Los diálogos

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Cometer errores al escribir diálogos es más frecuente de lo que imaginas. Parece sencillo poner en boca de los personajes unas cuantas palabras, pero el diálogo necesita tener una función en tu novela, estar bien construido y darle vida a los personajes.

1. ¿QUIÉN HABLA?

Está genial construir un diálogo donde los personajes se expresen y nos den mucha información sobre la novela, pero si no aclaras quién ha dicho cada cosa, vas por mal camino. Si te olvides de ellos, el lector se perderá y no sabrá quién habla cada vez. Eso no quiere decir que tengas que añadir el nombre del personaje en cada intervención, pero bastará con que, de vez en cuando, sobre todo al inicio, lo aclares. Si en tu escena hay varios personajes, la situación se complica todavía más, por lo que tienes que ser muy específico.

Quiero destacar una construcción errónea que a veces se te puede escapar si no prestas atención: cuando no se sabe quién ha iniciado una conversación porque la narración anterior se refiere a un personaje y el que interviene primero es otro pero no se dice. Te pongo un ejemplo:

María echó un vistazo al móvil otra vez. Estaba cansada de que Juan siempre se retrasara cuando quedaban. Resopló al ver que no había ningún mensaje y le dio un sorbo a su taza de café.
—Buenos días, ¿cómo estás?
—Vaya horas... ¡Siempre llegas tarde!

Lo más seguro es te hayas descolocado al leer esto. Por lógica, se entiende que María, cuya acción sucede en la narración que hay justo antes del diálogo, es la primera en hablar. Sin embargo, en la frase siguiente alguien está echando en cara la tardanza, algo que no tiene sentido si se trata de Juan, porque es el que llega tarde. Aunque es un trozo simple, el lector se hará un lío, fruncirá el ceño o tal vez lo releerá, algo que debes evitar a toda costa.

Solución: para no caer en este tipo de errores, hay que aclarar quién habla en cada momento (ojo, con moderación, no todo el rato), sobre todo al inicio de la conversación o cuando haya párrafos con pensamientos o acciones referidas a un personaje, pero el que interviene de inmediato es otro. Presta atención a la construcción que has hecho y a estos detalles concretos que puedan generar ambigüedad.

2. CONVERSACIONES VACÍAS O REPETITIVAS

Algunas conversaciones son bastante simples y en la mayoría de las ocasiones no aportan nada que no se pueda escribir en un párrafo narrado, como cuando hablamos de saludos y los típicos «Hola, ¿cómo estás?».

En otras, se repiten las mismas frases, dando origen a un diálogo que no aporta nada, a pesar de la posible información que pueda dar:

—¿Te ha gustado la peli?
—Sí, me ha gustado mucho. ¿Y a ti?
—También me ha gustado.

Del mismo modo, se puede producir un error cuando el personaje dice lo mismo que se comenta en la acción.

—Ven, María, siéntate conmigo en el banco. —Se sentó en un banco que había en la acera y yo me senté a su lado.

Sería diferente este mismo ejemplo dicho de otra manera, de forma que se reparta la información y no se repita lo que ya se ha dicho:

—Ven conmigo, María —dijo mientras se sentaba en un banco que había en la acera.

Solución: intenta que tus diálogos sean verosímiles, creíbles, pero teniendo en cuenta que es una novela y que el lector va a querer calidad, por lo que tienen que ir un paso más allá de lo que es la pura realidad. No se pretende hacer una reproducción de una conversación real, lo que sería una locura. Aunque en tu día a día te encuentres conversaciones como esa de la peli, en una novela se espera algo más. No hace falta que lo lleves al extremo y pongas culto a un personaje que no lo es, pero con evitar repeticiones o es suficiente.

Errores del escritor novelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora