Día 2

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—¡Blaty, cásate comigo ota vez! —exclamó un animado niño de a penas tres años, portando un tierno disfraz de dragón rojo junto a sus crocs favoritos.

—¡No! —respondió con un puchero y el ceño fruncido.

—Po favooooooo —suplicó—. Te amo musho, musho, musho.

Bakugou comenzó a correr, huyendo del raro niño de cabello azabache que acababa de conocer hace apenas una semana y que le proponía matrimonio por quinta vez ese día. Si contamos las propuestas de esa semana sería un cuento de nunca acabar.

Kirishima Eijirou se acababa de mudar a ese vecindario después de que su madre lograra conseguir el suficiente dinero para comprar una casa en una zona donde ella creía que su hijo crecería sin problemas. Los vecinos eran amables, las calles estaban limpias y el parque no quedaba muy lejos.

Es por eso que empezó a frecuentar el lugar junto a un inquieto niño al que aún le costaba decir algunas palabras y que nunca se quitaba ese disfraz el cual ya estaba lleno de agujeros. Ella quería decirle que lo dejara descansar un par de días pero apenas y lograba convencerlo de que se lo quitara para lavarlo o para la hora del baño; con el tiempo se resignó a que su hijo amaba esa vestimenta.

El problema era que la mujer temía ser criticada por no poder controlar a su único hijo, o eso creyó hasta que conoció a Mitsuki Bakugou ese primer día en el parque. La rubia le contaba que  ella tampoco podía quitarle la maña a su pequeño de siempre llevar una capa desgastada y una espada de juguete. Era tan raro pero a las dos les enternecía la actitud de sus hijos.

Mientras las mujeres platicaban, el pequeño Kirishima se la pasaba correteando a otros niños con su intimidante disfraz y sus dientes que eran unos cuantos picos que sobresalían a penas. Se estaba divirtiendo mucho hasta que otro niño se atrevió a retarlo con su espada despintada por el tiempo.

Su combate duró muy poco ya que ese niño rubio resultó ser muy tenaz y agresivo, logrando derribarlo con facilidad.

Sus madres, al ver el incidente, corrieron hacia ellos. Una estaba muy asustada por el golpe que recibió su hijo, la otra no paraba de regañar al suyo por su maldad al jugar con otros. Entonces, Eijirou se levantó y con una mejilla roja vio directamente al rubio, sintiendo sus ojos iluminarse al verlo mejor.

—Mami —habló con decisión—. Yo soy su dagón —Señaló a Bakugou.

Y así fue como todo inició.

A partir de ese momento se veían todos los días en el parque, aunque sea un par de minutos pero siempre los suficientes para que Kirishima pudiera pedirle matrimonio a Bakugou.

En un principio Katsuki hacia lo posible por no ir ya que siempre le incomodaba esa propuesta, pero su mamá creía que era por rebeldía y porqué quería hacer sentir mal al azabache —que también era cierto— así que lo obligaba.

A regañadientes jugaba con él, sintiéndose molesto por su personalidad tan alegre ante cualquier cosa. Incluso le sorprendió cuando se mantuvo sonriente el día que dejó de llevar su disfraz de dragón pues había dejado de quedarle, siendo remplazado por un sinfín de playeras y accesorios sobre dragones que en su mayoría eran rojos.

Pero, a pesar de que el tiempo pasaba y ambos crecían, Kirishima seguía haciendo la misma pregunta:

—¿Te vueves a casar comigo?

—No —Y la respuesta seguía siendo la misma—. Nunca me casaré cotigo.

Bakugou se cruzó de brazos, dejando de lado el castillo de arena que estaba construyendo junto a los caballeros de palo que había armado.

Kiribaku Week 2019Where stories live. Discover now