Hero

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Eugeo, My Hero.

(Y mi mejor amigo)

#eugeoweek

Por más que él le dijera que todo estaba bien, que no había nada de qué preocuparse, Asuna sabía que en el fondo, muy en el fondo de su mirar de acero, algo enturbiaba su parca expresión. Lo conocía como a la palma de su mano.

O, tal vez, creía conocerlo.

Pero que él no fuera lo suficientemente sincero para volcar todo en ella la llenaba de inquietud y otra vez la inseguridad enviaba dardos a su mente, despertando esa conocida sensación de miedo como agujas en sus entrañas, de que nunca sería buena para él.

Kirito siempre sonreía a todos: a la guardia, a los miembros de la catedral, a su senpai, con quien seguía entrenando...; pero parecía que cada vez que su mirada de plata se cruzaba con ella, viera apagarse su expresión como si le desagradara verla allí.

Asuna recordaba sus besos y su llanto cuando aquella batalla fatal terminó... y él seguía siendo su Kirito. El chico que le entregó un anillo y el que le rogó que lo acompañara a América... Si bien, conforme su estancia se fortalecía en Underworld, la fachada del joven que amó fue decayendo convirtiéndolo poco a poco en un extraño.

Durante el almuerzo y mientras estuvieran rodeados de gente él actuaba normal, digno de su nuevo rango como líder. Pero bastaba con que solo estuvieran ellos dos para que Kirito no quisiera romper el silencio. Y Asuna, por temor, tampoco lo hacía.

El único momento en el que parecían compenetrarse era en esas horas de amor, cuando sus cuerpos se buscaban sedientos y se convertían en uno entre las sábanas del lecho que compartían. La marejada de sensaciones se mantenía igual o, tal vez, más intensa a cuando se encontraban del otro lado.

Kirito siempre fue muy vehemente en cuanto a su propio placer. El desenfreno escurría de sus acciones cuando buscaba hundirse en su femineidad, como si ella representara todo el alivio del mundo. Quizás cuando daba vía libre a su concupiscencia, era cuando Asuna podía recordar que formaba un lazo real con él. Sus cuerpos tenían su propia forma de comunicarse.

Sin embargo, una vez acabado el acto, él volvía a adoptar esa expresión ausente y parca, como si se abstrayera por completo de la realidad. Ella jamás se vio a sí misma como un objeto con el cual saciar sus apetitos carnales, siempre pensó que era una relación recíproca donde ambos se tomaban y entregaban a sí mismos con amor. Pero en esos momentos... la sensación de que para el joven solo era una muñeca desechable la atacó con creces.

¿En verdad Kirito-kun me ve así?

Al principio no le daba mucha importancia, pero conforme la situación se repetía, la duda cobraba más y más vigor en su mente. Y no se animaba a confesarlo por temor a su respuesta. ¿Y si él le decía que ya no sentía lo mismo? ¿Acaso dos años bastaron para borrar sus sentimientos? Pero, de ser así... ¿por qué la buscaba con tanto ahínco en su cama? ¿Por qué se derretía de esa forma entre sus brazos?

¿Por qué me ignora?

La pregunta flotaba en su mente mientras veía su ancha espalda desnuda desde la posición que ocupaba en la almohada. Habían hecho el amor un momento atrás. Como siempre Kirito la había hecho suya apenas se encontraron entre las sábanas, y la entrega fue tan hermosa, tan maravillosa que, como normalmente ocurría, Asuna no pudo negarse a él ni al placer desbordante de llenarse de su ser.

Eugeo, my HeroWhere stories live. Discover now