la marca que el Charro me dejó como recordatorio de la maldición—.

—Oh, entiendo, lamento haberlo mencionado—.

—No, no, jajaja no te disculpes, aunque a veces me caga verla, me hace sentir muy cool, los de la secundaria me tenían envidia—. Miguel removió su cabello de manera altanera y un tanto egocéntrica, causando que Honey le lanzara una risa sarcástica.

—Anda, ya vete que tengo más trabajo que hacer—.

—Está bien, está bien... ya me voy, que al cabo tengo ensayo en la escuela, ¡gracias! Y adiós—. Miguel refunfuñaba mientras se acercaba a la puerta de salida, ella le agradaba mucho y le hacía sentir el tan agradable ambiente latino que solo ellos entienden.
Abrió la puerta de la oficina, aquella sonrisa se desvaneció por completo, frente a él se encontraba Hiro quien le miraba un tanto sorprendido.

— ¿Qué rayos haces aquí Miguel?—. Aquella hermosa mirada cambió por un ceño fruncido y unos labios apretados de desaprobación.

—mmm no sé... Tú dime...... vine a robarle el tiempo a Honey, para que de eso también me culpes—. Avanzó un par de pasos para salir de la oficina, siguió caminando por el pasillo sin cruzar mirada ni conversación alguna con el asiático. A pesar de haber se visto muy digno el tamalito, sentía un dolor terrible en su corazón, pero debilidad era lo último que quería mostrarle a Hiro.

Hiro entró a la oficina de Honey mientras que refunfuñaba entre dientes, maldiciendo en japonés cada aspecto de Miguel, cerró la puerta con algo de fuerza, haciendo eco en la habitación. De mala gana se sentó en una de las sillas frente al escritorio de Honey.

— ¡Me desespera que sea tan así!, ¿cómo rayos lo aguantas?—. Se cruzó de brazos y se dejó resbalar ligeramente sobre la silla, optando una posición algo incómoda para la mayoría, pero para él era la gloria.

—yo no lo "aguanto", él es muy agradable—. Honey mantenía su mirada en la papelería de ambos jóvenes.

— ¿Agradable? ¡Ha! No he podido dormir una sola noche bien—.

— ¿Tu duermes? —.

—Se la pasa tocando canciones muy tristes.... ¡me tiene cansado de tanto llo.... de tanto escucharlo!—.

—Es un músico, ¿qué esperabas?... y creo que tú lo obligaste a vivir contigo sin motivo alguno—. Honey dejó los papeles a un lado, elevó su mirada mientras que apoyaba su rostro sobre sus manos en el escritorio de forma un tanto elegante mientras que le lanzaba una sonrisa pícara.

—Ya te lo había dicho, él está bajo mi vigilancia por ser sospechoso—.

—sospechas que se retiraron hace un par de semanas, Hiro, enserio ¿por qué sigues con este juego? ¿Qué te da tanto miedo de él? No recuerdo la última vez que vi tan obsesionado por alguien—.

Al ver el rostro de su amiga con esa sonrisa mientras le lanzaba esas preguntas tan directas que no sabía cómo librarse de ellas.
Su rostro se volvió rojo cual tomate, desvío la mirada mientras fruncía el ceño.

—y-yo no estoy jugando a nada y él no le da miedo—. 

Boleros de Soledad (Higuel)Where stories live. Discover now