PRÓLOGO

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9 de octubre de 2010

Romanos 12.19.21

"No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el señor. Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer, si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal"

El sonido de campanas chocantes anunciaba la llegada de la medianoche en todo el lugar. El viento resoplaba con fuerza las pequeñas ventanas resguardadas. El lugar estaba sumido en total oscuridad y solo se escuchaban los pasos del padre Siwon, quien se aseguraba que nadie estuviera por fuera de sus habitaciones.

Habíamos llegado a esa época del año en que el invierno se acercaba cada día más, trayendo consigo un sin fin de ventiscas que no hacían más que perturbar aquel recinto sagrado de Dios.

Aquel hombre de unos 57 años, acaba de terminar sus oraciones cuando aquellas campanas le indicaron que era momento de sus rondas nocturnas. Era un trabajo que solo él podía hacer. Conocía perfectamente a cada uno de los jóvenes que albergaba aquel lugar y sabía muy bien que más de uno no se quedaría tranquilo hasta pasar la medianoche.

Más de una vez había propinado castigos necesarios para ponerlos en cintura y esta vez no sería la excepción. Su deber era infringir disciplina y era eso lo que haría en cuanto la situación lo amerite. Creía firmemente en que esta era el camino hacia la gracia de Dios y no descansaría hasta ver a todas sus ovejas del rebaño seguir el sendero hacia su objetivo.

Choi Siwon siempre ha sido un hombre correcto. A la edad de 13 años había recibido el llamado de Dios para servir y guiar a almas descarriadas por el camino del bien. Era una edad temprana, sin embargo, todo había quedado claro para aquel joven cuando su padrastro había asesinado a golpes a su madre. Fue como una revelación divina la noche en que todo sucedió y desde entonces se prometió a sí mismo rescatar a aquellas personas consumidas por el pecado y el mal.

No era una tarea fácil, nadie dijo que lo fuera. Pero su propósito había sido designado por el mismo Dios. No podía negarse.

A lo largo de su vida, conoció las diversas formas en que el mal acechaba sobre nosotros. Desde la ira hasta la envidia. Y qué decir de la lujuria, está siempre acechaba en cada esquina, en cada rincón de aquella ciudad. A los 20 años comprendió que tenía que hacer más, mucho más si quería seguir los pasos de San Pedro y ser un "pescador de hombres" tenía que trabajar más duro, pero sobretodo, tenía que fortalecerse a sí mismo.

Es por eso que a la edad de 23 años decidió internarse en el monasterio de San Agustín, a las afueras del Monte Vesubio. Era un lugar sagrado, en dónde encontraría la fuerza y la sabiduría para combatir el mal y ayudar a redimir los pecados de la gente. Quería alcanzar la perfección, ser un hombre santo y así, guiar a aquellos que más lo necesitan.

A la edad de 45 años fue encomendado a dirigir el orfanato de San Clemente en Seúl. Y desde entonces, se había cerciorado del bienestar de cada niño, cada feligrés y cada ciudadano que asistía a su iglesia. El Padre Choi Siwon había llegado para guiar a su rebaño y compartir la gracia divina a sus semejantes.

Mientras caminaba por los extensos pasillos del orfanato, escuchó un ruido proveniente de una de las habitaciones. Con la intención de descubrir su origen, apresuro su paso hasta llegar a aquel lugar deteniéndose por un momento. Conocía esa habitación, era su oficina. Recordaba muy bien haberla cerrado antes de recluirse en la parroquia a rezar. Le pareció muy extraño que ruidos provinieran de esa habitación, sin embargo, esperaba descubrir al causante cuanto antes. Como había dicho, conocía perfectamente la inquietud de los jóvenes.

Así que, sin más, introdujo la llave en la cerradura de la puerta hasta que esta fue abierta, dejando ver una escena que paralizó todo su cuerpo. Sus ojos se abrieron como platos y un escalofrío empezó a recorrerlo por todo el cuerpo. Ante él yacía el cuerpo de un hombre que conocía muy bien. Era el mismo hombre que le había pedido hacerse cargo del orfanato y de la iglesia aquí en la ciudad. El mismo hombre que lo había ayudado en todo su proceso de formación y aprendizaje. Aquel que le dio un lugar dónde habitar y le mostró el camino para seguir la voluntad de Dios.

Era el mismo hombre, que unas noches atrás le había confesado que era culpable de un pecado atroz y vil, producto de su debilidad e influencia del mal que habita en todas partes. Ahí frente a él, yacía el cuerpo del Obispo Shin, en medio de un charco de sangre producto de múltiples laceraciones en su espalda. Su ropa había sido despojada, dejándolo por completo desnudo. Su miembro ha sido cortado y lacerado y si eso no fuera suficiente la palabra PECADOR ha sido marcada en su frente por cortes profundos y dolientes.

Esto era el acto de alguien vil y despiadado, era el acto de alguien cuya vida ha sido influenciada por el enemigo. Pero sobretodo, este era el acto, cuya ira de Dios, ha sido tomada por sus propias manos.   

PANDORA  - YOONMIN ADAPTACIÓNWhere stories live. Discover now