PANDORA - YOONMIN ADAPTACIÓN

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La muerte de los Min fue el suceso que dio inicio a una serie de eventos que cambiaron completamente a la ciudad. Las revelaciones de la otra cara de esta familia, los negocios turbios y aquellas acusaciones que no habían sido comprobada surgieron de nuevo a la luz pública, gracias a la ardua investigación de Jeon. Recordar aquellos sucesos hizo que Chimin viajará en el tiempo a la época en que aún era un estudiante. Recuerda muy bien que aquel día en que se supo de la muerte del cabecilla de aquella familia, se encontraba en una de las bibliotecas públicas de la ciudad. Acababa de salir de clases y quería adelantar su trabajo de Fundamentos. El señor Bang había sido claro a la hora de pedirlo y ya que contaba con algo de tiempo libre, quiso aprovecharlo.

Era viernes por la tarde, varios de los chicos de su edad estarían rumbo a alguna fiesta o quizás en algún centro comercial o en casa de un amigo o amiga. Cualquier cosa típica de los jóvenes de la época. Pero para Chimin las cosas eran diferentes, o por lo menos así se sentía. Le costaba muchísimo encajar con los demás. No tenía muchos amigos y varios de sus compañeros solo hablaban con el cuándo era necesario. No era que le importara, después de todo siempre estaría más adelantado que los demás, impidiendo de alguna forma poder crear lazos de amistad duraderos.

Aquella tarde, la biblioteca albergaba pocas personas. Estaba rodeada de un silencio casi sepulcral que permitía una concentración absoluta a quien lo deseara. No tendría que recurrir a encerrarse en una de las salas de estudio del lugar y eso hizo que Chimin se sintiera mucho más a gusto.

El tiempo se había ido rápido. Cuando terminó de dar los últimos detalles de su trabajo, la bibliotecaria le informó que estaban por cerrar y que debía marcharse pronto. Tenía que apresurarse para poder llegar a su dormitorio y poder descansar. La semana había sido agotadora y quería un poco de tiempo libre sin hacer nada para despejar sus pensamientos.

Fue ese día cuando lo vio por primera vez. Estaba saliendo de la puerta de la biblioteca, bajando las escaleras cuando se percató que alguien lo observaba. Ahí al otro lado de la calle, se encontraba el hombre más atractivo que jamás había visto. Su cabello negro como la noche se dejaba caer entre su cara. No era tan largo, pero si lo suficiente para que sus manos se perdieran en él. Su cuerpo llevaba una chaqueta negra de lana, mientras usaba unos pantalones del mismo color. Llevaba las manos en los bolsillos con la mirada en frente, ahí, observándolo. Fue cuando cayó en cuenta del color de sus ojos. Eran grises y profundos. Tenía una mirada que haría que hicieras lo que fuera por él y saberlo, solo pudo producirle un escalofrío.

Nunca antes había sentido esa serie de sensaciones en su cuerpo y más que sentirse aterrado, se sentía fascinado al respecto. Por un momento, el tiempo se había detenido, dejándolos a ambos en un bucle, escapando de los demás. Sin embargo, toda esa sensación se esfumó de repente, cuando aquel joven se marchó sin más. La sensación de desasosiego que le siguió a eso, extraño tanto a Chimin que solo pudo jadear y aferrarse en su mochila para no desfallecer.

Sus ojos observaban por todas partes, con la intención de dar con su paradero. Quería acercarse, saber su nombre o algo que le permitiera conocerlo, pero como si fuera producto de su imaginación, este había desaparecido sin dejar rastro.

Cuando regresó a su dormitorio, las sensaciones que habían aparecido con la presencia de aquel hombre, se habían esfumado. Su cuerpo ya no se sentía ligero y en cambio, el peso del cansancio acumulado se hizo mayor.

Dejando todo a un lado, se dispuso a tomar un baño y descansar. Sin embargo, la imagen de aquel hombre no abandonaba su mente sin saber qué hacer. Sin darle mucha importancia, decidió que lo mejor era darle rienda suelta a que su mente proyectase lo que quisiera, total, de nada serviría negarlo. Había quedado sumamente atraído hacia aquel sujeto.