VIII

215 25 11
                                    

SAMAEL

Eran las 5 de la mañana y yo todavía no pegaba ojo, cuando Belle me envió el mensaje salte del sillón, me levanté para caminar un poco y tranquilizar los nervios que sentía, lo cual era ridículo.

Solo era una chica, pero era la chica que me ayudaría en Álgebra, era la chica que me atraía y no sabía el motivo, pero lo hacía.

Respiré de nuevo apagando la televisión yendo hacia mi cuarto, le contesté el mensaje de vuelta, y así estuvimos hasta que dejó de contestar, supongo que había tenido que ir a hacer algunas cosas así que yo me dediqué a la tarea.

Cuando sonó el teléfono con un nuevo mensaje literalmente lo tome en 3 segundos para ver qué me había respondido. Lo leí y me quedé petrificado por un momento.

Me decía que porqué por mensaje le hablaba bien y no cara a cara. La verdad sea dicha pero no podía admitirle que era por los jodidos nervios que sentía, es como si en ese mismo momento los ratones se comieran mi lengua, mis manos sudaban por miedo de enredarme en mis propias palabras y decir una tontería.

No podía decirle "Hey, Belle, eres hermosa y tengo miedo de cagarla contigo, pero eres demaciado bonita".

Así que le contesté que probablemente sea por qué no la veo a la cara. Lo bueno es que no menti del todo.

Y su último mensaje me dió a entender que no le había gustado para nada mi respuesta, era lo que más temía.

Así que ahora andaba en mi cama dando vueltas pensando en ese suceso. Gruño un poco acomodando la almohada para ponerme cómodo de nuevo y tratar de dormir.

Oí un pitido en mis sueños haciendo que poco a poco me vaya despertando, ví el reloj que tenía la mesita y lo apague levantando mi brazo para después cerrar de nuevo los ojos, moría de sueño.

—¡Oye, despierta! —Sentí como alguien me movía en la cama, abrí mis ojos de repente y ví a mi padre enfrente de mi, andaba de traje, como siempre.

Ví de nuevo el reloj, marcaban las 3 de la tarde. ¿Tanto había dormido?

Lo volví a ver sentandome en la cama fregando un poco mis ojos.

—Es demaciado tarde ¿No tenías hoy práctica en el equipo? Samael ya te he dicho que tienes que poner de tu parte, no pienso tolerar nuevamente el puto error del año pasado.

Lo miré a los ojos y no evite soltar una carcajada burlona mientras me levantaba de la cama viendo cómo me miraba con los labios fruncidos.

—Creo que eres el menos indicado para saber que tengo o no que hacer. — Le solté viéndolo a los ojos — Tu nunca estás, no sabes nada de mí, así que mejor vete a trabajar, que es lo único bueno que sabes hacer.

—No toleraré que me hables de ese modo, jovencito y por si no lo sabes, todo lo que tienes es por mí. — Se levantó de la cama donde andaba sentado y fue hacia la puerta, pero antes de salir se volteó hacia mi.

»Otra más de tus contestaciones y te a tendras a las consecuencias.

Y con eso sale cerrando mi puerta, bufo un poco y me meto al baño para poder cerrar la puerta, me saco mi ropa para poder después meterme a la ducha y relajarme. 

Si, tal vez tenía cosas materiales, pero no lo tenía a el, no tenía sus consejos que me daba de pequeño o no tenía esos momentos de risas sinceras entre ambos, ya no jugaba fútbol conmigo o me contaba un cuento antes de dormir.

No era mal hijo, pero a veces no podía evitar soltar uno que otro insulto.

Ya no era niño pero aún lo necesitaba, mamá siempre le dijo que si ella faltaba, el tendría que darle el amor de ambos. Y no lo cumplió.

Mi peor error. [Borrador/En Proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora