Capítulo 6

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No podía hacerse a la idea de verle soportando durante años un matrimonio estéril, llevado sólo por su sentido del deber y la responsabilidad.

Era preciso que hubiera algo más. Algo como el amor.

Se reprochó a sí misma por creer en los cuentos de hadas como cuando era niña. Hacía mucho que se había resignado a aceptar que él nunca llegaría a sentir nada por ella. ¿Por qué seguir torturándose inútilmente?

Salió del pequeño salone y aprovechó que él estaba fuera para quitarse el maquillaje y darse su habitual crema hidratante antes de meterse en la cama. Contempló con desdén la colección de lociones, perfumes y cremas limpiadoras y antiarrugas. Había tenido la tentación de tirarlas todas, junto con el resto de objetos a los que tenía derecho como esposa legal de Sasuke Uchiha, pero odiaba desperdiciar las cosas, por eso las había metido todas en su equipaje el día que lo había abandonado.

Le costaba tener que recordar aquel terrible día. Se había comportado de forma bastante cobarde, aprovechando para irse de casa cuando él estaba en Suiza asistiendo a una conferencia financiera muy importante en Zurich. A pesar de todo lo que se había deteriorado su relación en los últimos meses, pensó que, estando él presente, le habría faltado el valor necesario para dejarlo. Se pasaban el día discutiendo por cualquier cosa y parecía ya un hábito el que se llevaran la contraria de forma sistemática. Llegó a pensar incluso que había empezado a odiarla.

Llevaban por entonces varias semanas sin hacer el amor... Tres meses parar ser exactos. Las inyecciones de hormonas que ella se ponía como parte de su tratamiento de fecundación in vitro la habían vuelto más irascible e irritable. Por si fuera poco, el pelinegro había tenido que dar una muestra de esperma, cosa que había encontrado humillante pese a que los doctores y enfermeras se habían comportado de manera muy discreta y profesional.

El sexo era una carga pesada, una obligación que había acabado matando los sentimientos que él pudiera haber sentido alguna vez por ella. No le había hablado de amor, pero ella se había casado con la esperanza de que algún día llegara a sentir algo por ella. Sasuke, sin embargo, estaba lejos de ser uno de esos hombres románticos y sentimentales. No podía imaginárselo demostrando una debilidad en presencia de otra persona. Siempre mantenía las distancias con los demás.

Sakura tenía suficientes amigas como para saber lo difícil que era la convivencia en el matrimonio. La pareja más unida y feliz podía verse rota en un instante por cualquier revés o contratiempo imprevisto. Ella se había prometido a sí misma que nunca abandonaría al hombre que fuese su marido, que sería una esposa amante y fiel, y que haría todo lo posible para mantener siempre viva la llama de la pasión. Pero al final, a pesar de todos sus buenos propósitos, había fallado. Y había fallado porque no sólo estaba ella en aquel matrimonio. También estaba Sasuke. Él se había ido distanciando poco a poco de ella. Al principio, no le había dado mayor importancia, achacándolo al dolor que sentía tras la trágica muerte de su padre y a la mayor responsabilidad que había tenido que asumir en el negocio de la familia.

Aquellas tres semanas en el hospital, junto a Fugaku en estado de semicoma, habían sido las más penosas de su vida. Había sido realmente cruel tener que ver a aquel hombre tan fuerte y tan lleno de vitalidad convertido en un guiñapo.

Ella había tratado de ayudar a su suegra durante aquellos días tan duros, pero Hitomi había preferido refugiarse en sus hijos, y ella se había sentido relegada a un segundo plano.

Su sentido del fracaso, por no ser capaz de llevar su embarazo más allá de la sexta semana, había alcanzado su punto culminante cuando Hitomi comenzó a hacer comentarios acerca de cómo ella había traído tres hijos al mundo, sanos y fuertes, además de una hija. Parecía como si quisiese decir con ello de forma solapada: «¿Pero qué clase de mujer es esta Sakura que no es capaz de hacer lo mismo?». A pesar de todo, sentía pena por su suegra. Hitomi apenas salía de la villa familiar y el médico había tenido que recetarle antidepresivos.

Divorcio para dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora