Rojo cereza

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—¡Aun no puedo creerlo! — Dijo casi en un grito Tum mientras observaba como Can metía comida a su boca sin expresión alguna y de paso llamaba la atención de todos sus amigos presentes— Digo no tengo nada en contra de que te gusten los chicos, pero ¿Mettanat? En que estabas pensando Can.

Can soltó un suspiro cansado ¿El también se lo preguntaba?

—Tum tiene razón— Agrego Type, haciendo una pausa para beber de su soda y continuar— Todavía hubiera sido alguien como Pete. Ahí si hubiera sido más razonable.

—¡Oye! — Grito Ae molesto, soltando un leve golpe en el brazo de Type, este solo se dedicó a reír un poco divertido

—Yo lo siento Can— Soltó de pronto Pete, en un tono de voz triste— Todo esto es mi culpa— El tierno muchacho evitaba ver a su amigo a los ojos, de cierto modo se sentía culpable de todo lo que había pasado

Ae paso su brazo por los hombros de Pete, tratando de animarlo un poco mientras los demás le miraban con sorpresa. Por su parte Can le miro y le sonrió débilmente, ya que, lo que menos quería era que Pete se sintiera culpable aun cuando le había apoyado en todo.

—No te preocupes Pete— El nombrado levanto la mirada para verle— Supongo que él tiene razón nunca debí fijarme en un idiota como el— Can se levantó de su asiento y se dirigió a sus amigos—Voy a estar en la biblioteca terminando unas tareas.

Todos sus amigos se despidieron de él, y este salió de la cafetería comenzando a caminar por los pasillos de la universidad. Sentía un hueco en el estómago-a pesar de haber comido ya- y no quería hablar con nadie, pero ¿Por qué? Solo había sido el estúpido de Mettanat siendo el idiota que siempre era, nada fuera de lo normal.

El chico soltó un gran y último suspiro, sacudió su cabeza de un lado a otro y con una expresión de seguridad total corrió hasta el campo de futbol con todas sus fuerzas.

Odiaba esa sensación que se había acumulado en su mente, y ya estaba harto de pensar así que solo dejaría que las cosas fluyeran. Ya no se preocuparía por el idiota de Mattanat y por esos odiosos sentimientos que le habían traído consigo.

Se olvidaría de Tin Mettanat.

....

Por otro lado, el castaño permanecía en la biblioteca, releyendo una y otra vez el mismo párrafo del libro entre sus manos sin prestar atención a su significado. Su mente divagaba en aquellas palabras que el pelinegro le había gritado con enojo.

<<Me arrepiento totalmente el día en que me fije en ti Mettanat>>

El muchacho soltó un suspiro y cerro el libro con fuerza, llevándose ambas manos a la cabeza sobándose las cien. Porque esa escena no dejaba de pasearse en su mente una y otra vez, es decir, no le importaba en lo absoluto lo que pensara ese insignificante programa tailandés sobre el...no le importaba lo que pensara el mundo sobre él.

Entonces ¿Por qué? Porque de cierta manera, ese recuerdo le hacía hervir la sangre al punto de querer ir tras Can, tomarlo por ambas manos y exigirle que le volviera a repetir aquello.

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