Capitulo 13

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Se concentra en introducir correctamente la llave en la cerradura sin hacer demasiado ruido mientras mira de reojo los movimientos del chico que tiene a su espalda. No está muy seguro de lo que está haciendo, se le ve en la complexión de su cuerpo. Tras ella, con las manos escondidas en los bolsillos delanteros de su pantalón, con un pie pisando al otro, como un niño avergonzado por una de sus trastadas. Solo que esta vez, no han cometido ninguna trastada o al menos no una conjunta. Pero aun así, parece dispuesto a cumplir lo que le ha prometido y no huir en cuanto ella le dé la espalda. Aitana deja la puerta abierta y se aparta ligeramente para que él pase por delante de ella.

El gallego por su parte siente que se está metiendo en la boca del lobo, pero esa boca le resulta demasiado tentadora. Pese que ha intentado frenar en todo momento las propuestas de Aitana, no le ha quedado más remedio que ceder ante ella. Es como uno de esos roedores que seguían al flautista de Hamelín al escuchar la melodía que tocaba, al seguirle estaban destinados a morir ahogados. Él no sabe que le espera, pero está en su casa, en la casa de la chica que le provoca cosas difíciles de explicar. También sabe que no va a pasar nada entre ellos y mucho menos con el novio de ella presente. Camina con cuidado entrando en una estancia amplia, muy amplia. A pesar de la penumbra puede diferenciar una silueta que le resulta demasiado familiar, pero que también le hace estremecerse ligeramente

- ¿Estás bien?- le pregunta la catalana al darse cuenta de su estado, mientras enciende la luz de lo que parece ser el salón-comedor

Luis no responde pero no la cuesta ver dónde está fija su mirada

- Era de mi padre, él me apuntó a clases de piano de pequeña y muchas veces tocábamos juntos- explica con una sonrisa de nostalgia en su rostro

Al gallego le gustaría contarle que su madre también tocaba el piano, realmente daba clases de ello en el conservatorio de Ourense. Le gustaría decirle que aun se estremece al oír las teclas de cualquier teclado, porque le lleva a visualizar los dedos de su madre deslizándose por ellas. También le gustaría relatar cómo su madre le ponía en su regazo para empezar a crear juntos melodías y cómo dejó de ver el sentido de crearlas en ese instrumento sin ella. Le gustaría contarle todo, pero no puede, no está preparado, no está capacitado para acabar de bajar las barreras que se autoimpone. Barreras que siente demasiado flexibles con ella al lado.

De pronto, ambos escuchan unos pasos a sus espaldas, el gallego se tensa más aún ante la posibilidad de que sea el catalán el que aparezca de pronto. Pues no sabría muy bien que decir ya que aún no tiene muy claro como ha acabado en este lugar. Al contrario que Luis, Aitana esboza una risa divertida al distinguir los susurros de su amiga Amaia

- Shh voy yo delante pero agárrate bien- logra escuchar la chica del flequillo tras hacer un gesto de silencio a Luis

Aitana se acerca al tramo final de las escaleras y sorprende a su amiga y su hermana bajando con sumo cuidado

- ¿Se puede saber qué hacéis despiertas?- las pregunta en un susurro

- Que susto nos has dado...- contesta su amiga llevándose una mano al pecho

- He tenido un sueño malo- se queja su hermana

La catalana no puede evitar coger en brazos a Laia tras oír sus palabras y camina hacia el salón de nuevo con Amaia siguiendo sus pasos

- Pero...- reacciona la chica al ver a Luis de pie en mitad del salón

- Hola- dice el chico rascándose la nuca nervioso

Ese saludo es suficiente para que Laia reconozca la voz e incorpore su cabeza del hueco del cuello de su hermana

- ¿Peceda?- dice entre sorprendida y extrañada

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